Agosto de 1927

Capítulo I.

PRELIMINARES

En el discurso que pronunció en el último Congreso del partido a que asistió, dijo Lenin: “Hemos vivido un año con el Estado en nuestras manos y bajo la Nueva Política Económica. ¿Nos ha dado ésta resultado? No. No nos gusta reconocerlo, pero así es. Y ¿qué resultado ha dado? La máquina no camina hacia donde nosotros la guiamos, sino hacia donde la guían misteriosos especuladores o negociantes privados. Una máquina no siempre sigue exactamente el camino (y frecuentemente sigue justamente el contrario) que se propone el hombre sentado al volante”.

En estas palabras se hallaba condensado el criterio con que debemos juzgar los problemas fundamentales de nuestra política. ¿Qué dirección sigue la máquina, el Estado, el poder? ¿Sigue la dirección que deseamos los comunistas expresando los intereses y la voluntad de los obreros y la enorme masa de los campesinos? ¿O no sigue esa dirección? ¿O no la sigue “exactamente”?

En los años que han seguido a la muerte de Lenin hemos procurado más de una vez llamar la atención de los órganos centrales del partido, y posteriormente del partido en general, sobre el hecho de que, gracias a una dirección desacertada, el peligro indicado por Lenin ha aumentado considerablemente. La máquina no sigue la dirección que reclaman los intereses de los obreros y los campesinos. En vísperas del nuevo Congreso, consideramos un deber, pese a todas las persecuciones que hemos sufrido, llamar la atención del partido con redoblada energía sobre este particular, pues estamos seguros de que la situación puede corregirse y de que puede corregirla el mismo partido.

Cuando Lenin dijo que la máquina camina con frecuencia hacia donde la dirigen fuerzas hostiles a nosotros, llamaba nuestra atención sobre dos hechos de importancia suprema. El primero es que existen en nuestra sociedad esas fuerzas hostiles a nuestra causa (el kulak, el nepman y el burócrata), que se valen de nuestras torpezas y nuestros errores políticos y cuentan con el apoyo del capitalismo internacional. El segundo es el hecho de que estas fuerzas son tan poderosas que pueden empujar nuestra máquina gubernamental y económica en una dirección errónea y hasta intentar finalmente —al principio de modo velado— apoderarse del volante de la máquina.

Las palabras de Lenin nos han impuesto a todos las obligaciones siguientes:

1.            Vigilar atentamente el desarrollo de estas fuerzas hostiles (kulak, nepman y burócrata).

2.            Tener presente que en proporción con el resurgimiento general del país estas fuerzas se esforzarán por unirse, introducir “enmiendas” propias en nuestros planes, ejercer una influencia creciente en nuestra política y satisfacer sus intereses por medio de nuestro aparato.

3.            Adoptar todas las medidas posibles para debilitar el desarrolló, la unidad y el influjo de estas fuerzas hostiles, impidiéndoles crear ese sistema efectivo, aunque in-visible, de la dualidad de poderes a que aspiran.

4.            Decir con franqueza toda la verdad referente a estos procesos a las masas trabajadoras. Tal es ahora el problema fundamental planteado por el peligro “thermidoriano” y la lucha contra él.

Desde que Lenin profirió su advertencia han mejorado muchas cosas; pero también han empeorado otras. La influencia del aparato del Estado aumenta de día en día; pero al mismo tiempo aumenta la deformación burocrática del Estado obrero. El desarrollo absoluto y relativo del capitalismo en el campo y su desarrollo absoluto en las ciudades, empieza a crear en los elementos burgueses del país una conciencia de su fuerza política. Estos elementos tratan de desmoralizar —no siempre con éxito— al núcleo de comunistas con que se ponen en contacto en su trabajo y en el trato social. La consigna dada por Stalin en el XIV Congreso del partido: “¡Fuego a la izquierda!”, no puede por menos de provocar esta unión de los elementos derechistas del partido con los elementos burgueses del país.

La cuestión: “¿Quién derrotará a quién?, será zanjada en una lucha continua de clases planteada en todos los sectores de la vida económica, política y cultural, lucha planteada en pro de una trayectoria socialista o capitalista, por una distribución de la renta nacional según una de las dos trayectorias, por un sólido poder político del proletariado o una división de este poder con la nueva burguesía. En un país formado por una mayoría abrumadora de pequeños e ínfimos campesinos y de pequeños propietarios en general, los procesos más importantes se verificarán frecuentemente de un modo fragmentario y subterráneo para salir “inesperadamente” a la superficie.

El elemento capitalista encuentra su expresión primaria en una diferenciación de clase en el campo y en una multiplicación de los capitalistas privados en la ciudad. Los planos superiores del campo y los elementos burgueses de la ciudad se entremezclan cada vez más con los diversos eslabones del aparato económico del Estado. Y este aparato ayuda con no poca frecuencia a la nueva burguesía a ocultar bajo una niebla estadística sus esfuerzos afortunados por aumentar la parte que le corresponde de la renta nacional.

El aparato comercial —del Estado, cooperativo y privado— consume una enorme parte de nuestra renta nacional, más de la décima parte de la producción total. Por otra parte, el capital privado, en su facultad de intermediario comercial, ha manipulado en los últimos años bastante más de la quinta parte del tráfico total; en número redondos, más de cinco billones anuales. Hasta ahora el consumidor general ha recibido más del cincuenta por ciento de los productos que necesita de manos de los capitalistas privados.

Para el capitalista privado ésta es la fuente fundamental del beneficio y la acumulación. La disparidad entre los precios agrícolas y los industriales, entre los precios al por mayor y al detalle, la diferencia de precios en las distintas ramas de la economía rural en las diversas regiones y épocas del año, y finalmente la diferencia entre los precios domésticos y los mundiales (contrabando), son una fuente constante de lucro privado.

El capital privado percibe un interés usuario sobre los empréstitos y hace dinero con los títulos del Gobierno.

El papel del capitalista privado en la industria es también muy considerable. Aun cuando ha disminuido relativamente en el período reciente, ha aumentado, sin embargo, en el sentido absoluto. La industria capitalista privada registrada presenta una producción global de cuatrocientos millones anuales. La de las industrias pequeñas y domésticas pasa de mil ochocientos millones. En total, la producción de las industrias que no pertenecen al Estado constituye más de la quinta parte de la producción total de artículos y aproximadamente el cuarenta por ciento de las mercancías del mercado general. La preponderancia de esta industria está relacionada de uno u otro modo con el capital privado. Las diversas formas encubiertas o francas de explotación de los artesanos por el capital comercial del interior constituyen un problema sumamente importante, siendo, por añadidura, una fuente creciente de acumulación para la nueva burguesía.

Los impuestos, los salarios, los precios y el crédito son los principales instrumentos de distribución de la renta nacional y fortalecen a unas clases mientras debilitan a otras.

El impuesto agrícola se impone en el campo, por regla general, siguiendo una progresión inversa, es decir, que se carga más a los débiles y menos a los fuertes y al kulak. Aproximadamente, el treinta y cuatro por ciento de los propietarios campesinos pobres de la Unión Soviética (aun omitiendo provincias en las que existe una diferenciación de clase muy desarrollada, como Ucrania, el Cáucaso septentrional y Siberia) perciben el dieciocho por ciento de la renta neta. Exactamente la misma renta total, el dieciocho por ciento, es lo que percibe el grupo más alto, que constituye solamente el siete y medio por ciento de los propietarios. Por otra parte, ambos grupos pagan aproximadamente la misma cantidad del impuesto total, que es el veinte por ciento. Resulta de esto que el impuesto pesa mucho más sobre la propiedad del pobre que sobre el kulak o el propietario “fuerte” en general. A pesar de los temores de los líderes del XIV Congreso, nuestra política de impuestos no “despoja” en modo alguno al kulak, ni le impide en lo más mínimo concentrar en sus manos una acumulación cada vez mayor de dinero y mercancías.

El papel de los impuestos indirectos aumenta de modo alarmante en nuestro presupuesto a expensas de los directos. Esto basta para que la carga de los impuestos pase automáticamente de los niveles más ricos a los más pobres. La tributación de los obreros en 1925-1926 fue el doble que el año anterior, mientras que la tributación del resto de la población urbana disminuyó en un seis por ciento. El impuesto sobre las bebidas pesa justamente, y cada vez de modo más intolerable, sobre los sectores industriales. El aumento de los ingresos por persona en 1926, en comparación con 1925, constituía aproximadamente para los campesinos el diecinueve por ciento, para los obreros el veintiséis por ciento, para los comerciantes y los industriales el cuarenta y seis por ciento. Si dividimos los “campesinos” en tres grupos fundamentales, resultará de modo incontestable que los ingresos del kulak han aumentado incomparablemente más que los del obrero. La cifra de los ingresos de los comerciantes y los industriales calculada basándose en los datos de los impuestos es indudablemente inferior a la realidad. Sin embargo, estas simples cifras atestiguan claramente un desarrollo de las diferencias de clase.

La “tijera” que representa la disparidad de los precios agrícolas e industriales se ha abierto todavía más durante los últimos dieciocho meses. El campesino recibía por su producto sólo una vez y cuarto el precio de anteguerra y pagaba los productos industriales el doble y dos décimas más que antes de la guerra. Este exceso pagado por los campesinos, y de modo predominante por los más pobres, llegando a remontarse en el pasado año a la suma de un billón de rublos, no sólo agrava el conflicto entre la agricultura y la industria, sino que agudiza grandemente las diferenciaciones de clase en el campo.

Con la disparidad entre los precios al por mayor y al por menor, la industria del Estado pierde, así como también el consumidor, lo cual significa que hay un tercero que gana, que es el capitalista privado y, por consiguiente, el capitalismo.

Los salarios reales se mantuvieron en 1927, en el mejor de los casos, al mismo nivel que en el otoño de 1925. Sin embargo, es indudable que durante los dos años que median el país se ha enriquecido, la renta general de la nación ha aumentado, los kulaks del campo han aumentado su fuerza con enorme rapidez y las acumulaciones del capitalista privado, del comerciante y del especulador han alcanzado proporciones considerables. Es evidente que la participación de la clase obrera en la renta general del país ha disminuido al mismo tiempo que la de otras clases ha aumentado. Este hecho es de importancia suprema para apreciar nuestra situación en total.

Sólo una persona que crea en lo profundo de su corazón que la clase obrera y nuestro partido no son capaces de afrontar estas dificultades y estos peligros, puede afirmar que la indicación franca de estas contradicciones en nuestro desarrollo y del incremento de estas fuerzas hostiles es pánico o pesimismo. Nosotros no aceptamos esta opinión. Es necesario ver los peligros con claridad. Nosotros los señalamos certeramente con el único fin de luchar contra ellos como es debido y vencerlos.

Bajo la Nueva Política Económica es inevitable cierto desarrollo de las fuerzas hostiles, del kulak, el nepman y el burócrata. Estas fuerzas no pueden destruirse recurriendo simplemente al orden administrativo o a la presión económica. Al introducir y poner en práctica la NEP, hemos creado nosotros mismos en nuestro país cierto sitio para las relaciones capitalistas, y durante un período prolongado hemos de reconocer éstas como inevitables. Lenin no hacía más que recordamos una simple verdad, que los obreros deben conocer, cuando decía: “Mientras sigamos siendo un país de pequeños campesinos, Rusia ofrecerá una base más sólida para el capitalismo que para el comunismo. No debemos olvidar esto... No hemos arrancado de raíz el capitalismo ni hemos minado los cimientos del enemigo interior”.

El importantísimo hecho social señalado aquí por Lenin no puede ser destruido sin más ni más; pero podemos combatirlo y vencerlo mediante una política proletaria certera, meditada y sistemática, basándonos en el campesino pobre y en una unión con el campesino medio. Esta política se halla implícita orgánicamente en un fortalecimiento universal de todas las posiciones sociales del proletariado y en la elevación más rápida posible de los núcleos influyentes del socialismo que trabajen por la preparación y el desarrollo de la revolución proletaria mundial.

Una política leninista certera exige también ciertas maniobras. Al luchar contra las fuerzas del capitalismo, Lenin empleaba con frecuencia el método de hacer concesiones parciales para engañar al enemigo, retirándose transitoriamente para avanzar después con más seguridad. También ahora son necesarias estas maniobras; pero cuando Lenin maniobraba contra un enemigo que no podía ser vencido de frente, permanecía invariablemente dentro de la ruta de la revolución proletaria. Con él siempre conocía el partido las causas de cada maniobra, su significado, sus límites, la línea que no habría de rebasar y la posición en que deberían comenzar de nuevo el avance proletario. En aquellos días, bajo Lenin, una retirada se llamaba una retirada; una concesión, una concesión. Gracias a esto, el ejército proletario conservaba siempre su unidad, su espíritu de lucha, su conciencia clara del fin.

Recientemente nuestros líderes se han apartado decisivamente de estos derroteros leninistas. El grupo de Stalin dirige al partido con los ojos vendados. Ocultando las fuer-zas del enemigo, creando por doquiera y para todo una apariencia oficial de triunfo, este grupo no ofrece al proletariado ninguna perspectiva, o, lo que es peor, le ofrece una perspectiva falsa. Se mueve en zigzags acomodándose y congraciándose a los elementos hostiles. Debilita y confunde las fuerzas del ejército proletario. Provoca el incremento de la pasividad, la desconfianza en la dirección y la falta de confianza en la fuerza de la revolución proletaria. Con alusiones a los métodos leninistas disimula su sistema de saltar de un lado a otro de un modo siempre inesperado para el partido, que no lo comprende y ve debilitada su fuerza. El único resultado es que el enemigo gana tiempo y avanza. Los ejemplos “clásicos” de este género de maniobras por parte de Stalin, Bujarin y Rykov son su política china y su política con el Comité anglorruso en el terreno internacional, y, dentro del país, su política con respecto al kulak. Sobre todas estas cuestiones el partido y la clase obrera no conoció la verdad, o una parte de ésta, hasta después de haber sufrido las duras consecuencias de una política falsa en su misma base.

Después de los dos años en que el grupo Stalin ha determinado realmente la política de las instituciones centrales de nuestro partido, podemos considerar plenamente probado que este grupo ha sido incapaz de impedir: 1º Un desarrollo inmoderado de las fuerzas que desean llevar el desenvolvimiento de nuestro país por derroteros capitalistas. 2° Una debilitación de la posición de la clase obrera y del campesino pobre contra la fuerza creciente del kulak, el nepman y el burócrata. 3° Una debilitación de la posición general del Estado obrero en su lucha con el mundo capitalista junto a un decrecimiento de la posición internacional de la Unión Soviética.

La falta directa del grupo Stalin es que en vez de decir al partido, a la clase obrera y a los campesinos toda la verdad referente a la situación, ha ocultado los hechos menospreciando el desarrollo de las fuerzas hostiles y cerrando la boca a los que pedían la verdad y la proclamaban claramente.

El ataque cerrado contra la izquierda en un momento en que toda la situación indica peligro en la derecha; la supresión mecánica de toda crítica que exprese la alarma legítima del proletariado por el destino de la revolución proletaria; la abierta connivencia con una desviación derechista; los trabajos de zapa contra la influencia del núcleo proletario y viejo bolchevique del partido, todo esto está debilitando y desarmando a la clase obrera en un momento que exige por encima de todo la actividad del proletariado, la vigilancia y la unidad del partido y su fidelidad a su verdadera herencia leninista.

Los líderes del partido deforman a Lenin, le perfeccionan, le explican, le complementan a medida que necesitan ocultar los errores que van cometiendo. Desde la muerte de Lenin se ha inventado toda una serie de nuevas teorías cuyo significado se reduce a que proporcionan una justificación teórica al apartamiento del grupo Stalin del camino de la revolución proletaria internacional. Los mencheviques, los smienoviekhovtzi (simpatizantes de última hora) y finalmente la prensa capitalista, ven y acogen la política y las nuevas teorías de Stalin-Bujarin-Martinov, como un movimiento de “superación de Lenin” (Ustrialov), de “raciocinio estadista”, de “realismo”, de renunciación a las “utopías” del bolchevismo revolucionario. En la supresión de la dirección del partido de un grupo de bolcheviques —compañeros de lucha de Lenin— ven y aplauden abiertamente un paso práctico hacia la transformación de la ruta fundamental del partido.

Mientras tanto, los procesos elementales de la NEP, no refrenados ni corregidos por una firme política de clase, preparan nuevos peligros de índole análoga.

Veinticinco millones de pequeñas granjas constituyen el origen fundamental do las tendencias capitalistas en Rusia. La casta del kulak, que emerge gradualmente de esta masa, está repitiendo el proceso de la acumulación primitiva del capital y excava una honda mina bajo la posición socialista. El destino ulterior de este proceso depende, en último término, de la relación entre el desarrollo de las empresas del Estado y las privadas. La lenta marcha de nuestras industrias acelera grandemente el ritmo de las diferenciaciones de clase entre los campesinos y los peligros políticos derivados de ellas.

“En la historia de otros países —escribía Lenin—, los kulaks han restaurado más de una vez el poder de los terratenientes, los zares, los eclesiásticos y los capitalistas. Así ha ocurrido en todas las revoluciones europeas precedentes, en las que, a consecuencia de la debilidad de los obreros, los kulaks han conseguido volver de una república a una monarquía, del gobierno de las masas laboriosas a la omnipotencia de los explotadores, los ricos, los parásitos... Se puede reconciliar fácilmente al kulak con el latifundista, el zar y el eclesiástico, aun cuando hayan tenido una querella; pero con la clase obrera, nunca”.

Todo el que no comprenda esto, todo el que crea que “el kulak va entrando en el socialismo”, sólo sirve para una cosa: para hacer naufragar la revolución en los arrecifes.

Existen en nuestro país dos posiciones fundamentales mutuamente exclusivas. Una es la posición del socialismo constructivo proletario; la otra, la de la burguesía que aspira a llevar nuestra revolución por los rieles capitalistas.

El campo de la burguesía y las capas pequeño burguesas que la siguen cifran todas sus esperanzas en la iniciativa privada y en el interés personal del fabricante. Este campo utiliza como instrumento al “campesino fuerte”, procurando que las cooperativas, las industrias y el comercio exterior sirvan a los intereses de este campesino. Este campo cree que la industria socialista no debe contar con un presupuesto del Estado, que su desarrollo no debe ser tan rápido que dañe a los intereses del capitalista agrícola. La lucha por un aumento de la productividad del trabajo significa para el pequeño burgués una presión sobre los músculos y los nervios de los trabajadores. La lucha por la reducción de los precios significa para él una disminución de la acumulación de las industrias socialistas en interés del capital comercial. La lucha con el burocratismo significa para él una desorganización de la industria, una debilitación de los centros dirigentes. Significa una postergación de las grandes industrias, es decir, un arreglo en favor del campesino fuerte con la perspectiva inmediata del abandono del monopolio del comercio exterior. Tal es el rumbo de los Ustrialov. Este rumbo se llama el capitalismo en su fase de implantación, y constituye en nuestro país una sólida tendencia que ejerce cierto influjo sobre determinados sectores de nuestro partido.

El rumbo proletario fue descrito por Lenin en las siguientes palabras:

“Sólo podremos considerar garantizada la victoria del socialismo sobre el capitalismo y su perdurabilidad cuando el poder del Estado proletario, después de haber suprimido definitivamente la resistencia de los explotadores y de haberse asegurado de la completa sumisión de éstos y de su propia solidez, reorganice toda la industria sobre la base de la producción colectiva en gran escala y la técnica más moderna (basada en la electrificación de toda la economía). Sólo así se hará posible que las ciudades presten al campo atrasado e indistinto la ayuda radical, técnica y social que cree la base material para un incremento enorme de la productividad del trabajo agrícola y rural, impulsando a los propietarios de pequeñas tierras con el ejemplo y por su propio interés a pasar a una agricultura colectiva en gran escala a base de la maquinaria”.

Toda la política de nuestro partido debe basarse en este principio, presupuesto, impuesto, industria, agricultura, comercio interior y exterior, todo en fin. Esta es la base fundamental de la Oposición. Este es él camino del socialismo.

Entre estas dos posiciones, y acercándose de día en día a la primera, los estalinistas van describiendo una línea de zigzag, breves a la izquierda y pronunciados a la derecha. El camino leninista es el desarrollo socialista de las fuerzas productivas en lucha continua con el elemento capitalista. El camino de Ustiialov es el desarrollo de las fuerzas productivas sobre una base capitalista, mediante una extirpación gradual de las conquistas de octubre. El camino de Stalin conduce en la realidad objetiva a un retraso del desarrollo de las fuerzas productivas, a una reducción del peso relativo del elemento socialista, y prepara, por lo tanto, la victoria final de Ustrialov. El camino de Stalin es el más peligroso y el más ruinoso, porque oculta un apartamiento real del socialismo bajo la máscara de palabras y frases socialistas familiares. La coronación de nuestro proceso de reconstrucción pondría en primer plano la cuestión fundamental de nuestro desarrollo económico y minaría con ello la política de Stalin, que es absolutamente inadecuada para afrontar los grandes problemas, trátese de la revolución en China o de la reconstrucción del capital básico en la Unión Soviética.

No obstante la gravedad de la situación, empeorada hasta el extremo por los crasos errores de la actual dirección, aún puede enmendarse la cosa. Pero es necesario modificar la trayectoria de la dirección del partido y modificarla rigurosamente en la dirección indicada por Lenin.

Capítulo II.

LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA Y LOS SINDICATOS

La revolución de Octubre, por primera vez en la historia, transformó a un proletariado en la clase gobernante de un Estado inmenso. Nuestra nacionalización de los medios de producción fue un paso decisivo hacia la reconstrucción socialista de todo ese sistema social que se basa en la explotación del hombre por el hombre. Nuestra introducción de la jornada de ocho horas fue el primer paso hacia una modificación completa y general de las condiciones materiales y culturales de existencia de la clase obrera. A pesar de la pobreza del país, nuestras leyes han dado a los obreros (aun a los más atrasados, que antes se hallaban privados del derecho de defensa corporativa) garantías legales que ni el Estado capitalista más rico les ha dado ni les dará nunca. Los sindicatos, elevados a la condición de instrumentos sociales sumamente importantes en manos de una clase gobernante, contaron con la oportunidad, por un lado, de organizar masas completamente inaccesibles en otras circunstancias, y por otro, de influir di-rectamente en el rumbo político del Estado obrero.

La misión del partido es garantizar el desarrollo ulterior de estas conquistas históricas supremas, es decir, llenarlas de un contenido genuinamente socialista. En este sentido, nuestro éxito se hallará determinado por condiciones objetivas domésticas e internacionales, así como por la justeza de nuestro rumbo y por la destreza práctica de nuestra dirección.

El factor decisivo para apreciar el progreso de nuestro país por el camino de la construcción socialista debe ser el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y el predominio de los elementos socialistas sobre los capitalistas, unido a un mejoramiento de todas las condiciones de existencia de la ciaste obrera. Este mejoramiento debe manifestarse en la esfera material (número de obreros empleados en la industria, elevación de los salarios reales, carácter del presupuesto obrero, condiciones de vida, asistencia médica, etc.), en la esfera política (partido, sindicatos, soviets, juventudes comunistas) y, finalmente, en la esfera cultural (escuelas, libros, periódicos, teatros). El esfuerzo por retrotraer a un segundo plano los intereses concretos esenciales del obrero y contrastarlos, bajo el desdeñoso epíteto de “socialismo corporativo”, con el interés histórico general de la clase trabajadora es teóricamente falso y políticamente peligroso.

La apropiación de la plusvalía por un Estado obrero no es, por supuesto, explotación. Pero en primer término tenemos un Estado obrero con deformaciones burocráticas. El descomedido y privilegiado aparato administrativo consume una parte notabilísima de nuestra plusvalía. En segundo lugar, la burguesía naciente, sirviéndose del comercio y especulando con la disparidad anormal de los precios, se apropia una parte de la plusvalía creada por la industria del Estado.

En general, durante este período de reconstrucción, el número de los obreros y las condiciones de su existencia se han elevado tanto absoluta como relativamente, es decir, en comparación con el desarrollo de otras clases. Sin embargo, en el reciente período se ha producido un cambio radical. El desarrollo numérico de la clase obrera y el mejoramiento de su situación casi ha quedado interrumpido, mientras que el desarrollo de sus enemigos continúa con gran celeridad. Esto conduce inevitablemente, no sólo a un descenso de la situación de los obreros industriales, sino también a una reducción de la importancia relativa del proletariado en la sociedad soviética.

Los mencheviques, agentes de la burguesía entre los obreros, señalan triunfalmente la ruina material de nuestros trabajadores. Esforzándose por levantar al proletariado contra el Estado Soviético, por inducir a nuestros obreros a aceptar el lema menchevique-burgués “Vuelta al capitalismo”. El funcionario satisfecho que ve “menchevismo” en la insistencia de la Oposición por mejorar la situación material de los obreros presta un servicio inapreciable al menchevismo, pues empuja a los obreros bajo su bandera amarilla.

Para vencer las dificultades es menester conocerlas. Es necesario precisar justa y honradamente nuestro triunfo y nuestro fracaso examinando la situación actual de las masas laboriosas.

LA SITUACIÓN DE LOS OBREROS

Nuestro período de reconstrucción produjo un aumento de salarios bastante rápido hasta el otoño de 1925. Pero el considerable descenso de los salarios reales que comenzó en 1926 no fue remediado hasta principios de 1927. En el primer semestre del año fiscal 1926-1927, los salarios mensuales se elevaban por término medio en las grandes industrias a 30 rublos 67 copecs y 30 rublos 33 copecs, frente a 29 rublos 68 copecs en el otoño de 1925. En el tercer trimestre —según cálculos preliminares— el salario se elevaba a 31 rublos 62 copecs. Así, pues, en el corriente año los salarios continúan aproximadamente al mismo nivel que en el otoño de 1925.

Claro está que los salarios y el nivel material general de las categorías especiales de obreros y en regiones especiales —sobre todo en Moscú y Leningrado— se hallan in-dudablemente por encima de este nivel medio. Pero, por otra parte, el nivel material de otras capas vastísimas de la clase obrera se halla notablemente por debajo de esas cifras medias.

Además, todos los datos atestiguan que el aumento de los salarios va a la zaga del aumento de la productividad del trabajo. La intensidad del trabajo aumenta; las malas condiciones de los obreros siguen siendo las mismas.

La elevación de los salarios va condicionada cada vez más por un aumento de la intensidad del trabajo. Esta nueva tendencia, ilógica dentro de una línea de desarrollo socialista, fue reforzada por el Comité Central en su famosa resolución sobre la racionalización. El IV Congreso de los Soviets adoptó esta misma resolución. Esta política significaría que el aumento de la riqueza social, debido a un desarrollo de la técnica (o aumento de la productividad del trabajo) no conduce en sí a un aumento de salario.

El reducido incremento numérico de los obreros revela un descenso del número de miembros obreros en cada familia. En rublos reales, el presupuesto de gastos de la familia obrera ha disminuido desde 1924-1925. El aumento del costo de las viviendas ha obligado al obrero a alquilar una parte de su alojamiento. Los sin trabajo gravan directa o indirectamente el presupuesto del obrero, como lo grava asimismo el consumo creciente de bebidas alcohólicas. En resumidas cuentas, tenemos un descenso notorio de su tipo de vida. La racionalización de la producción que ahora se introduce reducirá todavía más inevitablemente las condiciones de existencia de la clase obrera, a no ser que vaya acompañada de una expansión de la industria y el transporte que dé ocupación a los obreros sin trabajo. En la práctica, la “racionalización” suele acarrear la “supresión” de unos cuantos obreros y la reducción de las condiciones materiales de otros. Esto llena inevitablemente a la masa obrera de un recelo por la racionalización en sí.

Con la reducción de las condiciones de existencia de los obreros, quienes más sufren son siempre los que forman el grupo más débil: los obreros no especializados, los temporeros, las mujeres y los adolescentes.

En 1926 se produjo una reducción notoria de los salarios de las mujeres en comparación con los de los hombres en casi todas las ramas de la industria. Entre los obreros no especializados de tres industrias diferentes, los salarios de las mujeres en marzo de 1926 eran el 51,8, el 61,7 y el 83 por ciento de los hombres. No se han adoptado las medidas necesarias para mejorar las condiciones del trabajo femenino en ramas como la industria de la turba, la carga y la descarga, etc. Los salarios medios de los adolescentes, en comparación con los de todos los obreros, van disminuyendo sin cesar. En 1923 constituían el 41,1 por ciento; en 1924, el 45; en 1925, el 43,4; en 1926, el 40,5; en 1927 el 39,5.

En marzo de 1926, el 49,5 por ciento de los adolescentes percibía menos de 20 rublos. La abolición de la disposición que ordenaba el empleo de determinado número de adolescentes por un número dado de obreros en un establecimiento industrial, ha sido un golpe duro para la juventud obrera y para la familia trabajadora. El número de adolescentes sin trabajo aumenta considerablemente.

EL TRABAJO AGRÍCOLA

De los tres millones y medio de asalariados del país, un millón seiscientos mil son peones agrícolas de ambos sexos. Solamente el 20 por ciento de ellos está organizado en sindicatos. El registro de los contratos de salarios, tan bajos, a veces, que significan en realidad la esclavitud, apenas ha comenzado todavía. Los salarios de los peones agrícolas suelen ser inferiores al mínimo legal, y esto ocurre a veces hasta en las tierras que pertenecen a los Soviets. El promedio de los salarios reales no excede del 63 por ciento del nivel de anteguerra. La jornada de trabajo rara vez es inferior a diez horas. En la mayoría de los casos es de hecho ilimitada. Los sálanos se pagan con irregularidad y después de demoras intolerables. Esta miserable situación del labrador asalariado no es solamente el resultado de las dificultades de la construcción socialista en un país campesino atrasado. Es también indudablemente el resultado del falso camino que se sigue, y que en la práctica, en la realidad de la vida, concede una atención predominante a los niveles superiores y no a los inferiores de la población campesina. Debemos llevar a cabo una defensa sistemática y general del labrador asalariado no sólo contra el kulak, sino también contra el campesino medio.

LA CUESTIÓN DE LA VIVIENDA

El espacio de vivienda normal que disfrutan los obreros es por regla general considerablemente inferior al espacio medio asignado a la totalidad de la población urbana. Los obreros de las grandes ciudades industriales son a este respecto la parte menos favorecida de la población. La distribución de la vivienda, según grupos sociales en una serie de ciudades investigadas, fue la siguiente:

Por obrero industrial, 5,6 metros cuadrados; por obrero burocrático, 6,9; por artesano, 7,6; por hombre de carrera, 10,9 y por el elemento no obrero, 7,1. Los obreros ocupan el último lugar. Además, las dimensiones de la vivienda obrera van disminuyendo de año en año, mientras que las de los elementos no proletarios van aumentando. La situación general del problema de la edificación amenaza al desarrollo de la industria. A pesar de este hecho, el plan quinquenal de la Comisión del Plan del Estado ofrece una perspectiva en la construcción de viviendas según la cual la situación de este problema dentro de cinco años será peor que ahora, según lo confiesa la misma Comisión. De 11,3 archinas cuadradas a fines de 1926, el término medio quedará reducido a fines de 1931, según este proyecto, a 10,6.

LA CRISIS DE TRABAJO

El lento desarrollo de la industrialización no se revela tan morbosamente en nada como en la crisis de trabajo que ha afectado a las filas fundamentales del proletariado industrial. El número oficial de desocupados registrados en abril de 1927 era de 1.478.000. Su número real se acercaba a los dos millones. El número de desocupados aumenta incomparablemente más de prisa que el número general de obreros ocupados. Según el plan quinquenal de la Comisión del Plan del Estado” nuestras industrias absorberán durante cinco años poco más de 400.000 obreros. Esto significa” teniendo en cuenta la continua afluencia de obreros del campo” que el número de desocupados a fines de 1931 se elevará a no menos de tres millones de hombres y mujeres. La consecuencia de este estado de cosas será un aumento del número de niños sin albergue y del de mendigos y prostitutas. El reducido subsidio medio es de 11,9 rublos, es decir, unos cinco rublos de anteguerra. El subsidio de los sindicatos es de 6,5 a 7 rublos. Y estos subsidios sólo se pagan aproximadamente al 20 por ciento de los miembros parados del sindicato.

El Código de Legislación Obrera ha sufrido tantas interpretaciones que éstas exceden con mucho al número de artículos del Código y, de hecho, anulan muchas de sus prescripciones. En particular, ha resultado quebrantada la protección legal de los obreros eventuales y temporeros.

La reciente campaña de la contratación colectiva se caracterizó por una disminución casi universal de las restricciones legales y por una presión sobre los tipos y las escalas de salarios. Concediendo a la administración económica el derecho del arbitraje obligatorio, se ha reducido a la nada el contrato colectivo en sí, convirtiéndolo, de un acuerdo entre dos partes, en una orden administrativa. Las contribuciones de la industria para la indemnización de los obreros accidentados son totalmente inadecuadas. En 1925-26, según los datos del Comisariado del Pueblo para el Trabajo, hubo por cada 1.000 obreros 97,6 accidentes que produjeron la incapacidad. La proporción de obreros accidentados es del 10 por ciento anual.

Los años precedentes se han caracterizado por un gran aumento de los conflictos obreros, la mayoría de los cuales han sido solucionados con medidas coercitivas más bien que conciliadoras.

El régimen interior de los talleres ha empeorado. Los órganos administrativos se esfuerzan cada vez más por establecer su autoridad ilimitada. La admisión y el despido de los obreros se hallan en realidad en manos de la administración. No es raro encontrar las relaciones prerrevolucionarias de patrono a obrero.

Las conferencias de la producción van quedando poco a poco reducidas a la nada. La mayor parte de las proposiciones prácticas adoptadas por los obreros nunca son llevadas a cabo. Muchos obreros empiezan a sentir aversión por estas conferencias, debido al hecho de que los mejoramientos que logran introducir producen frecuente-mente una reducción del número de obreros. El resultado es que las conferencias de la producción reúnen escasa concurrencia.

En la esfera cultural es necesario hacer resaltar el problema de las escuelas. Cada vez va siendo más difícil para el obrero dar a sus hijos la más elemental educación, para no hablar de la utilización de sus aptitudes. En casi todos los distritos obreros hay una escasez creciente de escuelas. Las cantidades exigidas a los padres para la dotación de escuelas están destruyendo prácticamente la libertad de la enseñanza. La escasez de escuelas y la provisión inadecuada de jardines de infancia están arrojando a la calle a una parte considerable de los niños de los obreros.

LOS SINDICATOS Y LOS OBREROS

El “conflicto de intereses en la cuestión de las condiciones del trabajo en las fábricas”, señalado en una resolución del XI Congreso del partido, ha aumentado considerablemente en estos últimos años. No obstante, la recientísima política del partido en relación con el movimiento sindical y las prácticas de los líderes sindicales, habían producido tal efecto sobre los sindicatos, que, como confiesa el XIV Congreso, “los sindicatos no podían frecuentemente realizar su trabajo, manifestando cierta parcialidad y postergando a veces su tarea más importante y principal, la de defender los intereses económicos de las masas organizadas por ellos y elevar por todos los medios posibles su nivel material y espiritual”. La situación después del XIV Congreso no ha mejorado, sino que ha empeorado. La burocratización de los sindicatos fue otro paso en el mismo sentido.

En los cuadros de los órganos ejecutivos elegibles de diez sindicatos industriales el porcentaje de obreros industriales y de obreros militantes sin partido es sumamente pequeño (el 12 o 13 por 100). La inmensa mayoría de los delegados a las conferencias sindicales son personas totalmente desligadas de la industria. Nunca han estado los sindicatos y la masa obrera tan lejos de la dirección de la industria socialista como ahora. La actividad propia de la masa de obreros organizados en los sindicatos se va reemplazando por acuerdos entre los secretarios de los sindicatos, los directores de las fábricas y los presidentes de los comités de taller y fábrica (el “triángulo”). La actitud de los obreros hacia los comités de taller y fábrica es de desconfianza. La asistencia a las reuniones generales es reducida.

Como el descontento del obrero no se desahoga en el sindicato, se oculta bajo tierra. “No debemos ser demasiado activos: si quieres un pedazo de pan no te vayas de la lengua.” Frases como éstas son muy corrientes. En tales circunstancias resulta inevitable que los obreros intenten mejorar su situación actuando al margen de la organización sindical. Sólo esto basta para exigir imperiosamente un cambio radical en el actual régimen sindical.

LAS PROPOSICIONES PRÁCTICAS MÁS IMPORTANTES

A.           En la esfera de las condiciones materiales

1.            Cortar de raíz toda propensión a prolongar la jornada de ocho horas. No permitir el trabajo en horas extraordinarias sino cuando sea absolutamente inevitable. No tolerar ningún abuso en el empleo de obreros eventuales ni que se trate a los obreros fijos como temporeros. Anular la prolongación de la jornada en industrias insalubres, en las que ha sido introducida violando disposiciones anteriores.

2.            El problema más inmediato es la elevación de los salarios a un nivel que corresponda al menos al aumento logrado en la productividad del trabajo. El camino que debe seguirse en lo sucesivo es la elevación sistemática de los salarios reales en proporción con el desarrollo de la productividad del trabajo. Es necesario conseguir una creciente igualación en los salarios de los diferentes grupos de obreros mediante una elevación sistemática de los grupos peor pagados, y en ningún caso reduciendo los salarios de los mejor pagados.

3.            Debemos eliminar todos los abusos burocráticos de las medidas de racionalización. La racionalización debe ir íntimamente ligada a un desarrollo correspondiente de la industria con una distribución meditada de la fuerza de trabajo y con una lucha contra el desperdicio de las fuerzas productivas de la clase obrera, y en particular de los obreros especializados.

4.            Para remediar los malos efectos de la crisis de trabajo: a) Los subsidios de paro forzoso deben determinarse en correlación con el salario medio en una localidad dada. b) En vista de la duración de la crisis, el derecho al subsidio debe concederse durante año y medio, y no durante un año. c) No debe tolerarse ninguna nueva reducción en las obligaciones para seguros sociales, y debe llevarse a cabo una lucha efectiva contra su incumplimiento, d) Debe cesarse en la aplicación de los fondos de seguro en medidas de sanidad e higiene públicas generales, e) Debemos combatir enérgicamente la inclinación a hacer “economías en los seguros”, f) Debemos anular todas las prescripciones que con diversos pretextos privan en realidad a los obreros sin trabajo de su derecho a los subsidios y a inscribirse en las oficinas de colocaciones, g) Debe seguirse el camino de aumentar los subsidios de los sin trabajo, empezando por los obreros industriales. Deben planearse con amplitud de miras y con gran celo empresas sociales de larga duración, en las que pueden emplearse a los sin trabajo con el máximo provecho para el desarrollo económico y cultural del país.

5.            Un mejoramiento sistemático de las condiciones de vida de los obreros. La aplicación inflexible de una política de clase en todas las cuestiones de la vivienda. Ningún mejoramiento de las condiciones de alojamiento de los elementos no proletarios a costa de los obreros, ni ningún desahucio de los obreros sin trabajo. Deben adoptarse medidas enérgicas para el más sano desarrollo de las cooperativas de edificación, las cuales deben hacerse accesibles a los obreros peor pagados. No debe permitirse que los niveles superiores de los obreros burocráticos tengan prioridad para ocupar los alojamientos destinados a obreros industriales. El plan de la Comisión del Plan del Estado sobre la cuestión de la vivienda debe rechazarse, por ser contrario a una política socialista. Debe obligarse a las empresas mercantiles a aumentar sus gastos de alojamiento y su presupuesto de asignaciones y créditos a tal fin, con el objeto de que los cinco próximos años vean un mejoramiento efectivo de las viviendas de los obreros.

6.            Los contratos colectivos deben hacerse después de una discusión real, no ficticia, en las asambleas obreras. El próximo Congreso del Partido debe anular la decisión del XIV Congreso que concede a los organismos directores de las fábricas el derecho al arbitraje obligatorio. El Código del Trabajo debe considerarse como el mínimo y no como el máximo de lo que tiene derecho a pedir el proletariado. Los contratos colectivos deben contener garantías contra la reducción del número de obreros y empleados durante la duración del contrato, haciéndose reservas expresas para las excepciones permisibles. El tipo de producción debe calcularse sobre la base del obrero medio, no del excepcional, y por toda la duración del contrato de salario. De cualquier modo, todas las modificaciones de los contratos que reduzcan el tipo de vida de los obreros en comparación con los contratos precedentes deben declararse inadmisibles.

7.            El Buró de Salarios y Condiciones de Trabajo debe hallarse bajo un control más efectivo de los obreros y los sindicatos, y la constante oscilación de los salarios y las condiciones de trabajo debe interrumpirse.

8.            Deben aumentarse las asignaciones para la adopción de medidas de seguridad y el mejoramiento de las condiciones de las fábricas, y deben imponerse mayores castigos por la infracción de las prescripciones para la protección de los obreros.

9.            Deben examinarse de nuevo todas las interpretaciones del Código de Trabajo, anulando las que puedan acarrear una mengua de las condiciones de trabajo.

10.          Respecto a las obreras, debe adoptarse el lema: “A trabajo igual, igual salario”, y perseguirse una clasificación más elevada del trabajo de la mujer en general.

11.          Debe prohibirse el trabajo gratuito de los aprendices, así como las tentativas por reducir los salarios de los adolescentes, y deben adoptarse medidas para mejorar las condiciones de su trabajo.

12.          El régimen de economía no debe practicarse en ningún caso a costa de los intereses vitales de los obreros. Debemos devolver a los obreros las “bagatelas” que se les han quitado (jardines de infancia, pase del tranvía, vacaciones más largas, etc.).

13.          Los sindicatos deben prestar más atención al problema del trabajo eventual.

14.          Debe aumentarse la asistencia médica a los obreros de las fábricas (ambulancias, clínicas de urgencia, hospitales, etc.).

15.          Debe aumentarse el número de escuelas de niños en los distritos obreros.

16.          Debe adoptarse una serie de medidas por parte del Estado para fortalecer las cooperativas obreras.

B.            En los sindicatos

1.            La labor de los sindicatos debe juzgarse en primer término por el grado en que defienda los intereses económicos y culturales de los obreros, bajo las limitaciones industriales existentes.

2.            Las sesiones del partido, al adoptar medidas que afecten a los intereses económicos y culturales de la masa obrera, deben tener muy en cuenta las observaciones de los grupos comunistas sindicales.

3.            Las elecciones efectivas, la publicidad, la responsabilidad ante los afiliados deben constituir la base del trabajo sindical.

4.            Todos los órganos administrativos deben constituirse de acuerdo real y no ficticio con el organismo sindical correspondiente.

5.            En todos los Congresos sindicales (incluso en los Congresos de la Unión) y en todos los organismos electivos de los sindicatos (incluso el Consejo Ruso de los Sindicatos), debe haber una mayoría de obreros que intervengan directamente en la industria. El porcentaje de los obreros sin partido debe elevarse en estos organismos por lo menos a una tercera parte. Con intervalos regulares debe dedicarse al trabajo industrial a cierto número de los funcionarios de los sindicatos. Es necesaria una mayor utilización del trabajo voluntario en las actividades sindicales, una aplicación más amplia del principio del trabajo voluntario, un mayor estimulo de los obreros de las fábricas para que se dediquen a él.

6.            No debe permitirse la destitución de comunistas elegidos para los cargos sindicales a causa de discrepancias internas del partido.

7.            Debe garantizarse la independencia absoluta del comité de fábrica y los comités locales con relación a los órganos directores. La admisión y despido de obreros y el traslado de obreros de una especialidad a otra por períodos que excedan de dos semanas sólo deben efectuarse después de haberse informado al comité de fábrica, el cual empleará, en su lucha contra los abusos en este terreno, su derecho de apelación contra las decisiones de la dirección ante el sindicato correspondiente y ante las comisiones de reclamaciones.

8.            Deben protegerse los derechos de los corresponsales de la prensa obrera, y debe castigarse rigurosamente a los que los persigan por hacer declaraciones en ella. Debe introducirse un artículo en el Código Criminal castigando como un grave crimen contra el Estado toda persecución directa o indirecta, descarada o encubierta, de un obrero por criticar, hacer proposiciones independientes o votar como le parezca.

9.            Deben ampliarse las funciones de la Comisión de Control, de modo que abarquen la inspección de la ejecución de sus decisiones y la investigación del acierto de éstas para proteger los intereses de los obreros.

10.          Sobre la cuestión de las huelgas en las industrias del Estado, la decisión adoptada bajo Lenin por el XI Congreso del partido conserva toda su fuerza. En caso de huelga en las industrias concesionarias, éstas serán consideradas como industrias privadas.

11.          Debe examinarse de nuevo todo el sistema de estadística del trabajo, que en su forma actual presenta una apreciación falsa y notoriamente parcial de la situación económica y cultural de la clase obrera, con lo cual obstruye grandemente toda labor en defensa de sus intereses económicos y culturales.

     La dura situación de la clase obrera en el X aniversario de la revolución de Octubre se explica, desde luego, en último análisis, por la pobreza del país, por los resultados de la intervención y el bloqueo y por la lucha incesante del capitalismo circundante contra el primer Estado proletario. Esta situación no puede cambiarse de golpe y porrazo; pero sí puede y debe cambiarse mediante una política acertada. La tarea de los bolcheviques no es trazar cuadros complacientes de sus logros —que son desde luego muy reales—, sino plantear con firmeza y claridad la cuestión de lo que queda por hacer, de lo que debe hacerse y de lo que puede hacerse con una política acertada.

Capítulo III

LA CUESTIÓN AGRARIA Y LA CONSTRUCCIÓN SOCIALISTA

“La producción en pequeña escala crea el capitalismo y la burguesía constante, de día en día, a cada hora, elementalmente y en grandes proporciones”. O bien el Estado proletario, contando con el alto desarrollo y la electrificación de la industria, consigue vencer el atraso técnico de millones de pequeñas e ínfimas industrias, or ganizándolas sobre la base del colectivismo y de vastas unidades, o bien el capitalismo, con la fuerza que reclute en el campo, minará los cimientos del socialismo en la ciudad.

Desde el punto de vista leninista, los campesinos —esto es, la masa campesina fundamental que no explota el trabajo— constituyen el aliado de cuya adhesión depende la seguridad de la dictadura proletaria y, por lo tanto, el destino de la revolución socialista. En la fase que estamos atravesando, la tarea que hemos de llevar a cabo con relación a los campesinos es la que formuló Lenin con la máxima justeza en las siguientes palabras: “Lograr concluir una alianza con el campesino medio sin renunciar por un instante a la lucha contra el kulak y apoyándonos siempre sólidamente en el campesino pobre.

La revisión de las doctrinas de Lenin sobre la cuestión campesina llevada a cabo por el grupo Stalin-Bujarin puede resumirse en los ocho puntos principales siguientes:

1.            Abandono del principio fundamental del marxismo en que sólo una industria poderosamente socializada puede ayudar a los campesinos a transformar la agricultura siguiendo el camino del colectivismo.

2.            Desestimación del trabajo asalariado y del campesino pobre como la base social en los distritos rurales de la dictadura proletaria.

3.            Cifrar nuestras esperanzas sobre la industria agrícola en el campesino “fuerte”, es decir, en el fondo, en el kulak.

4.            Ignorar o negar abiertamente el carácter pequeño burgués de la propiedad y la industria campesina, lo cual significa una desviación de la posición marxista hacia las teorías de los socialistas revolucionarios.

5.            Desestimación de los elementos capitalistas en el actual desarrollo del campo y ocultación de las diferenciaciones de clase que están abriéndose camino entre los campesinos.

6.            La creación de teorías disgregantes para demostrar que “el kulak y las organizaciones del kulak no tendrán de todos modos probabilidades de triunfo, porque la estructura general de la evolución de nuestro país se halla predeterminada por la estructura de la dictadura proletaria.”

7.            Fomentar el “injerto de núcleos cooperativos de kulaks en nuestro sistema” “El problema puede expresarse diciendo que es necesario dejar en libertad las posibilidades económicas del campesino acomodado, las posibilidades económicas del kulak”.

8.            La tentativa de oponer el “plan cooperativo” de Lenin a su plan de electrificación. Según el mismo Lenin, sólo la combinación de ambos planes podría garantizar la transición al socialismo.

Confiando en estas tendencias revisionistas del grupo oficial, los representantes de la nueva burguesía, que han logrado ponerse en contacto con ciertos eslabones del aparato del Estado, aspiran abiertamente a encarrilar toda nuestra política agraria por los rieles capitalistas, y, dicho sea de paso, los kulaks y sus defensores ideológicos ocultan todas sus ambiciones fingiendo preocuparse por el desarrollo de las fuerzas productivas, por el aumento del volumen de la producción de mercancías “en general”, etc. Lo cierto es que el desarrollo de las fuerzas productivas del kulak y el aumento de su producción de mercancías reprimen y obstruye el desarrollo de las fuerzas productivas de la masa restante de la industria campesina.

A pesar del proceso relativamente rápido de la reconstrucción de nuestra agricultura, la producción de mercancías de las industrias campesinas es reducidísima. En 1925-1926, el volumen total de mercancías enviadas al mercado fue el 64 por 100 del nivel de anteguerra, y el volumen exportado, sólo el 24 por 100 del exportado en 1913. La causa de esto, aparte del aumento general del consumo en el campo, estriba en la disparidad entre los precios agrícolas y los industriales y en la rápida acumulación de artículos alimenticios por los kulaks. Hasta el plan quinquenal se ve obligado a reconocer que “la carencia de productos industriales en general traza un límite definido al intercambio equivalente de mercancías entre la ciudad y el campo, reduciendo el volumen posible de productos agrícolas llevados al mercado”. Así, pues, el atraso de la industria retrasa el desarrollo de la agricultura, y en particular de la producción de mercancías agrícolas, lo cual socava la unión de la ciudad y el campo y conduce a una rápida diferenciación de clase entre los campesinos.

Las opiniones de la Oposición sobre las debatidas cuestiones de la política agraria se han visto confirmadas de modo total y absoluto. Las enmiendas parciales introducidas en la trayectoria general por la presión de las críticas de la Oposición no han impedido la continua desviación del grupo oficial del lado del campesino “fuerte”. Para probarlo basta recordar que el XIV Congreso de los Soviets, según el informe de Kalinin, no tuvo que decir ni una sola palabra sobre las diferenciaciones de clase en el campo o el desarrollo del kulak. Semejante política sólo puede tener un resultado: perderemos el campesino pobre y no conseguiremos ganar al campesino medio.

LA DIFERENCIACIÓN DE CLASE ENTRE LOS CAMPESINOS

En los últimos años, los distritos rurales han hecho grandes progresos en el sentido de la diferenciación capitalista de clase.

Los grupos sin tierras o poseedores de tierras reducidas han disminuido durante los cuatro últimos años del 35 al 45 por 100. El grupo poseedor de seis a diez deciatinas ha aumentado al mismo tiempo del 100 al 120 por 100. El grupo poseedor de diez deciatinas o más ha aumentado del 150 al 200 por 100. La disminución del porcentaje de los grupos pobres se debe en gran medida a su ruina y su disolución. De este modo, en Siberia se ha disuelto y ha desaparecido en el transcurso de un año el 15,8 por 100 de las familias sin tierras y el 3,8 por 100 de las que poseían menos de dos deciatinas. En el Cáucaso septentrional se ha disuelto el 14,1 de las familias sin tierras y el 3,8 por 100 de las que poseían menos de dos deciatinas.

El paso de las propiedades desprovistas de animales y utensilios a la clase del campesino medio inferior se efectúa con suma lentitud. En la actualidad, subsiste en la Unión el 30 o 40 por 100 de propiedades de esa naturaleza y la mayor parte de ellas se halla incluida en el grupo de las tierras pobres.

La distribución de los medios esenciales de producción en el Cáucaso septentrional es la siguiente: al 50 por 100 de los propietarios más débiles le pertenece el 15 por 100 de los medios de producción. Al grupo intermedio, que constituye el 35 por 100 de los propietarios, le pertenece el 35 por 100 de los medios esenciales de producción. Y al grupo superior, que constituye el 15 por 100 de los propietarios, le pertenece el 50 por 100 de los medios de producción. Igual puede observarse en otras provincias (Siberia, Ucrania, etc.).

Esta desigualdad en la distribución de la tierra y los medios de producción se halla confirmada por una distribución desigual de las reservas de grano entre los diferentes grupos de propietarios campesinos. El 1 de abril de 1926, el 58 por 100 de todo el grano superfluo del país se hallaba en manos del 6 por 100 de los propietarios campesinos.

La renta de la tierra adquiere de año en año proporciones mayores. Los propietarios arrendadores son, en la mayoría de los casos, los grandes terratenientes que poseen los medios de producción. En la inmensa mayoría de los casos se oculta el arriendo de la tierra, con el fin de evitar el pago del impuesto. Los pequeños propietarios, faltos de utensilios y animales, trabajan la tierra en su mayor parte con utensilios y animales alquilados. Las condiciones de arriendo de las tierras y del alquiler de los utensilios y los animales equivalen casi a la esclavitud. Paralela a esta esclavitud material va progresando la usura económica.

La frecuente parcelación de las propiedades agrícolas no debilita sino que fortalece el proceso de la diferenciación de clase. La maquinaria y los créditos, en lugar de servir de palancas para la socialización de la agricultura, van a parar con frecuencia a manos del kulak y del campesino acomodado, contribuyendo de este modo a la explotación de los peones agrícolas, de los campesinos pobres y de los campesinos medios más débiles.

Además de esta concentración de la tierra y los utensilios en manos de los grupos superiores, estos últimos emplean el trabajo asalariado en mayor escala cada vez.

Por otra parte, el grupo inferior y en parte el grupo medio de los propietarios campesinos producen, sea merced a la ruina y la disolución completas o desprendiéndose de miembros individuales de la familia, un número sin cesar creciente de “peones agrícolas”. Este excedente de obreros pasa al servicio del kulak o del campesino medio “poderoso” o emigra a las ciudades, en gran parte no encuentra trabajo en ningún sitio.

A pesar de estos procesos, que han ido ya muy lejos y que conducirán a una reducción de la influencia económica relativa del campesino medio, éste sigue siendo numéricamente el grupo agrícola más numeroso. Atraer a este campesino medio del lado de la política agraria socialista es uno de los problemas primordiales de la dictadura proletaria. Basar nuestras esperanzas en él campesino “fuerte” significa en realidad basarlas en la disgregación futura de esta capa intermedia.

Sólo prestando la debida atención al labriego asalariado, sólo siguiendo un camino basado en el campesino pobre y en su unión con el campesino medio, sólo una lucha decisiva contra el kulak, sólo el camino de la industrialización, sólo el camino de las cooperativas de clase y de un sistema agrícola de créditos de clase, harán posible atraer al campesino medio a la obra de la reconstrucción socialista de la agricultura.

PROPOSICIONES PRÁCTICAS

En la lucha de clases que se desarrolla actualmente en el campo, él partido debe permanecer, no en palabras sino con hechos, a la cabeza de los peones agrícolas, de los campesinos pobres y de la masa básica de los campesinos medios y organizarlos contra las aspiraciones explotadoras del kulak.

Para fortalecer y reforzar la posición de clase del proletariado agrícola —que es una parte de la clase obrera—, es necesaria la serie de medidas que hemos indicado al hablar de la situación de la clase obrera industrial.

Los créditos agrícolas deben dejar de ser en su mayor parte un privilegio de los sectores acomodados de la aldea. Debemos poner término a la situación actual, que permite que las economías de los pobres, harto insignificantes ya, sean gastadas, no en los fines a que se destinaban, sino en servicio de los grupos acomodados y medios.

El desarrollo de la propiedad privada en el campo debe ser contrarrestado con un desarrollo más rápido de la agricultura colectiva. Es necesario apoyar sistemáticamente y de año en año los esfuerzos de los campesinos pobres por organizarse colectivamente.

Al mismo tiempo, debemos prestar una ayuda más sistemática a los propietarios pobres no incluidos en las colectividades, eximiéndoles por completo de la tributación, adoptando una política agraria pertinente, concediendo créditos para la adquisición de utensilios agrícolas y haciéndoles ingresar en las cooperativas agrarias. En lugar de la consigna: “Creemos núcleos activos de campesinos sin partido, vivificando los Soviets” (Stalin-Molotov), consigna privada de todo contenido de clase y que en realidad fortalecerá el papel predominante de los núcleos superiores de las aldeas, debemos adoptar la consigna siguiente: Creemos núcleos activos de campesinos sin partido, formados por peones agrícolas, campesinos pobres y los campesinos medios que les siguen.

Debemos tener una verdadera organización racional, universal y durable de los pobres que atienda a los problemas actuales políticos y económicos de la vida, tales como las elecciones, los impuestos, la influencia en la distribución de crédito y la maquinaria, la división y utilización de la tierra, la creación de cooperativas, la realización del dinero ganado por el pobre en la cooperación, etc.

El partido debe promover por todos los medios el progreso económico del campesino medio: mediante una política sensata de los precios del grano, por la organización de créditos y cooperativas accesibles a él, por la introducción sistemática y gradual del grupo más numeroso de campesinos en la industria colectiva en gran escala y a base de la maquinaria.

La tarea del partido en relación con el desarrollo de la clase del kulak debe consistir en la limitación total de sus esfuerzos explotadores. No debemos permitir más apartamientos de ese artículo de nuestra constitución que priva a la clase explotadora de derechos electorales en los Soviets. Es necesario adoptar las siguientes medidas: un sis-tema de impuestos notablemente progresivo; disposiciones legislativas para la defensa del trabajo asalariado y la regulación de los salarios de los obreros agrícolas; una política de clase acertada en la cuestión del reparto y utilización de la tierra, así como en la de dotar al campo de tractores y otros utensilios de producción.

El sistema creciente del arriendo de las tierras agrícolas; el método existente de utilización de la tierra, según el cual las comunidades agrícolas —situadas al margen de toda intervención y control soviéticos y cada vez más influidas por el kulak— disponen de la tierra; la resolución adoptada por el XIV Congreso de los Soviets en pro de la “indemnización” en la época de la distribución anual de la tierra, todo ello va minando los cimientos de la nacionalización agraria.

Una de las medidas esenciales para el fortalecimiento de la nacionalización de la tierra es la subordinación de estas comunidades agrícolas a los órganos locales del Estado y el establecimiento de un control firme por parte de los Soviets locales, purificados de la influencia del kulak, en la regulación de todas las cuestiones del reparto y utilización de la tierra. El objeto de este control debe ser una defensa máxima de los intereses de los campesinos pobres y débiles contra el excesivo número de los kulaks. Es necesario adoptar, teniendo en cuenta la experiencia actual, una serie de medidas complementarias para evitar la existencia de una excesiva proporción de kulaks en las comunidades agrarias. Es necesario, sobre todo, que el kulak, al igual que el arrendador de tierras, se halle sujeto de modo total y absoluto, y no de palabra sino de hecho, a la vigilancia y el control de los órganos del poder soviético en el campo.

El partido debe oponer una resistencia tenaz a todas las tendencias encaminadas al anulamiento o la debilitación de la nacionalización de la tierra, que es uno de los pilares fundamentales de la dictadura del proletariado.

El actual sistema de impuestos agrícolas debe modificarse en el sentido de eximir totalmente de la tributación sin compensar esto imponiendo nuevos impuestos a la masa fundamental de los campesinos medios. Las fechas para la recaudación de impuestos al 40 ó 50 por 100 de las familias campesinas más pobres deben determinarse ajustándose a los intereses de los grupos inferiores de contribuyentes.

Debe destinarse una cantidad mucho mayor a la creación de granjas colectivas y soviéticas, y debe concederse el máximo de facilidades a las granjas colectivas que se organicen y a las demás formas de colectivismo. Tas personas privadas de derechos electorales no pueden formar parte de las explotaciones colectivas. Toda la labor de las cooperativas debe hallarse saturada de un sentido del problema de la transformación de la producción en pequeña escala en producción colectiva en grande. En la esfera del suministro de maquinaria debe seguirse una firme política de clase y debe llevarse a cabo una lucha especial contra las compañías que trafican con la maquinaria.

La tarea de la distribución de la tierra debe efectuarse en general a expensas del Estado, debiendo atenderse en primer término a las tierras colectivas y a las de los pobres, prestando la máxima protección a sus intereses.

Los precios del grano y de otros productos agrícolas deben garantizar a los pobres y a la masa básica de los campesinos medios la posibilidad, cuando menos, de mantener su economía al nivel actual y mejorarla gradualmente. Deben adoptarse medidas para la abolición de la disparidad entre los precios del grano en el otoño y en la primavera, pues esta disparidad perjudica grandemente al campesino pobre y beneficia en grado sumo a los núcleos superiores.

Es necesario, no sólo aumentar considerablemente las asignaciones en beneficio de los pobres, sino también modificar radicalmente la dirección general de los créditos agrícolas para asegurar al campesino pobre y medio créditos económicos y de largo vencimiento y abolir el actual sistema de garantías.

LA COOPERACIÓN

El problema de la construcción socialista en el campo consiste en reformar la agricultura sobre la base de la industria colectiva en gran escala y utilizando la maquinaria. Para la masa fundamental de los campesinos, el camino más sencillo para llegar a esté fin es la cooperación, como lo describió Lenin en su libro La cooperación. Esta es la enorme ventaja que ofrece al campesino la dictadura proletaria y el sistema de los Soviets en general. Sólo un proceso de industrialización progresiva de la agricultura puede crear una amplia base para esta cooperación socialista (o colectivismo). Sin una revolución técnica en los métodos de producción —es decir, sin la maquinaria agrícola, sin la rotación de las cosechas, sin la fertilización artificial, etc.— no es posible realizar ningún progreso en el camino de la colectivización real de la agricultura.

El abastecimiento y la venta cooperativas sólo serán un camino hacia el socialismo cuando: l.° Este proceso tenga lugar bajo la influencia inmediata económica y política de los elementos socialistas, especialmente las grandes industrias y los sindicatos; 2.° Cuando este proceso de cooperación agrícola conduzca gradualmente a la colectivización de la industria misma. El carácter de clase de las cooperativas agrícolas se hallará determinado no sólo por la influencia numérica de los diferentes grupos de los campesinos cooperativistas, sino más que nada por su relativa influencia económica. La tarea del partido es procurar que la cooperación agrícola constituya una unión real de los grupos de campesinos pobres y medios y sea un arma en la lucha de estos elementos contra la creciente fuerza económica del kulak. Debemos atraer sistemática e insistentemente al proletariado agrícola a la tarea de la creación de cooperativas.

Sólo puede concebirse una estructura cooperativista acertada a condición de que la población cooperativista goce de un máximo de independencia. En las organizaciones cooperativistas se crea una verdadera unión de las cooperativas con las grandes industrias y el Estado proletario, la cual se convierte en un régimen normal que excluye los métodos burocráticos de regulación.

Teniendo en cuenta la notoria desviación de la dirección del partido de la trayectoria bolchevique fundamental por lo que respecta al problema del campo, y su tendencia a buscar el apoyo del campesino acomodado y del kulak en vista del ocultamiento de esta desviación con discursos antiproletarios sobre “las ilusiones del pobre en la defensa de la Unión Soviética”; teniendo en cuenta estas cosas, es más que nunca necesario recordar las palabras del programa de nuestro partido. Después de afirmar inequívocamente la importancia decisiva que tiene para nosotros la unión con el campesino medio, nuestro programa declara sucinta y claramente: “En todas sus tareas agrarias, el partido comunista ruso se apoya como antes en las fuerzas del campesino proletario y semiproletario. Los organiza sobre todo en fuerzas independientes, creando núcleos del partido en las aldeas, organizaciones de los pobres, un tipo especial de sindicato para los elementos rurales proletarios y semiproletarios, etc., asociándolos por todos los medios posibles con el proletariado urbano y apartándoles de la influencia de la burguesía rural y de los intereses de los pequeños propietarios”.

Capítulo IV

LA INDUSTRIA DEL ESTADO Y LA EDIFICACIÓN DEL SOCIALISMO

EL RITMO DE DESAROLLO DE LA INDUSTRIA

“La única base material del socialismo es una vasta industria maquinista capaz de reorganizar la agricultura”.

La condición básica para un desarrollo socialista en la presente fase preliminar y en la situación histórica dada —cerco capitalista y retraso de la revolución mundial—, es que la industrialización sea lo bastante rápida para que garantice en un futuro próximo la solución, cuando menos, de los siguientes problemas:

1.            La posición material del proletariado del país debe ser fortalecida tanto absoluta como relativamente (aumento del número de obreros ocupados, reducción del número de desocupados, mejoramiento del nivel material de la clase obrera y, en particular, ampliación de su vivienda para atender a las debidas condiciones de sanidad).

2.            La actividad de la industria, el transporte y las centrales eléctricas debe desarrollarse, por lo menos, en la misma proporción que las demandas y los recursos del país en general.

3.            La agricultura debe hallar el modo de pasar gradualmente a una base técnica más elevada y de garantizar a las industrias una fuente creciente de materias primas.

4.            En la cuestión del desarrollo de las fuerzas productivas, en la de la técnica y en la del mejoramiento de las condiciones materiales de la clase obrera y de las masas laboriosas, la Unión Soviética no debe quedar atrás de los países capitalistas, sino que debe adelantárseles en un futuro próximo.

5.            La industrialización debe ser suficiente para garantizar la defensa del país, y en particular un desarrollo adecuado de las industrias de guerra.

6.            Los elementos socialistas, cooperativos y estatales deben aumentar sistemáticamente, anulando, subordinando y transformando los elementos económicos presocialistas (capitalistas y precapitalistas).

A pesar del considerable progreso alcanzado en la esfera de la industria, la electrificación y el transporte, la industrialización dista mucho de haber alcanzado el desarrollo necesario y posible. El ritmo actual de la industrialización y el indicado para los años venideros son notoriamente inadecuados.

No hay ni puede haber, por supuesto, una política que nos permitiera resolver de golpe todas nuestras dificultades o saltar un período prolongado de promoción sistemática de nuestra industria y nuestra cultura. Pero nuestro mismo atraso en la industria y en la cultura exige una intensidad excepcional de esfuerzos y de medios, una movilización verdadera y oportuna de toda nuestra riqueza, una utilización acertada de todos los recursos para lograr la industrialización más rápida posible del país. El atraso crónico de la industria, así como el del transporte, la electrificación y la edificación con respecto a la demanda y las necesidades de la población, de la economía pública y del sistema social en general, tiene detenida toda la circulación mercantil del país, pues reduce la realización de las mercancías agrícolas y su exportación, confina la importación dentro de límites sumamente estrechos, hace subir los precios y el coste de producción, motiva la inestabilidad del chervonetz y retrasa el desarrollo de las fuerzas productivas. Asimismo demora los mejoramientos de las condiciones materiales del proletariado y la masa campesina, produce un desarrollo alarmante de la crisis de trabajo y un empeoramiento de las condiciones de existencia, y va minando la unión de la industria con la agricultura y debilitando la capacidad del país para defenderse.

El ritmo inadecuado del desarrollo de la industria conduce a su vez a un retraso del desarrollo de la agricultura. Al mismo tiempo no es posible la industrialización sin un aumento decisivo de las fuerzas productivas de la agricultura y de la cantidad de mercancía producida.

LOS PRECIOS

La aceleración necesaria de la industrialización es imposible sin una reducción sistemática y decisiva del coste de producción y de los precios al por mayor y menor de los artículos industriales y su igualación con los precios mundiales. En esto estriba el progreso real, tanto por lo que respecta al adelanto de nuestra labor, basándola en una técnica más elevada, como por lo que se refiere a la mejor satisfacción de la demanda de las masas laboriosas.

Ya es hora de poner término a los rumores indecorosos y disparatados de que la Oposición quiere elevar los precios. El partido siente el deseo unánime de reducirlos, pero no basta con el deseo: las normas políticas deben juzgarse no por la intención, sino por los resultados. Los resultados de la lucha actual por reducir los precios han obligado incluso a miembros importantes del grupo gobernante a plantear la siguiente cuestión: ¿no estamos perdiendo con esta política una importante suma de dinero? “¿A dónde ha ido a parar el billón?”, inquiría Bujarin en enero de este año. “¿Qué se hace de la diferencia entre los precios al por mayor y al detalle?”, preguntaba Rudzutak hablando después sobre el mismo tema. Con una falta crónica de mercancías, la reducción exagerada y torpemente burocrática de los precios al por mayor, toda vez que no alcanza en la mayoría de los casos al obrero y al campesino, acarrea una pérdida de centenares de millones de rublos a la industria del Estado. La disparidad resultante entre los precios al por mayor y al detalle, en particular en manos del comerciante privado, es tan enorme que justifica por completo la idea de retener una parte de este beneficio comercial entre las manos de la industria del Estado. La conclusión irrefutable de toda la experiencia económica de los recientes años es una demanda de una superación más rápida de las desproporciones, de un aumento de la masa de mercancías industriales y de una aceleración de la marcha del desarrollo de la industria. Este es el único camino que puede conducir a una reducción efectiva del coste de producción, el cual ha mostrado el pasado año una tendencia más bien ascendente que descendente.

EL PLAN QUINQUENAL DE LA COMISIÓN DEL PLAN DEL ESTADO (1926-27 A 1930-31)

La cuestión del plan quinquenal para el desarrollo de la economía pública que ha de examinar el XV Congreso del partido, reclama la máxima atención de éste. Este plan quinquenal no ha sido reconocido todavía oficialmente ni es fácil que lo sea mientras conserve su forma actual. No obstante, presenta la perspectiva fundamental de la dirección económica que prevalece actualmente en su aspecto más sistematizado y más completo.

Según este plan, las inversiones de capital en la industria apenas aumentarán de uno a otro año (1.142 millones el año próximo y 1.205 en 1931). Y en proporción con la suma general invertida en la economía nacional bajarán del 36,4 por 100 al 27,8. Las inversiones netas del presupuesto del Estado en la industria bajarán, con arreglo a este programa, durante los mismos años, de 200 millones a 90. La producción se supone que aumentará del 4 al 9 por 100 cada año sobre el precedente, que es la proporción de desarrollo en las industrias capitalistas durante los períodos de gran progreso. La gigantesca ventaja que supone la nacionalización de la tierra, de los medios de producción, de los bancos y de los órganos centrales de la administración —es decir, las ventajas derivadas de la revolución socialista— casi no encuentran expresión en el plan quinquenal.

El consumo individual de productos industriales, sumamente precario en el momento actual, sólo aumentará durante los cinco años en un 12 por 100. El consumo de algodón en 1931, que ha de ser el 97 por 100 del nivel de anteguerra, será cinco veces menor que el de los Estados Unidos en 1923. El consumo de carbón será siete veces menor que en Alemania en 1926 y diez y siete veces menor que en los Estados Unidos en 1923. El consumo de hierro en lingotes será unas cuatro veces menor que en Alemania y once veces y media menor que en los Estados Unidos. La producción de energía eléctrica será tres veces menor que en Alemania y siete veces menor que en los Estados Unidos. El consumo de papel al cabo de los cinco años será el 83 por 100 del nivel de anteguerra. Y todo esto ¡quince años después de Octubre! Presentar en el aniversario de la revolución de Octubre un plan tan parsimonioso y tan profundamente pesimista significa en realidad que estáis trabajando contra el socialismo. La reducción de los precios al por mayor en un 17 por 100 a que aspira el plan quinquenal, aun en el caso de que llegue a verse realizada, apenas ejercerá ninguna influencia en las relaciones entre nuestros precios y los precios mundiales, que son dos veces y media o tres más bajos que los nuestros.

Pero con esta insignificante reducción de los precios (que, por otra parte, no es aún nada más que un proyecto), el plan quinquenal basa sus cálculos en la incapacidad de los productos industriales para atender la demanda del país en la extensión de 400 millones de rublos anuales. Si reflexionáis en que los monstruosos precios actuales de venta al por mayor se reducirán en un 22 por 100 en el transcurso de los cinco años (reducción más que modesta), veréis que esto sólo producirá una escasez de artículos por valor de un billón. Así, pues, la desproporción se mantiene intacta y seguirá siendo una causa perpetua del aumento de los precios al detalle. £1 plan quinquenal promete a los campesinos en 1931, aproximadamente, la cantidad de productos industriales de anteguerra a precios el doble y medio más altos. Al obrero de las grandes industrias le promete un aumento del 33 por ciento de su salario nominal al cabo de los cinco años, desatendiendo las mal fundadas esperanzas de la reducción de los precios. La desproporción entre la oferta y la demanda será remediada, según los propósitos de la Comisión del Plan del Estado” elevando la renta pagada por los obreros dos veces y media sobre la cantidad actual, aproximadamente unos 400 millones de rublos anuales. En vista de que hay un exceso de capacidad adquisitiva en los sectores acomodados de la población, los miembros de la Comisión del Plan piensan remediar esta situación reduciendo los salarios efectivos de los obreros. Cuesta trabajo creer que semejante método de restablecer el equilibrio del mercado haya sido propuesto por los órganos responsables del Estado obrero. Toda esta falsa perspectiva induce forzosamente al consumidor a buscar una salida por el ruinoso camino de abolir el monopolio del comercio exterior.

La construcción de seis o siete mil verstas de nuevo ferrocarril señalada en el plan quinquenal —frente a las catorce mil construidas por ejemplo durante los cinco años transcurridos de 1895 a 1900— significa una mengua peligrosa, no sólo desde el punto de vista de la industrialización socialista, sino desde el de las más elementales exigencias económicas de las principales provincias.

Con desviaciones de una u otra índole, tal es la verdadera actitud del organismo del Estado que rige actualmente el desarrollo de nuestra economía. Así nos muestra su verdadera faz la trayectoria política de los actuales dirigentes.

LA UNIÓN SOVIÉTICA Y LA ECONOMÍA CAPITALISTA INTERNACIONAL

En la larga lucha que nos aguarda entre dos sistemas sociales irreconciliablemente hostiles —el capitalismo y el socialismo—, el resultado será decidido en último término por la productividad relativa del trabajo bajo cada uno de ambos sistemas. Y esto se medirá en el mercado por la relación existente entre nuestros precios domésticos y los precios mundiales. Este hecho fundamental es justamente el que tenía en cuenta Lenin cuando en uno de sus últimos discursos prevenía al partido de la inminente “prueba a que habría de someterse el mercado ruso y el mercado internacional, al cual nos hallamos subordinados, con el cual nos encontramos ligados y del cual no podemos desprendemos”. Por esta razón la idea de Bujarin de que podemos caminar a cualquier paso, aunque sea “a paso de tortuga”, hacia el socialismo, no es más que una ocurrencia pequeño burguesa.

No podemos aislamos del cerco capitalista encubriéndonos con una economía nacional exclusiva. Precisamente a causa de su exclusivismo, semejante economía se ve-ría obligada a caminar a un paso sumamente lento, y, por consiguiente, tropezaría con una presión, no debilitada sino fortalecida, no ya de los ejércitos y las escuadras capitalistas (“intervención”), sino sobre todo de la competencia capitalista comercial.

El monopolio del comercio exterior es un arma necesaria para la vida de un esfuerzo socialista cuando los países capitalistas poseen una técnica superior, pero la economía socialista actualmente en construcción sólo puede defender este monopolio si se acerca continuamente a la economía mundial por lo que respecta a la técnica, el coste de la producción y la calidad y el precio de sus productos. El fin que debe perseguir la dirección económica no es una economía hermética que se baste a sí misma a costa de una reducción inevitable de su nivel y su ritmo progresivo, sino precisamente todo lo contrario: un incremento general de nuestra importancia relativa en el sistema mundial, lo cual será logrado aumentando hasta el máximo nuestra marcha.

Para ello es necesario: 1° Comprender la gigantesca significación de nuestra exportación, tan peligrosamente rezagada ahora con relación al desarrollo de nuestra industria en su totalidad. (La participación de la Unión Soviética en el volumen mundial de transacciones comerciales ha disminuido del 4,22 por 100 en 1913 al 0,17 por 100 en 1926). 2° Modificar en particular nuestra política con el kulak, que hace posible que éste mine nuestra exportación socialista por el acaparamiento usuario de las materias primas. 3° Fomentar nuestros lazos con la economía mundial mediante una aceleración general de la industrialización y un fortalecimiento del elemento socialista frente al capitalista de nuestra propia economía.

No diseminar nuestras limitadas acumulaciones en el futuro inmediato sino pasar gradualmente, y siguiendo un plan premeditado, a una nueva forma de producción que nos asegure en primer término una producción global de las máquinas más necesarias y más utilizables. Fomentar y perfeccionar experta y concienzudamente nuestra industria, utilizando sistemáticamente los adelantos de la técnica capitalista mundial.

Cifrar nuestras esperanzas en un desenvolvimiento socialista aislado y en una marcha independiente de la economía mundial equivale a deformar la perspectiva total. Eso hace perder el camino a nuestros dirigentes y no ofrece ninguna orientación para la acertada regulación de nuestras relaciones con la economía mundial. Así no hay modo de decidir lo que hemos de fabricar nosotros mismos y lo que hemos de traer del exterior. Renunciar definitivamente a la teoría de una economía socialista aislada significará en el transcurso de unos cuantos años una utilización incomparablemente más sumaria de nuestros recursos, una industrialización mucho más rápida, un desarrollo más metódico y más poderoso de nuestra construcción de maquinaria. Significará asimismo un aumento más rápido del número de obreros ocupados y una reducción efectiva de los precios: en una palabra, un auténtico fortalecimiento de la Unión Soviética en el mundo capitalista.

¿No implicará un grave peligro el desarrollo de nuestros lazos con el capitalismo mundial en caso de bloqueo o de guerra? La respuesta a esta pregunta se deduce de cuanto hemos dicho anteriormente.

La previsión de una guerra exige desde luego la creación de una reserva de las materias primas extranjeras que nos son necesarias y el rápido establecimiento de las nuevas industrias vitalmente precisas, como, por ejemplo, la producción de aluminio, etc. Pero lo más importante en caso de una guerra prolongada y seria es tener una industria nacional desarrollada hasta el más alto grado y capaz de practicar la producción en masa y de pasar rápidamente de una clase de producción a otra. El reciente pasado ha puesto de manifiesto cómo un país eminentemente industrial como Alemania, atado al mercado mundial por un millar de hilos, pudo descubrir un poder de existencia y resistencia gigantesco cuando la guerra y el bloqueo le aislaron de golpe del resto del mundo.

Si con las ventajas incomparables de nuestra estructura social podemos utilizar durante este período “pacífico” los mercados mundiales para acelerar nuestro desarrollo industrial, nos hallaremos infinitamente mejor preparados y mejor armados para hacer frente al bloqueo o a la intervención.

Ninguna política doméstica puede librarnos por sí sola del peligro económico, político y militar del cerco capitalista. El problema doméstico estriba en fortalecemos con una política de clase adecuada para establecer la debida correlación entre la clase obrera y el campesino con el fin de avanzar todo lo posible en el camino de la construcción socialista. Los recursos interiores de la Unión Soviética son enormes, y hacen que esto sea completamente posible. Utilizando a este fin el mercado capitalista mundial, ligamos nuestros cálculos históricos fundamentales al futuro desarrollo de la revolución proletaria universal. Su victoria en algunos países importantes romperá el cerco del ambiente capitalista, librándonos de nuestra dura carga militar; nos fortalecerá enormemente en la esfera de la técnica y acelerará nuestro desenvolvimiento en la ciudad y en el campo, en la fábrica y en la escuela; nos ofrecerá finalmente la posibilidad de crear realmente el socialismo, es decir, una sociedad libre de clase basada en la técnica más avanzada y en la igualdad real de todos sus miembros en el trabajo y en la utilización de los productos de éste.

DONDE ENCONTRAR LOS MEDIOS

A la cuestión de dónde encontrar los medios para una solución más franca y más revolucionaria del problema de la industrialización real y una elevación más rápida de la cultura de las masas —los dos problemas de cuya solución depende el destino de la dictadura socialista—, la Oposición responde como sigue:

El punto fundamental es la redistribución de la renta nacional mediante el uso acertado del presupuesto, los créditos y los precios. Otro punto complementario es la utilización certera de nuestros lazos en la economía mundial.

1. Según el plan quinquenal, el presupuesto, tanto general como local, aumentará en cinco años de 6 a 8,9 billones de rublos, y se elevará en 1931 al 16 por 100 de la renta nacional. Esto constituirá una parte más pequeña de la renta nacional que el presupuesto zarista de anteguerra, que era el 18 por 100. El presupuesto de un Estado obrero no sólo puede, sino que debe ocupar mayor sitio en la renta nacional que un presupuesto bur-gués. Esto presupone, por supuesto, que será realmente socialista y que al mismo tiempo que gasta más dinero en la educación popular asignará cantidades incomparablemente mayores a la industrialización del país. La asignación neta que ha de destinar el presupuesto a las necesidades de la industrialización puede y debe elevarse de 500 a 1.000 millones anuales en el curso de los cinco próximos años.

2. El sistema tributario no está de acuerdo con el desarrollo de la acumulación entre las capas superiores de los campesinos y la nueva burguesía en general. Es necesario: a) gravar todo género de beneficios extraordinarios de las empresas privadas en una cantidad no menor de 150 a 200 millones de rublos en lugar de cinco millones, como actualmente; b) con el fin de fortalecer nuestra exportación, asegurarse la entrega por parte de los kulaks acomodados, que constituyen aproximadamente el 10 por 100 de los establecimientos campesinos, de no menos de 150 millones de puds de grano. Este grano debe recaudarse bajo la forma de un empréstito de los almacenes de granos, que en 1926-27 llegaron a la suma de 800 o 900 millones de puds, y se hallaban concentrados en su mayor parte en manos de estos planos superiores de la población campesina.

3. Es necesario poner en práctica una política decisiva de reducción sistemática y resuelta de los precios al por mayor y al detalle, aminorando la disparidad que les separa. Y esto debe hacerse de modo que la reducción de los precios afecte primordialmente a los objetos de gran consumo entre los obreros y los campesinos. (Y debe hacerse sin adulterar la calidad, harto precaria ya, como se hace ahora.) Esta reducción de los precios no debe privar a la industria del Estado de sus acumulaciones necesarias, y debe efectuarse principalmente por medio de un aumento de la masa de artículos, una reducción del coste de producción, un aminoramiento de los gastos “accidentales” y una disminución del aparato burocrático. Una política más elástica de reducción de precios, más adaptada a las condiciones del mercado y más individualizada —es decir, que tuviera más en cuenta las condiciones mercantiles de cada clase de artículos—, dejaría en manos de la industria del Estado enormes sumas que nutren ahora el capital privado y el parasitismo comercial en general.

4. El régimen de economías, que según el manifiesto de Stalin y Rykov del año pasado debería haber producido de 300 a 400 millones de rublos anuales, ha dado en realidad resultados completamente insignificantes. Un régimen de economías es una cuestión de política de clase y sólo puede ser realizado bajo la presión directa de las masas. Los obreros deben atreverse a ejercer esta presión. Es completamente posible reducir los gastos improductivos en 400 millones de rublos anuales.

5. El hábil empleo de armas tales como el monopolio del comercio exterior, el crédito exterior, las concesiones, los contratos para suministro de ayuda técnica, etc., proporcionará un ingreso complementario. Asimismo aumentará grandemente la oportunidad de nuestros gastos, fertilizando y acelerando con una nueva técnica el curso general de nuestro desarrollo y reforzando así nuestra independencia socialista real del mundo capitalista.

6. La cuestión de la selección del personal —desde la cúspide a la base— y de las oportunas relaciones que deben ligarle es hasta cierto punto una cuestión económica. Cuanto peor es el personal, más fondos se necesitan. El régimen burocrático se opone a la existencia de un buen personal unido por relaciones justas.

7. La imperfección de nuestra actual política económica conduce en la práctica a la pérdida de muchas decenas de millones. Este es el precio que pagamos por la imprevisión, el desacuerdo, la estrechez de miras y la pereza.

8. La recaudación tributaria no puede bastar por sí sola para atender a las exigencias cada vez mayores de nuestra economía pública. Los créditos deben convertirse en una palanca cada vez más importante para la distribución de la renta pública en el sentido de la construcción socialista que presupone ante todo una valuta estable y una circulación saludable del dinero.

9. La adopción de una política más firme de clase en nuestra economía, estrechando los límites de la especulación y la usura, haría más fácil que las instituciones gubernamentales y de crédito movilizaran las acumulado' nes privadas y haría posible una protección financiera de la industria muchísimo más amplia por medio de créditos a largo plazo.

10. La venta oficial de vodka fue introducida primeramente como experimento, y con la idea de que la mayor parte de los ingresos obtenidos se destinaría a la industrialización, en primer término, de la industria metalúrgica. En realidad, la industrialización sólo ha perdido terreno con la venta oficial de vodka. Es necesario reconocer que el experimento ha fracasado por completo. Bajo la estructura soviética, la venta oficial de vodka es una desventaja no sólo desde el punto de vista de la industria privada —como bajo el zarismo—, sino también y ante todo desde el punto de vista de la industria del Estado. La multiplicación de días ociosos, de mano de obra negligente, de productos deficientes, de máquinas averiadas, de accidentes industriales, de incendios, riñas, crímenes, etc., equivalen a centenares de millones de rublos anuales. La industria del Estado pierde con el vodka no menos de lo que de éste recibe de presupuesto, y muchas veces más de lo que la misma industria recibe del Estado. La abolición de la venta oficial de vodka lo antes posible (dentro de dos o tres años) aumentará automáticamente los recursos materiales y espirituales de la industrialización.

Tal es nuestra respuesta a la cuestión: ¿dónde encontrar los medios? No es cierto que la lenta marcha de la industrialización se deba en primer término a la falta de recursos. Los medios son escasos, pero existen. Lo que hace falta es utilizarlos debidamente.

El plan quinquenal de la Comisión del Plan del Estado debe ser rechazado de modo categórico y condenado por ser fundamentalmente incompatible con la tarea de “transformar a la Rusia de la NEP en una Rusia socialista”. Debemos poner en práctica efectivamente una redistribución de la carga tributaria entre las clases, recargando al kulak y al nepman y descargando a los obreros y a los pobres.

Debemos aminorar la importación relativa de los impuestos indirectos. Hemos abolir en un futuro próximo la venta de vodka por el Estado. Y poner en orden el sistema financiero del servicio ferroviario. Tenemos que poner en orden el sistema financiero de la industria del Estado. Debemos devolver la salud a la descuidada industria forestal” que puede y debe convertirse en una considerable fuente de ingresos. Hemos de garantizar la estabilidad incondicional de la unidad monetaria. La estabilización del chervonetz requiere por un lado una reducción de precios y un presupuesto sin déficit por el otro. No debe permitirse la emisión de papel moneda para cubrir un déficit del presupuesto. Debemos establecer un presupuesto de fines estricta-mente expresos” sin déficit y de una intolerancia rigurosa para cuanto sea superfluo o accidental. En el presupuesto de 1927-28 debemos aumentar considerablemente las asignaciones para defensa (en primer término para las industrias de guerra)” para la industria en general, para la electrificación, para el transporte, para la construcción de viviendas y para medidas conducentes a la colectivización de la agricultura. Tenemos que oponer una resistencia decisiva a todo intento de entrometerse en el monopolio del comercio exterior. Debemos adoptar una firme actitud hacia la industrialización, la electrificación y la racionalización basada en el aumento de la capacidad técnica y en el mejoramiento de las condiciones materiales de las masas.

Capítulo V

LOS SÓVIETS

El aparato burocrático de todo Estado burgués, cualquiera que sea su forma, se eleva por encima de la población, solidificando su gobierno mediante el cultivo de una lealtad mutua en la clase gobernante y la propagación sistemática entre las masas del miedo y la sumisión a los gobernantes. La revolución de Octubre, al sustituir la antigua maquinaria del Estado por los Soviets de los obreros, campesinos y soldados, asestó el golpe más duro que conoce la historia al viejo ídolo del Estado burocrático.

El programa de nuestro partido dice sobre esta cuestión:

“Sosteniendo la lucha más implacable contra el burocratismo, el Partido Comunista de la URSS defiende las siguientes medidas para la extirpación completa de este mal: l. La consagración obligatoria de todo miembro del Soviet a una tarea definida de la administración del Estado.   2. La rotación continua de estas tareas para que cada miembro tome parte gradualmente en todas las ramas de la administración. 3. La atracción gradual de toda la población laboriosa, hasta el último hombre, a la tarea de la administración del Estado. La aplicación plena y general de estas medidas —que son un nuevo paso en la senda hollada primeramente por la Comuna de París— y la simplificación de las funciones administrativas, junto a una elevación del nivel cultural de los obreros, conducirá al aniquilamiento del poder del Estado.”

La cuestión del burocratismo soviético no es una mera cuestión de formalismos e hinchazón de los cuadros de funcionarios. En el fondo, es una cuestión del papel de clase desempeñado por la burocracia, de sus lazos y simpatías sociales, de su poder y su posición privilegiada, de su relación con el nepman y el obrero no especializado, con la intelligentsia y los hombres incultos, con la esposa del “Excelencia” soviético y la campesina más ignorante, etc., etc. ¿De qué lado se queda el funcionario? Esta es la cuestión fundamental que diariamente examinan en la experiencia de la vida millones de trabajadores.

En vísperas de la revolución de Octubre, Lenin, aludiendo al análisis marxista de la Comuna de París, hacía resaltar la idea de que “bajo el socialismo los funcionarios dejarán de ser burócratas, dejarán de ser chinovniks. Dejarán de serlo en la medida en que introduzcamos, no sólo el principio electoral, sino también el principio de pagar según el tipo medio de salario del obrero así como la sustitución de instituciones parlamentarias por instituciones activas, es decir, por instituciones que dicten leyes y las pongan en práctica”.

¿En qué dirección se está desarrollando el aparato del Estado Soviético en estos últimos años? ¿En la dirección de la simplificación y la reducción de los costes? ¿En la de la proletarización? ¿Aproximándose a los trabajadores de la ciudad y del campo? ¿Aminorando el abismo existente entre los gobernantes y los gobernados? ¿A qué punto hemos llegado respecto a la introducción de una mayor igualdad en las condiciones de vida, en los derechos y las obligaciones? ¿Progresamos en este sentido? Es absolutamente notorio que no se puede dar una respuesta afirmativa a ninguna de estas preguntas. (Ni que decir tiene, por supuesto, que la igualdad efectiva y total sólo puede conseguirse con la abolición de las clases.)

En la época de la NEP, la tarea de la igualación se ve dificultada y retardada, pero no anulada. Para nosotros, la NEP no es el camino del capitalismo sino el camino del socialismo. Por lo tanto, la atracción gradual de toda la población laboriosa a la tarea de la administración del Estado, la lucha sistemática por una mayor igualdad, sigue siendo bajo la NEP una de las tareas más importantes del partido. Esta lucha sólo puede dar resultado contando con una creciente industrialización del país y un aumento del predominio del proletariado en todas las ramas de la construcción material y cultural. Esta lucha por una mayor igualdad no excluye, en el período de transición, el pago de un salario superior a los obreros especializados y una elevación del nivel material del trabajo de los especialistas. Tampoco excluye el que se pague mejor a los maestros que en los países burgueses, etc.

Es necesario tener presente que el ejército de funcionarios ha ido aumentando numéricamente en los últimos años. Se está consolidando, se está elevando por encima de la población general y se entremezcla con los elementos más ricos de la ciudad y del campo. Las “instrucciones” de 1925, que concedieron derechos electorales a innumerables elementos explotadores, no fueron más que una expresión clarísima del hecho de que el aparato burocrático, hasta su misma cumbre, ha llegado a hacerse eco de las pretensiones de los elementos ricos, acumuladores y prósperos de la comunidad. La anulación de estas instrucciones, que suponían positivamente una violación de la constitución soviética, fue un resultado de la crítica de la Oposición. Pero la primera elección celebrada bajo las nuevas instrucciones ha puesto ya de manifiesto en cierto número de localidades una aspiración estimulada desde arriba para que se reduzca todo lo posible el sector de los grupos acomodados privados de derechos civiles. Sin embargo, el eje de la cuestión no se halla aquí. Bajo el continuo desarrollo relativo de la nueva burguesía y del kulak, y su acercamiento a la burocracia, bajo la falsa orientación de nuestros dirigentes en general, el kulak y el nepman, aunque privados de derechos electorales, siguen siendo capaces de influir en el personal administrativo y en la política cuando menos de los órganos inferiores del soviet, aunque permanecen entre bastidores.

La penetración de los elementos del kulak inferior y el “semi-kulak” y de la burguesía urbana en los soviets, que comenzó en 1925 y fue detenida en parte por los ataques de la Oposición, es un proceso político muy profundo, cuya desestimación o encubrimiento amenazaría con terribles consecuencias a la dictadura del proletariado.

Los soviets urbanos, que son el instrumento fundamental para introducir a los obreros y a las masas laboriosas, del primero al último hombre, en la tarea de la administración del Estado, han ido perdiendo en los últimos años toda su significación real. Esto expresa un cambio indudable en la correlación de las fuerzas de clase desventajoso para el proletariado. No cabe pensar en oponerse a estos fenómenos mediante una mera “vivificación” administrativa de los soviets. Sólo puede combatírselos con una firme política de clase, con una oposición decisiva a los nuevos explotadores, con un aumento de la actividad y la influencia del proletariado en todas las instituciones y en todos los órganos del Estado Soviético sin excepción.

La “teoría” de Molotov de que no podemos pedir un acoplamiento de los obreros al Estado y del Estado a los obreros porque nuestro Estado es ya de por sí y ante sí un Estado proletario es la fórmula burocrática más nociva que puede imaginarse, pues sanciona de antemano toda deformación burocrática concebible. Toda crítica de esta “teoría” antileninista de Molotov —”teoría” que goza de la simpatía declarada o muda de vastos sectores del funcionariado soviético— se tilda bajo la actual dirección de desviación socialdemócrata; pero para luchar eficazmente contra las deformaciones burocráticas es condición indispensable condenar rigurosamente ésta y todas las “teo-rías* similares. Semejante lucha no significa simplemente convertir en funcionarios a cierto número de obreros: significa una aproximación de todo el aparato del Estado en todas sus funciones cotidianas a los obreros y a los campesinos más pobres.

La presente lucha oficial contra el burocratismo, que no se basa en la actividad de clase de los obreros, sino que se esfuerza por reemplazar ésta con los esfuerzos del aparato mismo, no da ni puede dar resultados esenciales. En muchos casos fomenta y fortalece incluso el burocratismo existente.

En la vida interna de los soviets puede observarse asimismo en estos últimos años una serie de procesos completamente reaccionarios. Los soviets intervienen cada vez menos en la decisión de las cuestiones políticas, económicas y culturales fundamentales. Se están convirtiendo en meros complementos de los comités ejecutivos y de las presidencias (presidiums). La tarea de la administración va concentrándose totalmente en manos de las últimas. La discusión de los problemas en las asambleas generales de los soviets es un mero simulacro de discusión.

Al mismo tiempo se prolonga el intervalo entre las elecciones a los órganos de los soviets, y aumenta la independencia de estos últimos con respecto a las grandes masas de los trabajadores. Todo esto fortalece grandemente la influencia de los funcionarios en la decisión de todas las cuestiones.

La administración de sectores enormes de la economía urbana suele hallarse en manos de uno o dos comunistas, que eligen sus especialistas y sus funcionarios y a veces se colocan bajo la absoluta dependencia de ellos. No se lleva a cabo la debida preparación de los miembros del soviet. No se practica una selección para el trabajo des-de la base a la cúspide. Esto origina un continuo descontento por la falta de obreros especializados en el aparato soviético, y da todavía más fuerza al funcionario.

Los líderes y administradores elegidos para funciones importantes del soviet son destituidos al primer conflicto que se plantea con el presidente de éste, y todavía se les destituye antes en caso de conflicto con el secretario del Comité provincial del partido. A consecuencia de esto, el principio electoral queda reducido a la nada, y la respon-sabilidad para con los electores pierde toda su significación.

Es necesario, pues:

1. Adoptar una firme política de lucha contra el funcionarismo, y entablar esta lucha como lo haría Lenin para hacer que fuera una verdadera lucha, destinada a refrenar las aspiraciones explotadoras de la nueva burguesía y del kulak mediante un sólido desarrollo de la democracia proletaria en el partido, en los sindicatos y en los soviets.

2. Tomar la consigna de poner al obrero, al hombre asalariado, al campesino pobre y medio y no al kulak, en estrecho contacto con el Estado, y establecer la sumisión incondicional del aparato del Estado a los intereses esenciales de las masas laboriosas.

3. Como base para la vivificación de los soviets elevar la actividad de clase de los obreros, de los peones agrícolas y de los campesinos pobres y medios.

4. Convertir los soviets urbanos en órganos reales del poder proletario y en instrumentos para la introducción de las grandes masas de obreros a la tarea de la administración de la obra socialista: realizar, no de palabra, sino de hecho, el control de los soviets de la ciudad en los comités ejecutivos provinciales y en los órganos sujetos a estos comités.

5. Poner término de modo definitivo a la destitución de funcionarios electos del soviet, salvo en caso de necesidad absoluta y real, en el cual debe darse a conocer la causa de los electores.

6. Debemos lograr que el obrero más atrasado y la campesina más ignorante se convenzan por experiencia de que en cualquier institución del Estado encontrarán aten-ción, consejo y toda la ayuda posible

CAPÍTULO VI

LA CUESTIÓN NACIONAL

El acortamiento del ritmo general del desarrollo socialista, el incremento de la nueva burguesía en la ciudad y en el campo, el fortalecimiento de la intelligentsia burguesa, el aumento del burocratismo en los órganos del Estado, el mal régimen del partido y, junto a todo esto, el desarrollo de un chauvinismo de gran potencia y de un espíritu nacionalista en general, todo ello encuentra su expresión más morbosa en el problema de las nacionalidades y de las repúblicas autónomas dentro de la Unión Soviética. Las dificultades se ven redobladas por la existencia en algunas de estas repúblicas de los residuos de una cultura precapitalista.

Bajo la Nueva Política Económica, el papel del capital privado aumenta con singular rapidez en las fronteras industrialmente atrasadas. Aquí los órganos económicos suelen confiar por entero en el capitalista privado. Fijan los precios sin tener en cuenta la situación real de las masas de campesinos pobres y medios. Reducen artificialmente los salarios de los peones agrícolas. Entienden inmoderadamente el sistema de la mediación burocrática privada entre las industrias y el de los campesinos que suministran las materias primas. Orientan a las cooperativas en el sentido de que presten mayores servicios a las capas más ricas de las aldeas. Descuidan los intereses de ese grupo especialmente atrasado formado por los ganaderos y los semi-ganaderos. El problema esencial —poner en práctica un plan de construcción industrial y en particular un plan de industrialización para la utilización de las primeras materias agrícolas— se relega siempre a segundo término.

El burocratismo, sostenido por el espíritu de un chauvinismo de gran potencia, ha logrado transformar la centralización soviética en una fuente de riñas por el reparto de los puestos oficiales entre las nacionalidades (la Federación del Cáucaso meridional). Ha echado a perder las relaciones entre el centro y las fronteras. Ha reducido positivamente a la nada la significación del soviet de nacionalidades. Ha impuesto una vigilancia burocrática a las repúblicas autónomas, hasta el punto de privar a estas últimas del derecho a resolver los litigios sobre la tierra entre la población local y la población rusa. Hasta el día de hoy, este chauvinismo de gran potencia, tal como se expresa en particular a través del aparato del Estado, sigue siendo el principal enemigo del acercamiento y la consolidación de los obreros de las diferentes nacionalidades.

Un apoyo real de los pobres, un acercamiento de la masa general de los campesinos medios a los pobres y asalariados, una organización de estos últimos en una fuerza de clase independiente, son cosas de especial importancia en los territorios nacionales y en las repúblicas. Sin una organización real de los labradores, sin la creación de cooperativas y la organización de los campesinos, corremos el riesgo de dejar nuestras atrasadas regiones orientales en su tradicional condición de esclavitud y de privar por completo a las secciones de nuestro partido en estas regiones de miembros auténticos de la clase inferior.

La tarea de los comunistas en las nacionalidades atrasadas o recién despiertas debe ser dirigir el proceso del despertar nacional por los derroteros del socialismo soviético. Debemos atraer a las masas laboriosas a la obra constructiva económica y cultural principalmente fomentando el desarrollo del idioma y las escuelas locales y la nacionalización del aparato soviético.

En las regiones donde hay rozamientos con otras nacionalidades o minorías nacionales, el nacionalismo que acompaña al desarrollo de los elementos burgueses tornase a menudo francamente agresivo. En tales circunstancias, la “nacionalización” del aparato local se efectúa a expensas de las minorías nacionales. Las cuestiones de fronteras se convierten en una fuente de rencor nacional. La atmósfera de la actividad del partido, del soviet y del sindicato se halla envenenada de nacionalismo.

La ucranianización, la turquificación, etc., sólo pueden dar el resultado debido después de extirpar los hábitos burocráticos y de gran potencia, en las instituciones y los órganos de la Unión. Sólo pueden dar el debido resultado si en la república nacional se conserva el papel predominante del proletariado, si nos apoyamos en las clases inferiores y nos entregamos a una lucha continua e irreconciliable con el kulak y los elementos chauvinistas.

Estas cuestiones son de particular importancia en centros industriales como la cuenca del Don o Bakú, cuya población proletaria es, en general, de una nacionalidad distinta a la de la comarca circundante. En estos casos, la acertada relación cultural y política entre la ciudad y el campo exige:1l° Una actitud especialmente atenta y sinceramente fraternal de las ciudades para las demandas materiales y espirituales del campo extraño. 2° Una resistencia resuelta a toda tentativa burguesa por introducir una cuña entre la ciudad y el campo, bien cultivando una arrogancia burocrática hacia los distritos rurales, o un odio reaccionario del kulak por la ciudad.

Nuestro régimen burocrático encarga de la ejecución práctica de su nacionalización ficticia a funcionarios, especialistas y maestros pequeños burgueses que se hallan ligados por innumerables lazos sociales y culturales a los niveles superiores de la ciudad y del campo. Estos ajustan sus normas a los intereses de los mencionados niveles, lo cual aparta al pobre del partido y del poder soviético y le arroja a los brazos de la burguesía comercial, de los usureros, de los curas reaccionarios y de los elementos feudo-patriarcales. Al mismo tiempo, nuestro régimen burocrático desecha a puntapiés a los elementos genuinamente comunistas de la nacionalidad, acusándoles a veces de “desviadores” y persiguiéndoles por todos los medios posibles. Así ocurrió, por ejemplo, con un grupo importante de antiguos bolcheviques georgianos, que incurrieron en el desagrado del grupo Stalin y fueron calurosamente defendidos por Lenin en el último período de su vida.

La elevación de las masas obreras de las repúblicas y los territorios nacionales que la Revolución de octubre hizo posible, es la razón de que estas masas aspiren a una participación inmediata e independiente en la vida constructiva práctica. Nuestro régimen burocrático intenta paralizar esta aspiración, asustando a las masas con el grito del nacionalismo local.

El XII Congreso de nuestro partido reconoció la necesidad de una lucha contra “las reliquias de un chauvinismo de gran potencia”, contra “la desigualdad económica y cultural de las nacionalidades dentro de la Unión Soviética”, contra “las reliquias del nacionalismo en toda una serie de pueblos que han soportado el pesado yugo de la opresión rusa”. La cuarta Conferencia del partido (1923), celebrada con asistencia de los representantes oficiales de las repúblicas y los territorios nacionales, declaró que “uno de los problemas radicales del partido es la creación y desarrollo de organizaciones comunistas entre los elementos proletarios y semiproletarios de la población local en las repúblicas y los territorios nacionales”. La Conferencia declaró unánimemente que los comunistas que van del centro a las repúblicas y los territorios atrasados deben desempeñar el papel “no de pedagogos y niñeras, sino de auxiliares” . Durante los recientes años se ha seguido precisamente la dirección opuesta. Los directores del aparato nacional del partido, nombrados por el Secretariado del Comité Central, asumieron la decisión efectiva de todas las cuestiones del partido y del soviet. Reunieron a los obreros activos de las nacionalidades como una especie de comunistas de segunda fila, a los que sólo se les hace intervenir para desempeñar una “función representativa” formal (Crimea, Kazajstán, Turkmenistán, Tartaria, las provincias montañosas del Cáucaso septentrional, etc.). Se ha tomado por sistema dividir desde arriba a los obreros del partido local en “derecha” e “izquierda”, con el fin de que el secretario nombrado por el órgano central pueda dirigir arbitrariamente ambos grupos.

En la esfera de nuestra política nacional, lo mismo que en las demás, es necesario volver al punto de vista leninista:

1.            Esforzarse de modo más sistemático, más insistente, más doctrinal, por vencer las divisiones nacionalistas entre los obreros de nacionalidad diferente, en particular adoptando una actitud de consideración por los obreros “nacionales” recién llegados, aumentando su pericia y mejorando sus condiciones vitales y culturales. Recordar firmemente que la verdadera palanca para adherir los distritos nacionales atrasados a la obra constructiva del soviet es la creación y el desarrollo de núcleos proletarios en la población local.

2.            Volver a examinar el plan económico quinquenal con vistas a aumentar el ritmo de la industrialización de las fronteras atrasadas y construir un plan quinquenal que tenga en cuenta los intereses de las repúblicas y los territorios nacionales. Adaptar nuestra política adquisitiva al desarrollo de los cultivos especiales entre los propietarios pobres y medios (el algodón en el Asia Central, el tabaco en Crimea, Ábkhasia, etc.). La política de crédito comparativo, así como la de mejoramiento (en el Asia Central, Cáucaso meridional, etc.), debe llevarse a cabo siguiendo una estricta orientación de clase y en relación con los problemas fundamentales de la construcción socialista. Con-ceder una mayor atención al desarrollo de las cooperativas ganaderas y practicar la industrialización en el empleo de las primeras materias agrícolas del modo más adecuado a las condiciones locales. Revisar nuestra política de colonización en rigurosa correspondencia con los intereses de una política acertada sobre la cuestión nacional.

3.            Poner en práctica concienzudamente la política de nacionalización del aparato del soviet y del partido, el sindicato y la cooperativa, con una genuina apreciación de las relaciones de clase e intemacionalistas. Emprender una lucha real contra la actitud de los colonizadores en las actividades del Estado, las cooperativas y otros órganos. Abolir toda mediación burocrática entre el centro y las fronteras. Estudiar la experiencia de la Federación caucásica meridional desde el punto de vista de su acierto o su fracaso para fomentar el desarrollo industrial y cultural de estas nacionalidades.

4.            Suprimir sistemáticamente cuantos obstáculos se opongan a la unión y consolidación más completas posible de los obreros de las diferentes nacionalidades de la Unión Soviética sobre la base de la construcción socialista y la revolución internacional. Emprender una lucha decisiva contra la imposición mecánica a los obreros y los campesinos de otras nacionalidades del idioma nacional predominante. En esta cuestión, las masas laboriosas deben tener absoluta libertad de elección. Deben garantizarse los verdaderos derechos de cada minoría nacional dentro de las provincias de cada república nacional. En toda esta labor debe concederse especial atención a las condiciones excepcionales que puedan surgir entre nacionalidades antaño oprimidas y las que fueron sus opresoras.

5.            Una firme adopción de la democracia dentro del partido en todas las repúblicas y los territorios nacionales; una repudiación absoluta de la actitud de mando para con los elementos no rusos y de los nombramientos y los traslados desde arriba; una repudiación de la política de la división obligatoria de los comunistas no rusos en izquierdas y derechas; una promoción y una preparación más atenta de los miembros proletarios, semiproletarios, proletarios agrícolas y campesinos (antikulaks) del partido.

6.            Una repudiación de la tendencia Ustrialov y de todo género de tendencias de gran potencia, sobre todo en los comisariados centrales y en el aparato del Estado en general. Una lucha educativa contra el nacionalismo local basada en una política clara y consistente de clase sobre la cuestión nacional.

7.            Transformación de los soviets de nacionalidad en órganos de funcionamiento efectivo ligados a la vida de las repúblicas y los territorios nacionales y verdaderamente capaces de defender sus intereses.

8.            Conceder la atención debida al problema nacional en la labor de los sindicatos y al problema de la creación de unidades proletarias nacionales. Las cuestiones de estos sindicatos deben tratarse en la lengua local, debiendo protegerse los intereses de todas las nacionalidades y las minorías nacionales.

9.            No conceder derechos civiles bajo ningún pretexto a los elementos explotadores.

10.          Convocar la quinta Conferencia de nacionalidades sobre la base de la representación real de las clases “inferiores”.

11.          Publicación en la prensa de la carta de Lenin sobre la cuestión nacional, que contiene una crítica del camino seguido por Stalin en este problema.

CAPITULO VII

El PARTIDO

Ningún partido ha logrado nunca en la historia del mundo una victoria tan gigantesca como el nuestro, que lleva ya diez años a la cabeza de la clase trabajadora y que ha realizado su revolución. El Partido Comunista de la URSS es el instrumento fundamental de la revolución proletaria. El Partido Comunista de la URSS es el partido dirigente del Comintern. Ningún otro partido ha asumido nunca tamaña responsabilidad histórica internacional. Mas por esta misma razón y por la fuerza de que dispone nuestro partido debe criticar sin miedo sus propios errores. Debe descubrir sus lados más sombríos y contemplar claramente el peligro de una degeneración efectiva, con el fin de adoptar las medidas oportunas para impedirla. Siempre se hizo así en vida de Lenin, que constantemente nos advertía contra el peligro de que degeneráramos en un “partido de pedantes”. Al presentar el siguiente cuadro de la situación actual de nuestro partido, con sus aspectos más sombríos, los miembros de la Oposición manifestamos la firme esperanza de que con una verdadera política leninista el partido puede vencer su debilidad y ponerse a la altura de su tarea histórica.

1.            La composición social de nuestro partido ha empeorado continuamente en estos últimos años. El 1° de enero de 1927, el partido comprendía en números redondos:

Obreros ocupados en la industria y el transporte 430.000

Obreros agrícolas: 15.700

Campesinos (más de la mitad son ahora funcionarios del Gobierno): 303.000

Funcionarios (la mitad de los cuales fueron antes obreros): 462.000

Así, pues, el l de enero sólo una tercera parte de nuestro partido eran obreros de las fábricas (en realidad, sólo un 31 por ciento), y las dos terceras partes restantes eran campesinos, funcionarios, ex obreros y de profesiones varias.

En el último año y medio, nuestro partido ha perdido unos 100.000 obreros de las fábricas. Las expulsiones “automáticas” del partido en 1926 afectaron a 25.000 comunistas de la base, el 76,5 por ciento de los cuales eran obreros de las fábricas. El reciente proceso de “depuración” que acompañó a la nueva reinscripción de los miembros del partido, motivó, según los datos oficiales (que indudablemente aminoran los hechos), la expulsión del partido de unos 80.000 miembros, la inmensa mayoría de los cuales eran obreros industriales. “En cifras relativas, la reinscripción ha alcanzado al 93,5 por ciento de los afiliados al partido a principios del corriente año”. Así, pues, por el sencillo procedimiento de una nueva reinscripción, se expulsó al 6,5 por ciento de los componentes del partido (unos 80.000 miembros). Entre los expulsados, un 50 por ciento eran obreros especializados, y más de la tercera parte, obreros semiespecializados. Los intentos del aparato del Comité Central por empequeñecer estos datos, harto empequeñecidos ya, fracasaron de modo notorio. Para contrarrestar nuestra “presión leninista”, tenemos una “depuración” estalinista.

Por otra parte, después del XIV Congreso el partido ha dado ingreso a 100.000 campesinos, la mayoría de los cuales son campesinos medios. El porcentaje de jornaleros agrícolas es completamente insignificante.

2.            La composición social de los órganos directores del partido ha empeorado todavía más. En los comités de distrito (Vyesd), el 99,5 por ciento son campesinos (en su origen), el 24,4 por ciento son empleados, etc. El 81,8 por ciento de los miembros de estos comités están empleados en las instituciones del Estado. El número de obreros de las fábricas que integran los cuadros de estos órganos de gobierno del partido es insignificante. En los comités de provincia (Gubemia) constituye el 13,2 por ciento; en los comités de distrito (Uyesd), del 9,8 al 16,1 por ciento.

En el mismo partido, una tercera parte de los miembros son obreros industriales y en los órganos ejecutivos del partido, éstos sólo constituyen una décima parte. Esto supone un grave peligro para el partido. Los sindicatos han seguido el mismo camino. Esto demuestra la enorme cantidad de poder que nos han arrebatado los “administra-dores” procedentes de los sectores pequeño burgueses así como los “burócratas obreros”. Este es el camino más seguro que puede conducirnos a la “desproletarización” del partido.

3.            El papel de los socialistas revolucionarios y los mencheviques en el aparato del partido y en los puestos importantes en general ha aumentado. Al celebrarse el XIV Congreso, el 38 por 100 de los que ocupaban puestos responsables y de dirección en nuestra prensa eran personas que habían venido a nosotros de otros partidos. En la actualidad, la situación es todavía peor. La dirección real de la prensa bolchevique del partido o está en manos de la escuela revisionista, de los “jóvenes” (Sliepkov, Stitski, Marietski y otros), o de antiguos miembros de otros partidos. Aproximadamente, una cuarta parte de los que se hallan a la cabeza de la administración de nuestro partido son antiguos socialistas revolucionarios y mencheviques.

4.            El burocratismo va tomando incremento en todas las esferas; pero su desarrollo es particularmente ruinoso dentro del partido. El burócrata del partido considera hoy las cosas de la siguiente manera: “Hay miembros del partido que no acaban de comprender éste tal como es en realidad. Creen que el partido empieza por la sección local, que la sección local es el primer ladrillo, que luego viene el comité de sector (Rayon), y así se va subiendo hasta llegar al Comité Central. Eso no es exacto (1H). El partido debe ser considerado de arriba abajo, y esta actitud debe adoptarse en todas las relaciones prácticas y en toda la labor del partido”.

Las definiciones de la democracia interna del partido que nos dan camaradas más responsables, como Uglanov, Molotov, Kaganovich, etc., se reducen esencialmente a lo mismo.

Esta “nueva” concepción es peligrosa en sumo grado. Si reconociéramos efectivamente que nuestro partido “debe ser considerado de arriba abajo”, querría decirse que había dejado de existir un partido leninista, un partido de las masas obreras.

5.            Estos últimos años han presenciado una abolición sistemática de la democracia interna del partido, violando toda la tradición del partido bolchevique. La elección genuina de los funcionarios está desapareciendo en la práctica. Los principios organizativos del bolchevismo son deformados a cada paso. La constitución del partido se está modificando sistemáticamente para aumentar los derechos de los de arriba y disminuir los del núcleo situado en la base. Los plazos para la duración de los comités de distrito, sector y provincia han sido prolongados por el Comité Central a un año, dos y más.

Los presidentes de los comités de provincia, los comités ejecutivos de provincias, los consejos sindicales, etc., son de hecho inamovibles por períodos de tres a cinco años y más. El derecho de cada miembro del partido, de cada grupo de añilados a “recurrir al partido para resolver sus diferencias radicales”, ha quedado de hecho anulado. Los Congresos y las Conferencias se convocan sin una discusión libre preliminar (como se hacía siempre en vida de Lenin) de todas las cuestiones por la totalidad del partido. El hecho de pedir esta discusión se considera una violación de la disciplina del partido. Se ha olvidado por completo la frase de Lenin de que “los jefes bolcheviques deben ser sostenidos sinceramente por la voluntad honrada y consciente del ejército, el cual les sigue, pero al mismo tiempo los dirige “.

Dentro del partido está teniendo lugar —como secuela natural de la trayectoria general— un proceso sumamente significativo de relegamiento de los antiguos afiliados que vivieron el período ilegal o cuando menos el de la guerra civil, y tienen independencia y capacidad para defender su punto de vista. Estos son reemplazados por elementos nuevos, que se distinguen principalmente por su sumisa obediencia. Esta obediencia, cultivada desde arriba bajo el nombre de disciplina revolucionaria, no tiene absolutamente nada que ver en realidad con ésta. Con no poca frecuencia vemos que comunistas nuevos, escogidos entre esos obreros que se distinguieron siempre por su sumisión a las antiguas autoridades prerrevolucionarias, llegan a ocupar ahora puestos preponderantes en la administración y en los organismos de la clase obrera. Estos comunistas se hacen valer manifestando una hostilidad profunda por los antiguos militantes, por los que dirigieron a la clase obrera en los momentos más duros de su revolución.

El mismo fenómeno se advierte en una forma todavía más sucia en el aparato del Estado, en donde es frecuente encontrar la figura perfecta del chinovnik (burócrata) del “partido”. En las ocasiones solemnes, este hombre jura por octubre; se distingue por una indiferencia absoluta hacia su tarea; vive arraigado en un medio burgués, denigra a los amos en la vida privada y en las asambleas del partido ataca a la Oposición.

Los verdaderos derechos de un alto miembro del partido (sobre todo del secretario) son muchas veces mayores que los verdaderos derechos de cien miembros anónimos. Esta creciente sustitución del partido por su propio aparato es fomentada por la “teoría” de Stalin, que niega el principio leninista, inviolable para todo bolchevique, de que la dictadura del proletariado sólo puede realizarse por medio de la dictadura del partido.

La extinción de la democracia interna del partido conduce a la extinción de la democracia en general: en los sindicatos y en todas las demás organizaciones de masas.

Las discrepancias internas del partido son adulteradas. Durante meses y años se sostiene una polémica viciosa contra las opiniones de bolcheviques acusados de formar “la Oposición”. Y a estos bolcheviques no se les permite exponer sus verdaderas opiniones en las páginas de la prensa del partido. Antiguos mencheviques, socialistas revolucionarios, cadetes, bundistas, sionistas, atacan y denuncian en las páginas de Pravda documentos que han sido presentados al Comité Central por miembros de éste. Recortan y deforman frases separadas de estos documentos; pero los documentos mismos no se publican nunca. Las secciones del partido se ven obligadas a condenar documentos que ignoran en absoluto.

El partido se ve obligado a juzgar nuestras discrepancias basándose en las “interpretaciones” y explicaciones oficiales, a veces tan ignorantes como falsas y que repugnan a cualquiera. La frase de Lenin: “todo el que cree algo simplemente porque lo oye decir es un idiota rematado”, ha sido reemplazada por una nueva fórmula: “Quien no cree lo que se dice oficialmente es un oposicionista”. Los obreros industriales que se inclinan del lado de la Oposición tienen que pagar sus opiniones con la falta de trabajo. El miembro anónimo del partido no puede decir en voz alta lo que piensa. Los viejos afiliados se ven privados del derecho a expresarse en la prensa o en las asambleas.

Los bolcheviques que defienden las ideas de Lenin son acusados infamemente de querer crear “dos partidos”. Esta acusación fue inventada con el deliberado propósito de colocar a los obreros en contra de la Oposición, pues éstos defienden con entusiasmo, como es natural, la unidad de su partido. Toda crítica dirigida contra los crasos errores mencheviques de Stalin (sobre el problema de la revolución china, el Comité anglorruso, etc.) se califica de “lucha contra el partido”, y eso no obstante el hecho de que Stalin no ha pedido nunca al partido su previo parecer ni sobre la política a seguir en China ni sobre ningún otro problema importante. Esta acusación de que la Oposición desea crear “dos partidos” se oye diariamente en labios de aquellos cuyo único objeto es eliminar del partido a los miembros bolcheviques-leninistas para tener las manos libres y poder entregarse a su política oportunista.

6.            Casi toda la labor educativa del partido y la empresa de la cultura política elemental han quedado reducidas a un curso de antioposicionismo. El método de persuasión no sólo ha sido sustituido casi en absoluto por el método de coerción, sino que éste ha sido complementado con el método de engañar al partido. Reducida la educación del partido a una mera propaganda oficial, existe una tendencia general a eludirla. La asistencia a las asambleas, a las escuelas y los círculos del partido, en donde no se hace más que combatir a la Oposición, ha decrecido inmoderadamente. El partido emplea la resistencia pasiva contra la falsa orientación actual de su aparato.

7             . No sólo han aumentado en el partido en estos últimos años el burocratismo, el profesionalismo y la desigualdad, sino que están penetrando en él corrientes cenagosas procedentes de fuentes extrañas y de clases hostiles, como, por ejemplo, el antisemitismo. La

8             . A pesar de estos hechos, las medidas represivas se dirigen exclusivamente contra la izquierda. Ha llegado a convertirse en algo naturalísimo expulsar a los oposicionistas por hablar en las reuniones de sus secciones locales, por hacer declaraciones severas, por intentar leer el testamento de Lenin. Por su grado de comprensión política y, lo que es más importante, por su devoción a la causa del partido, los expulsados suelen permanecer a mayor altura que los que les expulsan. Al verse fuera del partido —por el crimen de manifestar “desconfianza” y “pesimismo” con respecto a Chiang Kai-shek, Purcell o sus propios burócratas— estos camaradas siguen viviendo la vida del partido, y le sirven a éste mucho más que muchos de los arribistas y filisteos que siguen siendo afiliados.

9             . La actual granizada de represiones y amenazas, que aumenta considerablemente ante la proximidad del XV Congreso, está llamada a amedrentar todavía más al partido y atestigua el hecho de que el grupo unido de Stalin y Rykov tiene que recurrir a medidas extremas para disimular sus errores políticos, colocando al partido en todos los Congresos y Conferencias en presencia de un hecho consumado.

10           . La orientación política del Comité Central (que fue determinada en el XIV Congreso por adhesión a Stalin) es errónea. Aunque oscilando, el actual núcleo del Comité Central se desvía continuamente hacia la derecha. La abolición de la democracia interna del partido es un resultado inevitable del hecho de que la orientación política es radicalmente errónea. Toda vez que refleja la presión de elementos pequeño burgueses, la influencia de las capas no proletarias que envuelven nuestro partido, dicha abolición tiene que ser inevitablemente impuesta desde arriba por la fuerza.

En la esfera teórica, la llamada “escuela de los jóvenes” disfruta de un monopolio. Es ésta una escuela de revisionistas, que están dispuestos en cualquier momento a ejecutar las órdenes literarias del aparato. Los mejores elementos de la juventud bolchevique, saturados de las tradiciones genuinas del partido bolchevique, no sólo son eliminados, sino que también perseguidos.

En la esfera organizativa, la sumisión real del Politburó al Secretariado y del Secretariado al secretario general, es desde hace mucho tiempo un hecho consumado. Los temores manifestados por Lenin en su testamento —el temor de que Stalin no fuera lo bastante leal y no empleara “el poder inmoderado” que había “concentrado en sus manos” en la debida forma— se han visto justificados.

En estos momentos se advierten tres tendencias fundamentales en el Comité Central y en los órganos dirigentes del partido en general.

La primera tendencia es una franca desviación a la derecha. Esta tendencia se halla compuesta a su vez de dos grupos. Uno de ellos representa con bastante exactitud, por su oportunismo y su ductilidad, al campesino medio “económicamente poderoso”. Se gobierna por él y se inspira en sus ideales. Este es el grupo de los camaradas Rykov, A. P. Smiraov, Kalínin, G. Petrosvki, Chubar, Kaminski y otros. En tomo suyo y en su inmediata vecindad trabajan los políticos “sin partido”, los Kondratiev, los Sadyrin, los Chai anov y otros representantes de los campesinos ricos, que predican, más o menos abiertamente, las doctrinas de Ustrialov. En cada Gubemia y frecuentemente en cada Uyesd pueden encontrarse pequeños Kondratiev y Sadyrin, que gozan de su parte de poder e influencia real. El otro grupo de la primera tendencia general se halla formado por líderes sindicales que representan a la parte mejor pagada de los obreros y los empleados. Este grupo se caracteriza, en particular, por el deseo de establecer un con-tacto más íntimo con la Internacional de Ámsterdam. Sus líderes son los camaradas Tomski, Melnichanski, Dogadov y otros. Entre estos dos grupos se producen algunos rozamientos; pero ambos coinciden en el deseo de desviar el curso del partido y del Estado Soviético hacia la derecha, tanto en la política internacional como en la política interior. Ambos se distinguen por su desprecio hacia las teorías del leninismo y su inclinación a renunciar a las tácticas de la revolución mundial.

La segunda tendencia es el “centrismo” del aparato oficial. Los líderes de esta tendencia son los camaradas Sta lin, Molotov, Ulanov, Kaganovich, Mikoyan y Kirov. Esta tendencia constituye en realidad el actual Politburó, Bujarin, oscilando entre uno y otro lado, “generaliza” la política de este grupo. En sí mismo, este grupo centrista oficial es el que menos expresa la actitud de alguna masa importante; pero trata —no sin éxito— de adueñarse del partido. La casta de “administradores” —en el partido, los sindicatos, los órganos industriales, las cooperativas, el aparato del Estado— cuenta ahora con decenas de miles de individuos. Entre éstos no escasean los burócratas “obreros”, es decir, los funcionarios que antes fueron obreros y que han perdido toda relación con las masas laboriosas.

Innecesario es añadir que en los órganos de administración y dirección tan importantísimos para el destino de la revolución, pueden encontrarse muchos miles de revolucionarios heroicos, de obreros que no han roto sus lazos con las masas y que están entregados en cuerpo y alma a la causa de los obreros. Estos son los que realizan la obra del comunismo en esas instituciones.

Esto no altera el hecho de que la degeneración de nuestra ruta política y del régimen de nuestro partido está dando origen a una casta innumerable de burócratas genuinos.

El poder real de esta casta es enorme. Este grupo de “administradores” es justamente el que habla obstinadamente en pro de la “tranquilidad”, de que “se vaya al grano” y sobre todo de que “no se discuta”. Es justamente este grupo el que anuncia complacientemente (y a veces lo cree sinceramente) que “casi hemos llegado ya al socialismo”, que “las nueve décimas partes del programa” de la revolución socialista han sido ejecutadas ya. Este grupo es el que “mira desde arriba” a todo el partido y todavía más a los obreros no especializados, a los sin trabajo, a los jornaleros agrícolas. Este grupo ve el principal enemigo en la izquierda, es decir, entre los leninistas revolucionarios. Este grupo es el que da la consigna: “¡Fuego a la izquierda!”

Actualmente, estas dos tendencias la derecha y el “centro”, se han consolidado por su hostilidad común a la Oposición. La eliminación de ésta aceleraría inevitablemente el conflicto entre ellas.

La tercera tendencia es la que se ha dado en llamar la Oposición. Esta es el ala leninista del partido. Las lastimosas tentativas por hacer creer que es una oposición procedente de la derecha (una “desviación socialdemócrata”, etc.) proceden del deseo del grupo gobernante de ocultar su propio oportunismo. La Oposición defiende la unidad del partido. Stalin propaga su programa —eliminar la Oposición— bajo la falsa bandera de que la Oposición quiere crear un “segundo” partido. La Oposición responde con su consigna: “La unidad del partido comunista leninista ruso a toda costa.” La plataforma de la Oposición se halla expuesta en el presente documento. Los sectores obreros del partido y todos los verdaderos bolcheviques leninistas se pondrán de su parte.

Las deserciones individuales de la Oposición son inevitables en las penosas circunstancias en que se ve obligada a luchar por la causa de Lenin. Algunos individuos volverán a agruparse entorno a los líderes de las tres tendencias mencionadas; pero esto no modificará la parte fundamental de la cuestión.

11. Todos los hechos enumerados constituyen, tomados en conjunto, una crisis del partido. Las discrepancias internas se han agudizado sin cesar a partir de la muerte de Lenin, dando motivo a una serie inacabable de problemas cada vez más fundamentales.

La masa del partido es partidaria ante todo de la unidad. Todas las maniobras de Stalin han de colocar a los afiliados al partido en toda cuestión importante o difícil que se plantee ante el dilema de renunciar a su opinión o sufrir la acusación de que desean una escisión del partido.

Nuestra misión es conservar la unidad del partido a toda costa, oponemos resueltamente a la política de las escisiones, las amputaciones, las exclusiones, las expulsiones, etc.; pero al mismo tiempo garantizar al partido su derecho a discutir y decidir libremente, dentro del marco de esta unidad, todas las cuestiones que se planteen.

Al exponer los errores y las anormalidades de la situación actual del partido, la Oposición está profundamente convencida de que la masa fundamental del sector obrero del partido será capaz, a pesar de todo, de hacer volver al partido al camino leninista. Colaborar a este proceso es la tarea fundamental de la Oposición.

PROPOSICIONES PRÁCTICAS

Es necesario:

1.            Prepararse para el XV Congreso sobre la base de una verdadera democracia interna del partido, como ocurría en vida de Lenin. “Todo miembro del partido —escri-bía Lenin— debe empezar por estudiar desapasionadamente y con la máxima honradez, en primer término, la esencia de las discrepancias y después el desarrollo del conflicto... Es necesario estudiar ambas cosas pidiendo incondicionalmente que se publiquen documentos rigurosamente exactos, dando facilidades de comprobación a todas las partes”. El Comité Central debe hacer posible que cada miembro del partido pueda estudiar la esencia de las actuales discrepancias internas y el desarrollo de la presente lucha, y debe hacerlo publicando en la prensa y en libros y folletos especiales todos los documentos que ha ocultado hasta ahora al partido.

Cada camarada y cada grupo de camaradas deben hallar la oportunidad de defender su punto de vista ante el partido en la prensa, en las asambleas, etc. La tesis o plataforma del Comité Central, de las organizaciones locales, de los miembros individuales del partido y de los grupos de miembros deben publicarse abreviadamente en “Pravda” (o en suplementos de ésta) y en los órganos locales del partido, por lo menos dos meses antes del XV Congreso.

El debate debe sostenerse con sobriedad y con una estricta camaradería, sin personalismos ni exageraciones. La consigna principal para la preparación del XV Congreso debe ser la unidad; pero no una unidad ficticia sino genuinamente leninista, del Partido Comunista de la URSS y de toda la Internacional Comunista.

2.            Es necesario adoptar inmediatamente una serie de medidas para el mejoramiento de la composición social del partido y de sus órganos directores. A este fin debemos ratificar la decisión del XIII Congreso de que “la inmensa mayoría de los miembros del partido debe estar formada en un futuro próximo por obreros directamente empleados en la industria”. En los dos o tres años próximos debemos admitir en el partido, como regla general, sólo y exclusivamente a obreros y obreras de las fábricas y a jornaleros que trabajen en los campos. De los demás grupos sociales sólo debemos aceptar miembros basándonos en una rigurosa selección personal: los soldados y marinos rojos, únicamente si proceden de la clase obrera, del proletariado rural o de origen campesino pobre; los campesinos pobres y débiles, únicamente después de haber sido probados en la obra político-social durante un mínimo de dos años. Debe interrumpirse la admisión de miembros procedentes de otros partidos.

Debemos poner en práctica la decisión del XIII Congreso —anulada de hecho por el XIV Congreso (contra la voluntad de la Oposición)— de que en el personal directivo de los comités de sector, provincia, etc., no haya menos del 50 por ciento de obreros de las fábricas. En los centros industriales debemos contar con una sólida mayoría de obreros industriales (no menos de las tres cuartas partes de todo el personal). En los comités de distrito debe haber una mayoría análoga de obreros, jornaleros y campesinos pobres.

Afirmar y poner en práctica en la vida real la resolución sobre la democracia interna del partido adoptada por el X Congreso y ratificada por el Comité Central y la Comisión Central de Control el 5 de diciembre de 1923 y por el XII y el XIII Congresos del partido.

3.               Debemos afirmar en nombre de todo el partido que, contra las nuevas definiciones antileninistas de la democracia interna del partido ideadas y propagadas por Uglanov, Molotov, Kaganovich, Zhivov y otros, “la democracia obrera significa libertad de juicio para todos los miembros del partido sobre las cuestiones importantes de la vida de éste, su libre discusión y la elección del personal dirigente responsable y de los consejos desde la cúspide a la base. Debemos adoptar medidas punitivas contra todo el que viole en la práctica este derecho fundamental de cada miembro del partido.

Como regla general, el punto de vista de la minoría del partido sobre cualquier cuestión de principio debe ponerse en conocimiento de todos los miembros por medio de la prensa, etc. Sólo se podrán hacer excepciones cuando las materias discutidas sean secretas. Ni que decir tiene que una vez adoptada una decisión hay que ponerla en práctica con una férrea disciplina bolchevique. Deben aumentarse los clubs de discusión del partido, y debe facilitarse una crítica efectiva de los errores de la dirección en los órganos del partido (por medio de páginas de polémica, folletos, etc.).

Todas las modificaciones perjudiciales que han sido introducidas en la constitución del partido después del XIV Congreso (págs. 25, 33, 37, 42, 50, etc.) deben ser anuladas.

4.            Debemos seguir el camino de la proletarización del aparato del partido en general. Los obreros industriales, los comunistas avanzados y populares entre los afiliados y la masa sin partido, deben constituir una mayoría decisiva en todo el aparato. Este no debe estar formado por entero por un personal remunerado, y debe ser renovado regularmente con otros obreros. El presupuesto de las organizaciones locales —sin omitir las organizaciones de los distritos y las provincias— debe estar formado fundamentalmente por las cuotas de los miembros. Las organizaciones locales deben presentar regularmente y de hecho a toda la masa del partido un estado de ingresos y gastos. El exagerado presupuesto actual del partido debe ser reducido rigurosamente, así como los salarios pagados al aparato. Una parte considerable de la obra del partido debe ser ejecutada gratuitamente por afiliados que la realicen después de trabajar en la industria o en otro sitio. Una buena medida para vivificar el aparato del partido será sacar sistemáticamente de él a una parte de los camaradas para enviarlos a las industrias y a otras clases de trabajo inferior. Debemos luchar contra la tendencia de los secretarios a hacerse inamovibles. Debemos establecer cláusulas concretas para la misión del Secretariado y de otros puestos responsables. Debemos luchar implacablemente contra la actual corrupción y decadencia de los grupos superiores, contra el patronazgo, la “solidaridad de gabinete”, etc. (ejemplos: Syzran, Kherson, Irkutsk, Chita, etc.).

5.            Ya en el X Congreso, bajo la dirección de Lenin, se adoptaron una serie de resoluciones haciendo resaltar la necesidad de una mayor igualdad dentro del partido y entre las masas laboriosas. En el XII Congreso, el partido advirtió el peligro de una degeneración bajo la NEP de ese núcleo de afiliados cuyas actividades les ponen en contacto con la burguesía. Es necesario “adoptar medidas prácticas perfectamente adecuadas para destruir la desigualdad (en las condiciones de existencia, salarios, etc.) entre los especialistas y los obreros responsables por un lado y las masas laboriosas por otro, toda vez que esta desigualdad destruye la democracia y es una causa de corrupción para el partido y de disminución de la autoridad de los comunistas”. Teniendo en cuenta el hecho de que la desigualdad ha progresado extraordinariamente en estos últimos años, debemos plantear de nuevo esta cuestión y resolverla como revolucionarios.

6.            Es necesario reorganizar la educación del partido sobre la base de un estudio de las obras de Marx, Engels y Lenin, retirando de la circulación las falsas imitaciones de marxismo y leninismo que se fabrican ahora en gran escala.

7.            Es necesario readmitir inmediatamente en el partido a los oposicionistas excluidos.

8.            Es necesario reconstruir la Comisión Central de Control siguiendo el verdadero espíritu del consejo de Lenin. Los miembros de la Comisión Central de Control deben ser:

a)            Militantes íntimamente relacionados con las masas.

b)           Independientes del aparato.

c)            Dotados de autoridad en el partido.

Sólo así podrá devolverse una verdadera confianza a la Comisión Central de Control y ponerse su autoridad a la altura necesaria.

9.            Para la selección de los miembros del Comité Central y de la Comisión Central de Control y sus órganos debemos guiarnos por los consejos dados por Lenin en sus cartas del 25 y 26 de diciembre de 1922 y de 4 de enero de 1923 (el Testamento). Estas cartas deben ser publicadas para conocimiento de todos los miembros del partido. “La mayor parte de los obreros que formen parte del Comité Central deben ser trabajadores situados en la escala social por debajo de la capa que en los últimos cinco años se ha apoderado de los puestos soviéticos —así escribía Lenin en su carta del 26 de diciembre de 1922—, y deben estar más íntimamente ligados a los obreros del montón y a los campesinos que no se hallen incluidos ni directa ni indirectamente en la clase de los explotadores... Los obreros que entren a formar parte del Comité Central no deben ser, a mi juicio, en número preponderante los que han disfrutado durante largo tiempo de los empleos soviéticos..., porque estos obreros han adquirido ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios que son precisamente los que nosotros queremos combatir”.

Estas cartas fueron escritas por Lenin en los momentos en que dio al partido sus últimos y más sopesados consejos acerca de las cuestiones fundamentales de la revolución.

El XV Congreso de nuestro partido debe elegir su Comité Central basándose en el punto de vista de las mencionadas palabras de Lenin.

CAPITULO VIII

LA LIGA DE LA JUVENTUD COMUNISTA

La errónea orientación política y la represión organizadora se desenvuelven con toda su fuerza, y a veces con una fuerza mayor, dentro de la Liga de la Juventud Comunista. La educación internacional de los jóvenes obreros se va relegando cada vez más a segundo término. Todo intento de crítica se suprime y se persigue. Para ocupar los puestos directivos de la organización juvenil comunista, el aparato del partido exige ante todo “obediencia” a él y hostilidad a la Oposición. Este régimen priva de toda individualidad al núcleo proletario de las organizaciones inferiores, que son la parte fundamentalmente sana. En la organización de los jóvenes, todavía más que en el partido, la falsa política perseguida desde arriba abre el camino a las influencias pequeño burguesas.

En estos últimos años, la Liga de la Juventud Comunista ha aumentado rápidamente de número, pero a costa de un deterioro de su composición social. Desde la celebración del XIII Congreso del partido, el núcleo proletario de esta organización ha bajado del 40,1 por ciento al 34,4 y el del número de jóvenes obreros empleados en la industria, del 49,8 por ciento al 47. La actividad política de los jóvenes obreros también ha disminuido.

En tales circunstancias fue un gravísimo error, únicamente susceptible de aumentar la separación entre la Liga y la masa de la juventud obrera, adoptar esa serie de recientes decisiones que todavía empeoraron más, infringiendo las resoluciones del XIV Congreso, la situación de los jóvenes obreros (reducción de las disposiciones en favor de los aprendices, de la tarifa especial de salarios para éstos, restricción del número de aprendices en las escuelas industriales, así como la tentativa de introducir el aprendizaje gratuito).

La Liga de la Juventud Comunista va perdiendo, de día en día, en el campo, el apoyo del proletariado y del campesino pobre. Su labor económica cultural en el campo se desenvuelve principalmente en el sentido de desarrollar las actividades individuales. La influencia relativa de los pobres va reduciéndose sistemáticamente por doquiera: en la composición general de las secciones rurales, en el personal activo, en los núcleos formados por miembros del partido. Paralela a la continua disminución del influjo de los jóvenes obreros de la ciudad, la Liga se va integrando en el campo por la juventud campesina de los sectores medios y acomodados.

Al igual que en la ciudad, aumenta en el campo la tendencia de los elementos pequeños burgueses a apoderarse de la dirección de la Liga. El grupo de empleados y de profesiones varias desempeña un papel cada vez más considerable, en particular en las organizaciones rurales.

El 36 por 100 de los nuevos miembros de nuestro partido proceden de la Liga de la Juventud Comunista. No obstante, en el núcleo de miembros del partido que cuenta la Liga, una cuarta o tercera parte son elementos no proletarios. En los núcleos del partido de las juventudes rurales, los campesinos medios van aumentando rápidamente a expensas de los jornaleros y los campesinos pobres (en 1925, el 20 por 100 eran campesinos medios; en 1927 eran el 32,5). Así, pues, la Liga de la Juventud Comunista se está convirtiendo en una de las fuentes de dilución del partido con los elementos pequeñoburgueses. Con el fin de impedir una mayor debilitación del papel predominante del núcleo proletario y su relegación a un segundo término por recién llegados procedentes de la intelligentsia, de los empleados y de las capas acomodadas del campo, lo que acarrea inevitablemente una degeneración pequeño burguesa de la liga, es necesario adoptar las siguientes medidas:

Con el fin de impedir un mayor debilitamiento del sector obrero y su relegación a un segundo plano por la intelligentsia y las capas acomodadas del campo, lo que supone la degeneración burocrática, es necesario adoptar las siguientes medidas:

1.            Poner término inmediatamente a la anulación gradual de nuestras conquistas revolucionarias en la esfera del trabajo y la educación de los jóvenes proletarios y re-vocar todas las medidas recientes que reducen las condiciones de su trabajo. Esta es una de las principales premisas para la lucha contra las tendencias morbosas en la Liga de la Juventud Comunista (alcoholismo, etcétera).

2.            Elevar sistemática y resueltamente en proporción con el desarrollo del bienestar general de la clase obrera el nivel material y cultural de los jóvenes obreros, elevando los salarios, aumentando la red de escuelas industriales y de cursos técnicos, etc.

3.            Poner en práctica la decisión de los anteriores Congresos del partido y de la Juventud Comunista respecto al enrolamiento en la Liga del 100 por 100 de los jóvenes obreros de la ciudad y de los proletarios rurales en irnos cuarenta años.

4.            Intensificar la labor de atraer a la Liga a la juventud campesina pobre.

5.            Atraer a la Liga a los campesinos medios débiles, y de los demás campesinos medios, sólo a aquellos que hayan sido probados en la obra social, y en particular en la lucha contra el kulak.

6.            Acrecentar los esfuerzos de la Liga en defensa de los intereses de los pobres, dirigiendo su actividad hacia la creación de una nueva sociedad rural, no por el camino del enriquecimiento individual, sino por el de la cooperación y la colectivización de la agricultura.

7.            Mejorar la composición social del núcleo del partido, no permitiendo el ingreso en los dos años próximos nada más que a obreros, peones agrícolas y campesinos pobres.

8.            Proletarizar los cuadros dirigentes de los órganos de la Juventud Comunista encargando sistemática y resueltamente de los puestos directivos a los jornaleros y los pobres. Decidir que en los grandes centros proletarios los Comités de provincia y de sector de la Liga y los burós de estos Comités consten de una abrumadora mayoría de obreros industriales, y que estos últimos sean los encargados realmente de la dirección.

9.               Emprender una lucha seria contra el burocratismo de la Liga. Disminuir resueltamente el funcionarismo pagado, reduciéndolo al mínimo imprescindible. Realizar por lo menos la mitad, y en los centros industriales las tres cuartas partes, de la labor de la Liga mediante los esfuerzos gratuitos de sus miembros, y atraer en mayor número cada vez a los miembros anónimos de las federaciones a la tarea de la organización central.

10.          La labor cultural y educativa de la Liga debe ir estrechamente ligada a una participación cotidiana en la vida política general del partido, los soviets, los sindicatos y las cooperativas.

11.          Poner término al régimen nocivo de dictar las órdenes desde arriba, al régimen falso e ignorante de recomendar sin conocimiento de causa la hostilidad a la Oposición. Introducir en su lugar el estudio serio del marxismo y el leninismo sobre la base del juicio vivo, del intercambio cordial de opiniones y de una adquisición real, no ficticia, del conocimiento.

12.          Introducir de hecho, y no de palabra, el régimen democrático. Acabar con la opresión y la persecución de los que sustentan opiniones independientes sobre las cues-tiones del partido y de la Liga. Sujetarse estrictamente a las fechas señaladas en los estatutos para la convocatoria de las conferencias y de los congresos de sector, distrito, provincia, etc.

CAPITULO IX

NUESTRA SITUACIÓN INTERNACIONAL Y EL PELIGRO DE LA GUERRA

La situación de la Unión Soviética en el tablero mundial

No sólo es probable, sino que es inevitable, que los países capitalistas emprendan una guerra contra la Unión Soviética.

Posponer este peligro, ganar todo el tiempo posible fortaleciendo la Unión Soviética y consolidando al proletariado revolucionario internacional, debe ser una de nuestras primeras tareas prácticas. Sólo una revolución proletaria victoriosa en los países más importantes podría acabar definitivamente con este peligro.

El peligro de una guerra mundial va agudizándose por las siguientes razones:

1.            Los años de lucha que ha pasado el capitalismo para fortalecerse, y el éxito parcial que ha logrado en esta lucha, han motivado que la cuestión de los mercados sea un problema apremiante para todos los países importantes.

2.            La burguesía imperialista, convencida del indudable desarrollo de la fuerza económica de la Unión Soviética, ve asimismo que la dictadura proletaria, protegida por el monopolio del comercio exterior, nunca concederá a los capitalistas un mercado “libre” en Rusia.

3.            La burguesía imperialista está especulando con las dificultades domésticas de la Unión Soviética.

4.            La derrota de la revolución china después de la derrota de la huelga general inglesa ha hecho concebir a los imperialistas la esperanza de que pueden lograr hundir a la Unión Soviética.

La ruptura de las relaciones diplomáticas entre Inglaterra y la Unión Soviética se venía preparando desde hacía mucho tiempo; pero la derrota de la revolución china la precipitó. En este sentido fue el pago que recibió el Comité Central por negarse a adoptar una verdadera política bolchevique en China. Sería un gran error suponer que esta cuestión se reduce a un mero cambio en la forma de comercio entre Inglaterra y nosotros (“Comerciaremos lo mismo que comerciamos con Norteamérica.”). Ahora se ve claramente que la Inglaterra imperialista tiene un plan de acción más amplio. Está preparando una guerra contra la Unión Soviética, cumpliendo un “mandato moral” de la burguesía de otros varios países, y se propone por uno u otro medio lanzar a una guerra contra nosotros a Polonia, Rumania y los Estados Bálticos, y acaso también a Yugoslavia, Italia y Hungría.

Parece ser que Polonia preferiría disponer de más tiempo para preparar la guerra contra nosotros; pero no es imposible que Inglaterra la obligue a combatir antes de lo que ella quisiera.

En Francia, la presión inglesa por realizar un frente único contra la Unión Soviética encuentra apoyo en una parte influyente de la burguesía. Cada vez se muestran más irre-conciliables en sus exigencias y, por supuesto, cuando se presente el momento oportuno no vacilarán ante una ruptura diplomática.

Cuanto más se encrespa la diplomacia alemana en estos últimos tiempos, más claro resulta que su “orientación” general la empuja hacia Occidente. La burguesía alemana dice ya abiertamente que en una guerra contra la Unión Soviética, Alemania permanecería probablemente “neutral” al principio (al modo de Norteamérica en 1914). Con esto se propone sacar el mayor provecho posible de la guerra y vender después descaradamente su neutralidad a los imperialistas occidentales a buen precio. Nada podría ser peor para los intereses fundamentales de la Unión Soviética que ocultarse este paso de la burguesía alemana a una “orientación” occidental. Un golpe inesperado de la burguesía alemana podría tener para nosotros una significación decisiva. Sólo una clara “exposición de las cosas tal como son”, sólo un despertar de la vigilancia de los obreros de la Unión Soviética y de los obreros de Alemania puede aseguramos contra este golpe, o cuando menos dificultar que la burguesía alemana nos lo aseste.

La burguesía japonesa está maniobrando con no menos habilidad que los alemanes por lo que respecta a la Unión Soviética. Disimula sus pasos con suma astucia, haciéndose pasar por nación “amiga”. Incluso impidió por cierto tiempo que Chang Tso-lin se apoderara del ferrocarril oriental chino; pero secretamente empuña las riendas de China, y acaso no tarde en quitarse la careta por lo que a nosotros respecta.

En el cercano Oriente (Turquía y Persia) no hemos conseguido, por decir lo menos que puede decirse, una situación que nos garantice una firme neutralidad en caso de que los imperialistas nos ataquen. Sería más sensato suponer que, en semejante caso, los gobiernos de estos Estados se inclinarían a cumplir las órdenes de los imperialistas contra la Unión Soviética.

En el caso de un ataque contra nosotros, Norteamérica, que ha mantenido una actitud irreconciliable hacia la Unión Soviética, desempeñaría el papel de la “retaguardia” imperialista. La significación de este papel sería extraordinaria, porque Norteamérica es la única nación que puede garantizar la parte financiera de una guerra contra la Unión Soviética.

En resumen, si los años 1923-1925 presenciaron el reconocimiento de la Unión Soviética por una serie de Estados burgueses, el período que ahora comienza será un período de rupturas. Los reconocimientos del período anterior no significaban forzosamente que la paz se hallaba asegurada, que el espacio de respiro duraría mucho. Las rupturas del período actual tampoco significan forzosamente que la guerra sea inevitable en el futuro próximo. Pero lo que sí es indudable es que hemos entrado en una nueva época de suma tensión en la situación internacional, que implica la posibilidad de que se emprendan ataques contra la Unión Soviética.

Las contradicciones que se manifiestan dentro del mundo capitalista son grandísimas. Durante mucho tiempo será sumamente difícil para la burguesía mundial realizar un frente único contra nosotros; pero una unión parcial de varios Estados burgueses contra los Soviets por cierto período de tiempo es perfectamente posible.

Considerado todo esto en conjunto, debe inducir a nuestro partido:     1. A reconocer que la situación internacional es peligrosa. 2. A volver a presentar en primer término ante las grandes masas de la población los problemas de la política internacional. 3. A llevar a cabo una preparación intensísima y general de la Unión Soviética para su defensa en caso de guerra.

Los partidos burgueses, incluso la socialdemocracia oficial, procurarán por todos los medios engañar a sus pueblos respecto al verdadero carácter de la guerra que está preparando el imperialismo contra la Unión Soviética. Nuestra tarea es explicar claramente a las grandes masas de los pueblos del mundo entero que ésta será una guerra de imperialistas y explotadores del trabajo contra el primer Estado obrero: una guerra del capitalismo contra el socialismo. En esta guerra, la burguesía imperialista combatirá esencialmente por conservar el sistema capitalista de la esclavitud por el salario. La Unión Soviética luchará por los intereses del proletariado internacional, de los países coloniales, semicoloniales y esclavizados, por la revolución y por el socialismo internacional.

Debemos llevar a cabo nuestra tarea bajo los lemas siguientes:           1. Lucha contra la guerra de los imperialistas contra el Estado obrero y la dictadura proletaria. 2. Transformación de la guerra imperialista en guerra civil en todos los Estados que ataquen a la Unión Soviética. 3. Derrota de todos los Estados burgueses que hagan la guerra a la Unión Soviética. Todo proletario consciente de los países capitalistas debe trabajar activamente por la derrota de “su” gobierno. 4. Incorporación al ejército rojo de todo soldado extranjero que no quiera ayudar a los explotadores de “su” país. La Unión Soviética es la patria de todos los obreros. 5. El lema “defensa de la patria” será un falso disfraz de los intereses del imperialismo en todos los países burgueses, excepto en los países coloniales y semicoloniales que llevan a cabo una guerra revolucionaria nacional contra los imperialistas. En la Unión Soviética el lema “defensa de la patria” será verdadero, porque nosotros defendemos una patria socialista y los cimientos del movimiento obrero internacional. 6. Nosotros somos “defensores de la patria” desde el 25 de octubre de 1917. Nuestra guerra “patriótica” será una guerra <<por la República Soviética como regimiento del ejército internacional del socialismo>>. <<Nuestra guerra “patriótica” no es un paso hacia un Estado burgués, sino un paso hacia una revolución socialista internacional>> (Lenin). Nuestra defensa de la patria es la defensa de la dictadura proletaria del Estado obrero. Nuestra guerra lucha será emprendida por los obreros y los jornaleros agrícolas con el apoyo de los campesinos pobres y la alianza de los campesinos medios contra “sus” kulaks, contra la nueva burguesía, los burócratas, los especialistas de la escuela Ustrialov y los emigrados blancos. Nuestra guerra será una guerra realmente justa. Todo el que no sea un defensor de la Unión Soviética es un traidor incondicional al proletariado a los trabajadores del mundo entero.

La derrota de la revolución china y sus causas

La derrota de la revolución china modificó la actual correlación de fuerzas en provecho del imperialismo, aunque claro está que sólo transitoriamente. Inevitablemente han de producirse en China nuevos conflictos revolucionarios, una nueva revolución. La situación general lo garantiza así.

Los líderes oportunistas se esfuerzan por explicar su fracaso por la llamada “correlación objetiva de fuerzas”. Olvidan que todavía ayer predecían una rápida revolución socialista en China sobre la base de esta misma correlación de fuerzas.

La causa decisiva del infortunado resultado de la revolución china en la fase actual fue la política fundamentalmente equivocada de la dirección del Partido Comunista de la URSS y de toda la Internacional. El resultado neto de esta política fue que en el momento decisivo no había en China un verdadero partido bolchevique. Acusar solamente ahora a los comunistas chinos es superficial y despreciable.

En China tuvimos un experimento clásico de la aplicación de la táctica menchevique de la revolución democrático-burguesa. Por eso el proletariado chino no sólo no ha alcanzado su victorioso “1905” (Lenin), sino que ha desempeñado ahora el mismo papel que desempeñó el proletariado europeo en las revoluciones de 1848. La particularidad de la revolución china en la actual situación internacional no es que exista en China una burguesía liberal “revolucionaria”, en la que Stalin, Martinov y Bujarin ci-fraban las esperanzas de toda su política. Sus características son las siguientes:

1.            Los campesinos chinos, más oprimidos que los rusos bajo el zarismo, gimiendo bajo el yugo, no sólo de los opresores de su país, sino también de los extranjeros, podían levantarse y se han levantado con mucha más fuerza que los campesinos rusos en la revolución de 1905.

2.            El lema de “los Soviets” que Lenin proponía para China en 1920, contaba con todas las justificaciones posibles en las condiciones existentes de 1926-27. En China, los Soviets hubieran ofrecido formas de consolidación para el poder de los campesinos bajo la dirección del proletariado. Hubieran sido verdaderos órganos de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y los campesinos, y esto equivale a órganos de verdadero apoyo para el Kuomintang burgués y para los Cavaignac chinos salidos de él.

La doctrina de Lenin de que una revolución democrático-burguesa sólo puede llevarse a cabo por la unión de la clase obrera y los campesinos bajo la dirección de la primera contra la burguesía, no sólo es aplicable a China y a países análogos coloniales y semicoloniales, sino que señala en realidad el único camino que puede conducir a la victoria en esos países.

3.            Síguese de todo esto que una dictadura revolucionario-democrática del proletariado y los campesinos, de haber cristalizado en China en la forma de Soviets en el actual periodo de guerras imperialistas y revoluciones proletarias, modificado como se halla por la existencia de la Unión Soviética, hubiera tenido las máximas probabilidades de convertirse relativamente pronto en una revolución socialista.

3.            Por ello, una dictadura revolucionario-democrático de la clase obrera y los campesinos, de haber cristalizado en China los Soviets en medio de este período de guerras imperialistas y revolución, hubiera tenido grandes posibilidades de convertirse en revolución socialista.

Fuera de esta política, sólo quedaba el camino menchevique de una unión con la burguesía liberal, lo cual conduce inevitablemente a la derrota de la clase obrera.

Esto es lo que ha acaecido efectivamente en China en 1927.

Todas las decisiones acordadas en vida de Lenin por el II y el IV Congreso de la Internacional Comunista, la decisión sobre los Soviets en Oriente, sobre la absoluta independencia de los partidos comunistas obreros en países que tengan un movimiento revolucionario nacionalista y sobre la unión de la clase obrera con los campesinos contra “su” burguesía y contra el imperialista extranjero, todas estas decisiones quedaron completamente olvidadas.

La resolución del VII Pleno ampliado de la Internacional (noviembre de 1926) no sólo no revelaba una verdadera apreciación leninista de los acontecimientos que ya se desarrollaban poderosamente en China, sino que aceptó de modo total y absoluto la orientación menchevique defendida por Martinov. En esta resolución, por increíble que parezca, no se decía una palabra sobre el primer golpe de Estado contrarrevolucionario de Chiang Kai-shek en marzo de 1926. Tampoco sobre el fusilamiento de obreros y campesinos y otras medidas puestas en práctica por el Gobierno de Cantón en toda una serie de provincias durante la primavera y el otoño de 1926. Nada sobre las medidas de arbitraje obligatorio dirigidas contra la clase obrera. Ni siquiera sobre la represión de las huelgas obreras por el Gobierno de Cantón, sobre la protección otorgada por este gobierno a los sindicatos de obreros “amarillos”.

No dijeron nada sobre los esfuerzos realizados por el Gobierno de Cantón para estrangular el movimiento campesino, para denigrarle, para impedir su difusión y su desarrollo. En la resolución del VII Pleno no se pide que se arme a los obreros, no se invita a la lucha contra el cuartel general contrarrevolucionario. Las tropas de Chiang Kai-shek se presentan en esta resolución como un ejército revolucionario. No se hace ningún llamamiento para la creación de una prensa comunista. Y ni siquiera se dice claramente y en voz alta que debemos tener un partido comunista chino genuino e independiente. Como conclusión, el VII Pleno recomendaba a los comunistas que entraran en el gobierno nacionalista, paso que, bajo las circunstancias existentes, sólo podía acarrear el mayor de los desastres.

La resolución de la Internacional dice: “El aparato del gobierno revolucionario nacionalista (es decir, el gobierno de Chiang Kai-shek) ofrece un camino efectivo para la solidaridad con los campesinos”. En el mismo sitio dice (esto ocurría en noviembre de 1926) que “incluso ciertas capas de la gran burguesía pueden caminar durante cierto tiempo al lado de la revolución”.

La resolución del VII Pleno pasó en silencio el hecho de que el Comité Central del partido chino se comprometió, a partir de marzo de 1926, a no criticar el Sun Yat-sen , renunció a sus elementales derechos como partido obrero independiente, adoptó un programa agrario liberal-conservador. Y por último permitió que el secretario de su Comité Central, el camarada Cheng Tu-hsiu, en una carta abierta fechada el 4 de julio de 1926, reconociera el Sun Yat-senismo como la “creencia común” de los obreros y la burguesía en el movimiento nacionalista.

Aproximadamente al mismo tiempo, los camaradas rusos más responsables hacían saber que el desarrollo de una guerra civil en el campo podría debilitar la capacidad de lucha del Kuomintang. En otras palabras, prohibían oficialmente el desarrollo de una revolución agraria.

El 6 de abril de 1927, cuando la situación parecía ya de sobra clara, el camarada Stalin anunció, en una reunión celebrada por la sección de Moscú del partido, en el Salón de las Columnas, que Chiang Kai-shek era un guerrero antiimperialista, que se sometía a la disciplina del Kuomintang y que era por lo tanto un aliado de confianza. A mediados de mayo de 1927, cuando la situación se había aclarado todavía más, el camarada Stalin anunció que el Kuomintang de Wuhan era un “Kuomintang revolucionario”, un “núcleo revolucionario purificado de los elementos derechistas”.

El VIII Pleno ampliado de la Internacional (mayo de 1927) no se encontró con fuerzas para corregir estos errores mencheviques.

La Oposición hizo en este Pleno la declaración siguiente:

“El Pleno procedería debidamente si desechara en absoluto la resolución de Bujarin y la sustituyera con una resolución formada por las siguientes breves líneas: Los campesinos y los obreros no deben confiar en los líderes de Kuomintang izquierdista, sino que deben crear sus propios Soviets en unión con los soldados. Los Soviets deben armar a los obreros y a la vanguardia de los campesinos. El partido comunista debe tener absoluta independencia, debe crear un diario y ponerse a la cabeza en la creación de los Soviets. La tierra debe ser arrebatada inmediatamente a los latifundistas. La burocracia reaccionaria debe ser derribada inmediatamente. Los generales traidores y los contrarrevolucionarios en general deben ser juzgados en el acto. La orientación general que debe seguirse es el establecimiento de una dictadura democrática por medio de los Soviets de diputados obreros y campesinos”.

Los esfuerzos de la Oposición por advertir al partido que el Kuomintang de Wuhan no era en modo alguno un Kuomintang revolucionario fueron denunciados por Stalin y Bujarin como “una lucha contra el partido”, un “ataque contra la revolución china”, etc.

Se ocultaron y falsificaron documentos que revelaban el curso real de la revolución y la contrarrevolución en China. Las cosas fueron tan lejos, que el órgano central de nuestro partido anunció el desarme de los obreros por los generales chinos bajo el epígrafe “Fraternización de los soldados con los obreros”. Escarneciendo Deshonrando las enseñanzas de Lenin, Stalin afirmó que el lema la consigna de la creación de los Soviets en China significaría la pretensión de una formación inmediata de la dictadura proletaria del Estado obrero. Lo cierto es que Lenin, en tiempos tan lejanos como la revolución de 1905, enarboló el lema de los Soviets como órganos de la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos. La frase de los Soviets para China, propuesta a su debido tiempo por la Oposición, fue combatida por Stalin y Bujarin acusándola de que “ayudaba y fomentaba la contrarrevolución”, etc. Cuando los hogares de los obreros y los campesinos sublevados fueron arrasados por “nuestros” generales, por los generales “revolucionarios”, Stalin y Bujarin, para disimular su fracaso, presentaron inesperadamente el lema de los Soviets para China, aunque volvieron a olvidarlo al día siguiente.

Al principio se consideró al partido comunista chino como “una sección modelo de la Internacional”, y la más ligera crítica que le dirigiera la Oposición —en unos momentos en que todavía podría haberse corregido sus errores— era reprimida y denunciada como un “ataque rencoroso” contra el partido chino. Después, cuando el funesto fracaso de Martinov-Stalin-Bujarin se puso de manifiesto, éstos intentaron hacer recaer toda la culpa sobre el joven partido comunista chino.

Al principio lo fiaron todo a Chiang Kai-shek, luego a Tan Sheng-chih, después a Feng Yu Hsiang, más tarde al “probado y sincero” Wang Ching-wei. Uno tras otro, cada uno de estos verdugos de obreros y campesinos fue aclamado como “guerrero antiimperialista” y como “nuestro” aliado.

Esta política menchevique se ve coronada ahora por la franca y abierta amputación de las enseñanzas revolucionarias de Lenin. Stalin-Bujarin y la “escuela de los jóvenes” se consagran ahora a “demostrar” que las enseñanzas de Lenin sobre los movimientos revolucionarios nacionalistas se reducen en la práctica a un evangelio de la “unión con la burguesía”.

En 1920, en el II Congreso de la Internacional Comunista, dijo Lenin: “Se ha producido cierto acercamiento de las clases burguesas de los países imperialistas con las de los países coloniales de tal modo que con gran frecuencia, y de hecho en la mayoría de los casos, la burguesía del país oprimido, aunque apoya el movimiento nacionalista, lucha al mismo tiempo junto a la burguesía imperialista contra todos los movimientos revolucionarios y contra las clases revolucionarías”.

Lenin denunciaría hoy con las mismas palabras a estas gentes que se atreven a recurrir a él para justificar su política menchevique con Chiang Kai-shek y Wang Ching- wei. El mismo Lenin hablaba sobre esta cuestión en marzo de 1917:

“Nuestra revolución es burguesa, y, por lo tanto, los obreros han de sostener a la burguesía —dicen los políticos ineptos del campo de los liquidadores—. Nuestra re-volución es burguesa —decimos los marxistas— y, por lo tanto, los obreros deben abrir los ojos a todo el mundo contra los engaños de los políticos burgueses y enseñar al pue-blo a no creer las palabras de estos políticos, sino a confiar en su propia fuerza, en su propia organización, en su propia unión, en sus propias armas y municiones”.

No podría cometerse mayor crimen ante el proletariado internacional que pretender representar a Lenin como el apóstol de “la unión con la burguesía”. Rara vez encontraréis en la historia de la lucha revolucionaria un caso en que las predicciones marxistas se hayan confirmado tan rápida y exactamente como lo fueron las opiniones de la Oposición sobre los problemas de la revolución china en 1926-27.

El estudio del curso de los acontecimientos en la revolución china y de las causas de su derrota es la tarea inmediata y urgente de los comunistas de todo el mundo.

Estas cuestiones se convertirán el día de mañana en cuestiones de vida o muerte para el movimiento obrero, no sólo en China, sino en la India y en otros países orientales y, por consiguiente, para todo el proletariado internacional. En los debates sobre estas cuestiones que afectan a los mismos cimientos de la visión marxista del mundo se formarán los verdaderos regimientos bolcheviques de la revolución venidera.

LA ESTABILIZACIÓN PARCIAL DEL CAPITALISMO Y LA TACTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA.

Uno de los dogmas fundamentales del bolchevismo es que la época iniciada por la guerra mundial y nuestra revolución es la época de la revolución socialista. La Inter-nacional Comunista fue fundada como un partido revolucionario mundial. El reconocimiento de este hecho se incluyó entre las “veintiuna condiciones”. Y de acuerdo con esta orientación, los comunistas se separaron de los mencheviques “independientes” y socialdemócratas de todo género.

El reconocimiento del hecho de que la guerra y la revolución de Octubre iniciaron una época de revolución mundial no significa, por supuesto, que en cualquier momento dado tengamos a mano una situación inmediatamente revolucionaria. En determinados períodos, en países individuales y en ramas individuales de la producción, “el capitalismo agonizante” puede conseguir un restablecimiento parcial de su economía y hasta un nuevo desarrollo de sus fuerzas productivas. La época de revolución mundial tendrá sus períodos de alza y baja. Tanto mayor será pues, la importancia de la preparación de la clase obrera y su partido, del grado de influencia ejercido por la social-democracia contrarrevolucionaria de la dirección acertada de la Internacional. Pero este flujo y reflujo de la revolución no alterará la apreciación leninista fundamental de la actual época histórica formada en su totalidad. Sólo esta apreciación puede constituir la base de la estrategia revolucionaria de la Internacional Comunista.

No obstante, como resultado de una serie de derrotas del movimiento revolucionario internacional y del pesimismo derivado de ellas, el grupo de Stalin, sin siquiera darse cuenta, ha llegado a una apreciación completamente “nueva” y esencialmente socialdemócrata de la época actual. Toda la “teoría” del socialismo en un país se deriva fundamentalmente de la suposición de que la “estabilización” del capitalismo ha de durar una serie de décadas. Esta “teoría” es esencialmente un resultado de la actitud pervertida de los apóstoles de la “estabilización”. No se debe a una pura casualidad que la “teoría” del socialismo en un solo país haya sido bien acogida por los socialistas revolucionarios de la izquierda y de la derecha. El mismo Chemov ha escrito sobre este tema acerca del “populismo comunista” de Stalin y Bujarin. El órgano de los socialistas revolucionarios de izquierda decía: “Stalin y Bujarin afirman, como verdaderos narodnikis, que el socialismo puede triunfar en un solo país”. Los socialistas revolucionarios apoyan esta teoría, porque ven en ella una renunciación a la táctica de la revolución mundial.

En la resolución del XIV Congreso del partido, adoptada según el informe de Stalin, se hace la siguiente declaración manifiestamente inexacta: “En la esfera de las relaciones internacionales nos encontramos con un fortalecimiento y una prolongación del “instante de respiro” que se está convirtiendo en todo un período”. En el VII Pleno ampliado de la Internacional (7 de diciembre de 1926) Stalin basaba en su informe toda la política de la Internacional en la misma apreciación radicalmente inexacta de la situación mundial. Esta apreciación ha resultado ya notoriamente inexacta.

La resolución de los Plenos unidos del Comité Central y de la Comisión Central de Control (julio, agosto 1927) habla sin la más mínima competencia de la estabilización técnica, económica y política del capitalismo. Esto aproxima mucho más la apreciación estalinista de la situación mundial a la de los líderes de la II Internacional (Otto Bauer, Hilferding, Kautsky y

Después del XIV Congreso ha transcurrido algo más de año y medio. Durante este tiempo, considerando únicamente los acontecimientos más importantes, hemos tenido la huelga general de Inglaterra, los gigantescos acontecimientos de la revolución china, la sublevación obrera de Viena. Estos acontecimientos, conducidos con toda su fuerza explosiva por las condiciones de la presente “estabilización”, demuestran lo quebradizo de los materiales que ha ido acumulando el capitalismo, lo inestable de su “estabilización”. Estos acontecimientos contradicen palmariamente la “teoría” del socialismo en un solo país.

Otro aspecto de la “estabilización” del capitalismo es el número de los obreros sin trabajo, que se eleva a veinte millones; la tremenda incapacidad del aparato productor, el nocivo incremento de los preparativos militares, la extrema fragilidad de las relaciones económicas internacionales. Nada revela tan bien la vanidad de las esperanzas de un largo período de paz como el actual peligro de guerra que se cierne sobre Europa. Sólo el pequeño burgués sueña con la estabilización por “décadas”, cegado como se halla por la victoria del capitalismo sobre los obreros, cegado por los triunfos técnicos, económicos y políticos del capitalismo.

Pero los hechos reales se desenvuelven en la dirección de una guerra que hará saltar toda “estabilización”. Y por otra parte, la clase obrera y las masas oprimidas de los pueblos orientales intentarán una y otra vez destruir violentamente esta “estabilización”. Tan pronto en Inglaterra, como en China, como en Viena. Se declara una huelga general en Inglaterra, y el partido comunista inglés sólo cuenta con 5.000 miembros. Se produce una insurrección obrera en Viena con víctimas suficientes para toda una revolución, y el partido comunista austriaco sólo cuenta con 6.000 miembros. Se produce una sublevación militar de las masas obreras y campesinas de China, y el Comité Central del partido comunista chino pasa a convertirse en un mero apéndice del Kuomintang burgués. Estas son las contradicciones flagrantes de la actual situación del mundo. Estos son los hechos que sostienen y prolongan la “estabilización” del capitalismo. El mayor de nuestros problemas es ayudar a los partidos comunistas a ponerse a la altura de la gigantesca tarea que les impone la época actual. Pero esto presupone, en primer término, la exacta comprensión del carácter de la situación mundial por parte de la Internacional Comunista.

Nuestro partido comunista internacional (la Internacional Comunista) debe asignarse la tarea de consolidar a toda la clase obrera internacional para la lucha contra la guerra, en defensa de la Unión Soviética y por la transformación de la guerra imperialista en una guerra por el socialismo. A este fin, el obrero comunista debe ganar ante todo al obrero de espíritu revolucionario no comunista, sin partido, socialdemócrata, sindicalista, anarquista, así como a los obreros honrados que sean miembros no obstante, de una organización puramente burguesa. “Por frente único debe entenderse la unión de todos los obreros que desean luchar contra el capitalismo, lo cual alcanza a los obreros que siguen todavía a los anarcosindicalistas, etc. En los países latinos, el número de estos obreros es aún considerable. Esta fue la resolución del IV Congreso de la Internacional Comunista en vida de Lenin. Todavía hoy conserva toda su fuerza y su aplicabilidad. Las actuales actividades de los líderes de la II Internacional y de la Internacional Sindical de Ámsterdam ponen bien de manifiesto que su conducta en una guerra futura superará en deslealtad y traición falta de escrúpulos al papel que desempeñaron en 1914-1918. Paul Boncour (Francia) ha presentado una ley traicionando de antemano a los obreros por me-dio de un dictador burgués en tiempo de guerra. El Consejo General de las Trade Unions (Inglaterra) defiende a los asesinos de Voikov y otorga su bendición al desembarco de tropas en China. Kautsky (Alemania) defiende una insurrección armada contra el poder de los Soviets en Rusia, y el Comité Central de la socialdemocracia alemana está organizando “una campaña violenta”. Los ministros socialdemócratas de Finlandia y Letonia y los líderes del partido socialista polaco están siempre dispuestos a apoyar una guerra contra la Unión Soviética. Los líderes de la organización sindical oficial norteamericana emplean el lenguaje de los más venenosos reaccionarios, luchando abiertamente contra el reconocimiento de la Unión Soviética. Los “socialistas” balcánicos sostienen a los verdugos de “sus” obreros, y siempre estarán dispuestos a apoyar toda campaña contra la Unión Soviética “extranjera”. Los líderes socialdemócratas austriacos están “de parte de la Unión Soviética” en palabras; pero los hombres que han ayudado a sus fascistas a ahogar en sangre la insurrección obrera de Viena, se pondrán evidentemente en el momento decisivo de parte de los capitalistas. Los mencheviques y socialistas revolucionarios rusos no defienden la intervención contra la Unión Soviética sino porque todavía no hay naciones fuertes que estén decididas a intervenir. Los líderes de la llamada “socialdemocracia de izquierda”, aunque ocultan la esencia contrarrevolucionaria de sus opiniones, constituyen el peligro principal, porque impiden más que nadie a los obreros que siguen la bandera socialdemócrata romper decididamente con estos agentes de la burguesía en el movimiento obrero. Antiguos miembros de la Internacional Comunista (como Katz, Schwartz, Korsch, Rosenberg) están desempeñando el mismo papel traidor, después de haber roto con el comunismo por el camino del ultraizquierdismo.

Flirtear con estos líderes socialdemócratas (absolutamente antirrevolucionarios en todas sus formas, desde las francas derechas a las fingidas “izquierdas”) ha de ser cada vez más peligroso a medida que se aproxime la guerra. La táctica del frente único no debe interpretarse bajo ningún pretexto como un bloque con los traidores del Consejo General de las Trade Unions o como una aproximación a Ámsterdam. Semejante política debilita y confunde a la clase obrera, aumenta el prestigio de los traidores innegables e impide la consolidación máxima de nuestras propias fuerzas. La errónea orientación que se ha seguido, resumida en la frase de Stalin: “¡Fuego a la izquierda!”, ha dado por resultado en estos últimos años que el papel predominante de la dirección de las secciones más importantes de la Internacional haya pasado, contra la voluntad de los comunistas obreros, a manos del ala derecha (así ha ocurrido en Alemania, Polonia, Checoslovaquia, Francia, Italia e Inglaterra.)

La política de estos grupos derechistas predominantes, encaminada a la extirpación total del ala izquierda de la Internacional Comunista, está debilitando la fuerza de la Internacional y preparando funestos peligros.

La supresión, en particular, del grupo de Urbahns en Alemania fue dictada por esta política de desembarazarse de toda el ala izquierda de la Internacional. Haciendo resaltar indebidamente ciertas frases empleadas en el calor de la polémica por los partidarios izquierdistas de Urbahns y Maslow, como respuesta a los que les calumniaban y hostigaban llamándoles “renegados”, “contrarrevolucionarios”, “agentes de Chamberlain”, etc., el grupo Stalin se esfuerza cuanto puede por conseguir que la escisión entre las filas de los comunistas alemanes llegue a ser un hecho consumado.

En realidad, el grupo de Urbahns defiende, sobre todas las cuestiones fundamentales del movimiento obrero internacional, las mismas posiciones que defendía Lenin. Asimismo defiende, y en el momento decisivo seguirá defendiéndola indudablemente palmo a palmo, a la Unión Soviética. Entre sus filas se encuentran centenares de miles de antiguos obreros bolcheviques relacionados con grandes masas del proletariado. Este grupo cuenta con la simpatía de muchos miles de comunistas obreros que han permanecido en el partido comunista alemán.

La readmisión en la Internacional de todos estos camaradas excluidos que acatan la autoridad de los Congresos de la Internacional —y en primer término del grupo Urbahns— es el primer paso que debe darse para enmendar los movimientos realizados por Stalin conducentes a una escisión de la Internacional. En El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, Lenin, exponiendo los errores de los verdaderos “ultraizquierdistas”, escribía que el principal enemigo del bolchevismo, dentro del movimiento obrero, era y sigue siendo el oportunismo. “Este enemigo sigue siendo también el más importante en la esfera internacional”. En el II Congreso de la Internacional, Lenin añadió a esto la declaración de que “en comparación con este problema será un problema fácil enmendar los “errores” de la tendencia izquierdista del comunismo”. Cuando hablaba de la “izquierda”, Lenin se refería a los ultraizquierdistas, mientras que cuando Stalin habla de la lucha contra el ultraizquierdismo se refiere a los leninistas revolucionarios.

La lucha decisiva con el movimiento oportunista de la derecha como enemigo principal y la rectificación de los errores de la tendencia de “izquierda”: tal era la consigna de Lenin. Los oposicionistas proponemos que se adopte.

La fuerza del oportunismo “socialista” es, en último término, la fuerza del capitalismo. Durante los primeros años que siguieron a la crisis de la guerra (1918-1921), cuando el capitalismo se iba rápidamente al fondo, la socialdemocracia oficial se debilitaba y se hundía con él. Estos años de estabilización parcial del capitalismo traen consigo un fortalecimiento transitorio de la socialdemocracia. La derrota de los obreros italianos en 1920-21, la del proletariado alemán en 1921-23, la de la gran huelga inglesa en 1926 y la del proletariado chino en 1927, cualesquiera que hayan sido sus causas, han pasado a convertirse a su vez en la causa de una depresión transitoria del oleaje revolucionario en los niveles superiores del proletariado. Asimismo han fortalecido por algún tiempo a la socialdemocracia a expensas del partido comunista. Y dentro del partido comunista están proporcionando un predominio transitorio al ala derecha a expensas de la izquierda. El papel de la aristocracia obrera, de la burocracia sindical y de sus colegas pequeño burgueses pasa a ser en este período de gran importancia y singularmente reaccionario.

Hasta cierto punto estos fenómenos tienen que afectar inevitablemente al partido comunista de la Unión Soviética. El núcleo administrativo ha abierto el fuego exclusivamente contra la izquierda, y por medio de métodos puramente mecánicos ha creado una nueva correlación de fuerzas más desventajosa todavía para el ala izquierdista-leninista. Ha llegado a crearse una situación en la que de hecho nunca vota el partido, sino que lo hace únicamente el aparato.

Tales son las causas generales de la debilitación de la influencia del ala leninista sobre la política de la Internacional Comunista, del Partido Comunista de la URSS y del Estado Soviético. A consecuencia de ello, los elementos semisocialdemócratas de la derecha, que mucho después de Octubre siguieron aún en las filas del enemigo y fueron admitidos por último en la Internacional Comunista algo así como a modo de prueba (Martinov, Smeral, Raffes, D. Petrovski, Pepper y otros), hablan cada vez con más frecuencia, y en voz alta cada vez, en nombre de la Internacional. Y a éstos han de añadirse los nombres de simples aventureros como Heinz Neumann y otros de la misma calaña. No obstante, entre las masas se están ya reconcentrando los elementos de un nuevo movimiento hacia la izquierda, de un nuevo resurgimiento revolucionario. La Oposición se ha consagrado a prepararse para ese nuevo día desde el punto de vista teórico y político.

LA CONCLUSIÓN PRINCIPAL

1.   En los sectores predominantes de la mayoría, bajo la influencia de nuestra ruptura con Inglaterra y otras dificultades tanto exteriores como interiores, se están incubando los siguientes propósitos: a) Reconocer la deuda. b) Anular más o menos el monopolio del comercio exterior. c) Retirar a China —es decir, retirárselo “por cierto tiempo”— nuestro apoyo a su revolución y al movimiento revolucionario nacional en general, d) Ejecutar dentro del país una “maniobra” a la derecha, es decir, ampliar un. poco la NEP. A este precio se espera alejar el peligro de la guerra, mejorar la situación internacional de la Unión Soviética y suprimir (o reducir al menos) las dificultades interiores. Todo este “plan” se basa en la suposición de que el capitalismo se halla asegurado para varias décadas.

En realidad esto no sería una “maniobra” sino, dada la situación   actual, una capitulación absoluta por parte del poder soviético: por medio de la “NEP política” o “neo-NEP”, la vuelta al capitalismo. Los imperialistas aceptarían todas nuestras concesiones y procederían tanto más pronto al nuevo ataque y hasta a la guerra. Los kulaks, los nepmen y los burócratas, conocedores de nuestras concesiones, organizarían con tanta mayor insistencia todas las fuerzas antisoviéticas en contra de nuestro partido. Semejante “táctica” por nuestra parte acarrearía la más íntima unión posible de nuestra nueva “burguesía” con las burguesías extranjeras. El desarrollo económico de la Unión Soviética quedaría bajo el control absoluto del capital internacional: un céntimo de empréstito y un rublo de esclavitud. Y la clase obrera y la masa fundamental de los campesinos empezarían a perder su fe en el poder del Estado Soviético, su fe en que el Estado Soviético sabe a dónde conduce al pueblo.

Estamos obligados a “comprar” si es posible el alejamiento de la guerra; pero por esta misma razón debemos sentimos fuertes y unidos, defender inflexiblemente las tácticas de la revolución mundial y fortalecer la Internacional. Sólo así tendremos probabilidades serias de conseguir una postergación verdaderamente larga de la guerra sin pagar un precio que minaría los cimientos de nuestro poder. Y al mismo tiempo, en caso de que la guerra resultara inevitable, de conseguir el apoyo del proletariado internacional y triunfar.

Lenin hizo algunas concesiones económicas a los imperialistas para conseguir el alejamiento de la guerra o atraer el capital internacional en condiciones aceptables. Pero ni en estas circunstancias ni en los momentos más críticos de la revolución admitió nunca Lenin la idea de abolir el monopolio del comercio exterior, de ofrecer derechos políticos al kulak, de debilitar nuestro apoyo a la revolución mundial o de debilitar la táctica de la revolución mundial en general.

Debemos ante todo ratificar y reforzar de modo absoluto y sin reservas nuestro apoyo a la revolución internacional. Debemos oponer una firme resistencia a todas las tendencias de “estabilización”, a todo ese seudo-estadismo que se pone de manifiesto en las declaraciones de que “no se nos ha perdido nada en China”, de que es mejor que “salgamos de China lo antes posible”, de que si nosotros procedemos “razonablemente” nos “dejarán en paz”, etc. La “teoría” de la realización del socialismo en un solo país está desempeñando ahora un papel disgregante y obstruye notoriamente la consolidación de las fuerzas internacionales del proletariado en torno a la Unión Soviética. Está adormeciendo a los obreros de los demás países y embotando su sentido de los peligros actuales.

2. Otra tarea de análoga importancia es la de consolidar las filas de nuestro partido para poner término a la franca especulación de la burguesía imperialista y de los líderes de la socialdemocracia con una escisión, una amputación o una “extirpación”, etc. Todo esto guarda la más directa conexión con la cuestión de la guerra, pues actualmente los sondeos de los imperialistas tienen lugar principalmente en este terreno político-moral. Todos los órganos de la burguesía internacional y de los socialdemócratas manifiestan ahora un interés desusado por las disputas internas de nuestro partido. Alientan y hostigan abiertamente a la actual mayoría del Comité Central para que excluya a la Oposición de los órganos dirigentes del partido, y, si es posible, del partido mismo, anulándoles incluso, de ser factible, totalmente. Empezando por el diario burgués más rico, el “New York Times”, y acabando por el periódico más reptante de la II Internacional, la “Gaceta Obrera” de Viena (Otto Bauer), todos los órganos de la burguesía y de los socialdemócratas aclaman al “gobierno de Stalin” por su lucha contra la Oposición, y recomiendan a este gobierno que demuestre aún mejor su “inteligencia estadista”, exterminando decisivamente a estos “propagandistas de la revolución internacional” que forman la Oposición. En igualdad de circunstancias, la guerra se retrasará en la medida en que estas esperanzas del enemigo de exterminio de la Oposición se vean frustradas. Por otra parte, sólo podremos conseguir el alejamiento de la guerra, si es que esto es posible, y ganar la guerra si tenemos que luchar, en el caso de que conservemos una unidad absoluta, de que frustremos las esperanzas de los imperialistas en una escisión o una amputación.

3. Es necesario rectificar nuestra trayectoria de clase en el movimiento obrero internacional, interrumpir la lucha contra el ala izquierda dentro de la Internacional, readmitir en ésta a los miembros excluidos que acepten las decisiones de los Congresos y poner término de una vez para siempre a la política del “acuerdo cordial” con los líderes traidores del Consejo de las Trade Unions inglesas. La ruptura con el Consejo General tendrá la misma significación en el momento actual que la tuvo en 1914 la ruptura con la Oficina Socialista de la II Internacional. Lenin exigió en un ultimátum esta ruptura a todo revolucionario. Continuar unidos a semejante Consejo General significa, ahora como entonces, ayudar a los líderes contrarrevolucionarios de la II Internacional.

4. Debemos rectificar decididamente nuestra trayectoria en el movimiento revolucionario-nacionalista en China, ante todo, pero también en otros muchos países. Debemos liquidar la política de Martinov-Stalin-Bujarin y volver al camino esbozado por Lenin en las resoluciones de los Congresos II y IV de la Internacional Comunista. De otro modo, en lugar de servir de acelerador, nos convertiremos en un freno del movimiento revolucionario-nacionalista y perderemos inevitablemente la simpatía de los obreros y los campesinos de Oriente. El partido comunista chino debe anular toda dependencia organizativa y política del Kuomintang. La Internacional Comunista debe expulsar a este último de su seno.

5. Tenemos que sostener de modo inflexible, sistemático y tenaz la lucha por la paz. Debemos posponer la guerra, “comprar el alejamiento de la amenaza de la guerra”. A este fin, debe hacerse cuanto sea posible y permisible (véase el primer punto). Al mismo tiempo, debemos preparamos inmediatamente para la guerra, no cruzamos de brazos ni por un instante. Nuestro primer deber es poner término a todas las charlatanerías y especulaciones intelectuales y políticas disgregantes respecto a si no existe un peligro inmediato de guerra.

6.Debemos rectificar decisivamente nuestra trayectoria de clase dentro del país. Si la guerra es inevitable, sólo tina política estrictamente bolchevique puede triunfar: el obrero y el peón agrícola, con el apoyo del campesino pobre y en alianza con el campesino medio, contra él kulak, el nepman y él burócrata.

7. Hemos de llevar a cabo una preparación total de toda nuestra economía, nuestro presupuesto, etc., para caso de guerra.

El capitalismo está entrando en una nueva fase de perturbaciones. Una guerra con la Unión Soviética, como una guerra con China, significará una serie de catástrofes para el capitalismo internacional. La guerra de 1914-1918 fue un “acelerador” gigantesco de la revolución socialista. Las nuevas guerras, y en particular una guerra contra la Unión Soviética, en la que si seguimos una política acertada hemos de ganar la simpatía de las masas laboriosas de toda la tierra, puede convertirse en un “acelerador” todavía más grande del derrumbamiento del capitalismo mundial. Las revoluciones socialistas se desarrollarán sin nuevas guerras; pero las nuevas guerras conducirán inevitablemente a revoluciones socialistas.

CAPITULO X

EL EJÉRCITO Y LA MARINA

La situación internacional pone cada vez más en primer término la cuestión de la defensa de la Unión Soviética. El partido, la clase obrera y los campesinos deben conceder más atención al Ejército y la Marina de los Soviets.

Todos los hechos de nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura se hallan relacionados con el problema de la defensa. El Ejército es un patrón de toda la estructura social. Refleja del modo más notorio posible, no sólo el lado fuerte, sino también el lado débil del régimen existente. La experiencia enseña que en este sentido lo menos seguro de todo es fiarse de las apariencias. En particular aquí es preferible pecar de meticulosidad y autocrítica que de excesiva confianza.

La cuestión de las relaciones mutuas entre las clases en el país y la verdadera política del partido en esta esfera tienen una significación decisiva para la solidaridad interna del Ejército y para las relaciones mutuas entre el mando y los soldados. La cuestión de la industrialización tiene una importancia decisiva por lo que respecta a los recursos técnicos de nuestra defensa. Todas las medidas defendidas en la presente plataforma —en la esfera de la política y del movimiento obrero internacional, de la industria, la agricultura, el sistema soviético, la cuestión nacional, el partido y la Liga de la Juventud Comunista—, todas estas cuestiones son de importancia primordial para el fortalecimiento de nuestro Ejército y nuestra Marina.

Nuestras proposiciones prácticas en este terreno han sido presentadas al Politburó.

CAPITULO XI

SOBRE LAS DISCREPANCIAS REALES Y SUPUESTAS

Nada atestigua mejor la errónea orientación política del grupo Stalin que su incesante determinación de luchar, no con nuestras opiniones reales, sino con opiniones imaginarias que no sustentamos ni hemos sustentado jamás.

Cuando los bolcheviques discutían con los mencheviques, los socialistas revolucionarios y otras tendencias pequeño-burguesas exponían a los obreros la verdadera clase de opiniones sustentadas por sus adversarios. Pero cuando los mencheviques o los socialistas revolucionarios discutían con los bolcheviques, en lugar de refutar sus verdaderas opiniones les atribuían cosas que jamás habían dicho. Los mencheviques y los socialistas revolucionarios no podían exponer a los obreros con algo de justicia las opiniones de los bolcheviques, porque en ese caso los obreros hubieran apoyado a estos últimos. Toda la mecánica de la lucha de clases reducía a estos grupos pequeño burgueses a la necesidad de combatir a los bolcheviques llamándoles “conspiradores”, “aliados de la contrarrevolución” y últimamente “agentes de Guillermo”. Asimismo, ahora la desviación pequeño-burguesa de nuestro partido no puede luchar contra nuestras opiniones leninistas sino atribuyéndonos cosas que jamás hemos pensado ni dicho. El grupo Stalin sabe de sobra que si pudiéramos defender nuestras verdaderas opiniones con algo de libertad, la inmensa mayoría de los miembros del partido se pondrían de nuestra parte.

Actualmente no se respetan las condiciones más elementales de un debate honrado dentro del partido. Sobre la cuestión de la revolución china, de importancia mundial, el Comité Central no ha publicado hasta este momento ni una palabra de lo que dice la Oposición. Después de haber amordazado al partido y de alejar a la Oposición de su prensa, el grupo Stalin se entrega a una campaña ininterrumpida contra nosotros, atribuyéndonos de uno a otro día una serie cada vez mayor de estupideces y crímenes. El miembro del partido se muestra menos inclinado cada vez a creer estas acusaciones.

1.            Cuando nosotros declaramos que la actual estabilización del capitalismo no es una estabilización que haya de durar décadas y que nuestra época sigue siendo una época de guerras imperialistas y revoluciones sociales, el grupo Stalin nos atribuye la negación de todos los elementos de estabilización del capitalismo.

2.            Cuando decimos con las mismas palabras de Lenin que para la construcción de una sociedad socialista en nuestro país es necesaria la victoria de la revolución proletaria en uno o más de los países capitalistas avanzados, que la victoria final del socialismo en un país, y sobre todo en un país atrasado, es imposible, como lo han probado Marx, Engels y Lenin, el grupo Stalin hace la afirmación absolutamente falsa de que “ni creemos” en el socialismo ni en la edificación del socialismo en la Unión Soviética.

3.            Cuando, siguiendo a Lenin, señalamos las crecientes deformaciones burocráticas de nuestro Estado proletario, el grupo Stalin nos atribuye la opinión de que nuestro Estado Soviético en general no es un Estado proletario. Cuando proclamamos ante toda la Internacional Comunista que “todo aquel que intentando ayudarnos directa o in-directamente niegue al mismo tiempo el carácter proletario de nuestro partido y de nuestro Estado y el carácter socialista de la obra constructiva de la Unión Soviética será combatido y rechazado implacablemente por nosotros”, el grupo Stalin oculta nuestra declaración y prosigue su campaña de calumnias contra nosotros.

4.            Cuando señalamos que los elementos thermidorianos de una base social bastante seria aumentan en el país; cuando pedimos que la dirección del partido oponga una resistencia más sistemática, más firme y más metódica a estos fenómenos y a su influencia en ciertos engranajes del partido, el grupo Stalin nos atribuye la afirmación de que el partido es thermidoriano y de que la revolución proletaria ha degenerado. Cuando anunciamos a la Internacional en pleno: “No es cierto que acusemos a la mayoría de nuestro partido de una desviación a la derecha: lo único que hacemos es opinar que hay en el partido comunista ruso tendencias y grupos derechistas que ejercen ahora una influencia desproporcionada, pero que el partido puede vencer”, el grupo Stalin oculta nuestra declaración y sigue calumniándonos.

5.            Cuando señalamos el enorme desarrollo del kulak; cuando, siguiendo a Lenin, continuamos afirmando que “el kulak no puede entrar pacíficamente en el socialismo”, que es el enemigo más peligroso de la revolución proletaria, el grupo Stalin nos acusa de querer “despojar a los campesinos”.

6.            Cuando llamamos la atención del partido sobre el hecho del fortalecimiento de la posición del capital privado, del inmoderado desarrollo de sus acumulaciones y su influencia en el país, el grupo Stalin nos acusa de atacar a la NEP y de pedir una restauración del comunismo de guerra.

7.            Cuando señalamos el desacierto de la política del partido por lo que respecta a la situación material de los obreros, la insuficiencia de las medidas adoptadas contra la crisis de trabajo y de la vivienda, y especialmente cuando hacemos notar que la participación de los elementos no proletarios en la renta nacional aumenta inmoderadamente, dicen que incurrimos en una desviación “socialistacorporativista” y en la “demagogia”.

8.            Cuando señalamos el retraso sistemático de la industria con respecto a las exigencias de la economía pública con todas sus consecuencias inevitables —desproporción, escasez de artículos, ruptura de la unión entre la ciudad y el campo—, nos llaman “superindustrialistas”.

9.            Cuando ponemos de manifiesto la desacertada política de precios que no reduce el elevado coste de la vida, sino que proporciona un lucro desmedido al capitalista pri-vado, el grupo Stalin nos acusa de defender una política de elevación de precios. Cuando, hace un año, anunciamos a toda la Internacional: “La Oposición no ha pedido ni ha propuesto nunca en ninguna de sus declaraciones una elevación de precios, sino que ha visto el error fundamental de nuestra política económica precisamente en el hecho de que no conduce con suficiente energía a una reducción de la escasez de artículos, que es causa inevitable de los elevados precios al detalle”, nuestra declaración fue ocultada y las calumnias continuaron.

10.          Cuando hablamos contra el “cordial acuerdo” con los traidores de la huelga general inglesa, con los contrarrevolucionarios del Consejo General de las Trade-Unions, que desempeñan abiertamente el papel de agentes de Chamberlain, se nos acusa de oponernos a la obra de los comunistas dentro de las Trade-Unions y a la táctica del frente único.

11.          Al oponernos al ingreso de los sindicatos soviéticos en la Internacional Sindical de Ámsterdam o a cualquier otro género de flirteo con los líderes de la II Internacional, se nos acusa de una “desviación socialdemócrata”.

12.          Al rechazar una política basada en los generales chinos; cuando nos enfrentamos a la sumisión de la clase obrera china al Kuomintang burgués; cuando nos oponemos a la táctica menchevique de Martinov, se nos acusa de combatir “la revolución agraria en China”.

13.          Cuando, basándonos en nuestra apreciación de la situación mundial, llegamos a la conclusión de que se aproxima la guerra y prevenimos con tiempo al partido, los estalinistas nos lanzan la vergonzosa acusación de que “deseamos la guerra”.

14.          Cuando, de acuerdo con las enseñanzas de Lenin, señalamos que la proximidad de la guerra exige mucho más una política de clase firme, inflexible y concreta, los estalinistas afirman desvergonzadamente que no queremos defender a la Unión Soviética, que somos “defensores condicionales”, semiderrotistas, etc.

15.          Al señalar el hecho indudable de que la prensa mundial de los capitalistas y los socialdemócratas apoya la lucha de Stalin contra la Oposición en el Partido Comunista de la URSS, elogiando a Stalin por su represión del ala izquierda e incitándole a suprimir la Oposición y expulsarla del Comité Central y del partido, “Pravda” y toda la prensa del partido y de los soviets pretende falazmente día tras día que la burguesía y la socialdemocracia están “de parte de la Oposición”.

16.          Al oponernos a que la dirección de la Internacional Comunista pase a manos del ala derecha y a la expulsión de centenares de miles de obreros bolcheviques, el grupo Stalin nos acusa de intentar dividir a la Internacional Comunista.

17.          Cuando, bajo el actual régimen de deformación que sufre el partido, los oposicionistas, en su abnegación por el partido intentan informar a los demás miembros de sus verdaderas opiniones, son expulsados del Partido Comunista de la URSS. Se les acusa de “fraccionalismo”, se emprenden investigaciones para demostrar supuestas tentativas de dividir al partido. Las cuestiones más importantes, en vez de ser discutidas, son ahogadas en bazofia.

18.          Pero la acusación favorita de estos últimos años es la de que creemos en el “trotskismo”. Ya hemos declarado ante toda la Internacional Comunista: “No es cierto que defendamos el trotskismo. Trotsky ha declarado a la Internacional que en todas las cuestiones de principio sobre las cuales discutió con Lenin, Lenin tenía razón, y en particular en lo que respecta a la cuestión de la revolución permanente y de los campesinos”. El grupo Stalin se niega a publicar esta declaración, hecha a toda la Internacional Comunista. Sigue acusándonos de “trotskismo”. La declaración citada se refiere únicamente, por supuesto, a las discrepancias pasadas entre Trotsky y Lenin y no a esas “divisiones” inventadas sin escrúpulo alguno por Stalin y Bujarin. La relación que pretenden descubrir entre nuestras diferencias en lejanos tiempos y las discrepancias prácticas que surgieron en el curso de la revolución de Octubre es imaginaria.

Hacemos notar como método desleal de lucha la tentativa del grupo Stalin por distraer la atención de las opiniones de la Oposición tal como se hallan expuestas en la presente plataforma, con alusiones a anteriores discrepancias entre los grupos existentes en 1923 y 1925. Estas discrepancias han perdido ahora toda su significación. Los errores y las exageraciones cometidos por ambos grupos de bolcheviques en la polémica de 1923-24, como resultado de una serie de oscuridades en el estado de cosas del partido y del país, han sido rectificados ahora y no ofrecen ningún obstáculo a una cooperación cordial en la lucha contra el oportunismo y en favor del leninismo.

Extractando fragmentos aislados, recurriendo a un empleo desleal y brutal de antiguas observaciones polémicas de Lenin, pérfidamente escogidas, y ocultando al partido otras observaciones mucho más recientes, por medio de una falsificación directa de la historia del partido y de los hechos acaecidos ayer y, lo que es más importante todavía, deformando y alterando claramente nuestros escritos sobre todas las cuestiones debatidas, el grupo de Stalin y Bujarin, alejándose cada vez más de los principios de Lenin, trata de engañar al partido haciéndole creer que esto es una lucha entre el leninismo y el trotskismo. La lucha se ha planteado en realidad entre el leninismo y el oportunismo de Stalin. De la misma manera, los revisionistas, con el pretexto de luchar contra el “blanquismo”, han emprendido su batalla contra el marxismo. Nuestra lucha unánime contra el camino seguido por Stalin sólo ha sido posible porque todos estamos completamente acordes en el deseo y la resolución de defender la verdadera orientación leninista proletaria.

La presente plataforma es la mejor respuesta a la acusación de “trotskismo”. Todo el que la lea verá que se funda desde la primera a la última línea en las enseñanzas de Lenin y se halla saturada del espíritu genuino del bolchevismo.

Dejad que el partido conozca nuestras verdaderas opiniones. Dejadle familiarizarse con los documentos auténticos de nuestras discrepancias, y en particular de las que se refieren a esa cuestión de importancia histórica internacional que es la revolución china. Lenin nos enseñó que en caso de discrepancia no creyéramos nada de oídas, sino que pidiéramos documentos, escucháramos a ambas partes, rechazáramos las suposiciones y nos enteráramos concienzudamente de lo que constituía la polémica. Los miembros de la Oposición repetimos ahora este consejo de Lenin.

Debemos poner término de una vez para siempre a la mera posibilidad de que se repita lo que ocurrió en el XIV Congreso, en el cual se le presentaron las discrepancias al partido dos o tres días antes de su celebración. Debemos establecer las condiciones precisas para una discusión honrada y una honrada solución sobre el verdadero motivo de la discrepancia, como se hizo siempre en vida de Lenin.

CAPITULO XII

CONTRA EL OPORTUNISMO, POR LA UNIDAD DEL PARTIDO

Hemos expuesto francamente nuestra opinión sobre los graves errores cometidos por la mayoría del Comité Central en todas las esferas fundamentales de la política in-terior y exterior. Hemos demostrado que estos errores del Comité Central han debilitado a nuestro partido, que es el instrumento fundamental de la revolución. Hemos demostrado que, a pesar de todo, nuestro partido puede rectificar su política desde dentro. Más para rectificar esta política es necesario definir clara y francamente el carácter de los errores cometidos por la dirección del partido.

Los errores cometidos han sido errores oportunistas. El oportunismo en su forma más desarrollada —según la definición clásica de Lenin— es un bloque formado por los líderes de la clase obrera con la burguesía, y dirigido contra la mayoría del proletariado. En las condiciones actuales de la Unión Soviética el oportunismo en su forma completa sería una aspiración de los directores de la clase obrera a un compromiso con la nueva burguesía naciente (kulaks y nepmen) y con el capitalismo mundial a expensas de los intereses de las grandes masas de obreros y de los campesinos pobres.

Cuando hacemos notar la presencia de tales tendencias en determinados sectores de nuestro partido —en unos sitios recién creadas y en otros plenamente desarrolladas— es absurdo acusarnos por eso de que calumniamos al partido. Precisamente al partido recurrimos contra esas tendencias que le amenazan. Es igualmente absurdo suponer que acusamos a éste o aquel sector del partido o al Comité Central de deslealtad a la revolución, de traicionar los intereses del proletariado. Una ruta política falsa puede ser dictada por el más sincero propósito de favorecer los intereses de la clase obrera. Hasta los representantes más extremos del ala derecha están convencidos de que los compromisos con los elementos burgueses que están dispuestos a aceptar, son necesarios a los intereses de los obreros y de los campesinos, de que son simplemente otra de esas maniobras que Lenin consideraba perfectamente permisibles. Hasta ese grupo de la derecha que representa una franca tendencia a abandonar la revolución proletaria no desea conscientemente el Thermidor. Y esto puede decirse con más justeza todavía del «centro», que se entrega a una política característica de ilusionarse, consolarse y engañarse a sí mismo.

Stalin y sus más íntimos partidarios están convencidos de que con su potente aparato pueden sobreponerse por la astucia, en vez de vencerlas en lucha, a todas las fuerzas de la burguesía. Stalin y los estalinistas creían indudablemente con toda sinceridad que «jugaban» por un período de tiempo limitado con los generales chinos, y que luego los arrojarían lejos de sí como a un limón exprimido, después de haberlos utilizado en interés de la revolución. Stalin y los estalinistas creían indudablemente con toda sinceridad que «jugarían» con los Purcells y no viceversa. Stalin y los estalinistas creen sinceramente que pueden hacer concesiones «libremente» a «su propia» burguesía y retirarle después estas concesiones con igual libertad.

En su vanidad burocrática, los estalinistas «facilitan» sus maniobras alejando al partido, en la parte esencial de la cuestión, de toda participación obrera en las decisiones políticas, evitando así su resistencia. El funcionariado estalinista decide y obra, y luego deja que el partido «justifique» sus decisiones. Pero este proceso debilita, si es que no paraliza, las mismas fuerzas que podrían desplegarse en una buena maniobra política, necesaria y oportuna, o que podrían debilitar y anular las malas consecuencias de maniobras de los líderes notoriamente perniciosas. Así, pues, tenemos un resultado acumulativo de las tendencias oportunistas del ala derecha del Comité Central y de las maniobras de su grupo centrista, resultado que en resumen significa: debilitación de la posición internacional de la Unión Soviética, una debilitación de la posición del proletariado en relación con otras clases dentro de la Unión, un relativo empeoramiento de sus condiciones materiales de vida, un resquebrajamiento de los lazos que le unen con el campesino pobre, amenazando su alianza con el campesino medio; una debilitación de su papel en el aparato del Estado, y un descenso del ritmo de la industrialización. Estas consecuencias de la política de la mayoría del Comité Central y no sus intenciones es lo que ha tenido a la vista la Oposición al plantear la cuestión del peligro de un Thermidor, es decir, «una desviación del cauce de la revolución proletaria al cauce pequeñoburgués». La enorme diferencia que existe entre la historia y el-carácter de nuestro partido y los de los partidos de la II Internacional es evidente para cualquiera. El partido comunista ruso se ha templado en el fuego de tres revoluciones. Ha conquistado y defendido el poder contra un mundo de enemigos. Ha organizado la III Internacional. Su destino es el destino de la primera revolución proletaria victoriosa. La revolución determina el ritmo de su vida interna. Todos los procesos intelectuales que se desarrollen dentro del partido bajo una gran presión de clase tenderán a madurar y progresar rápidamente. Precisamente por esta razón debemos emprender en nuestro partido una lucha oportuna y decisiva contra toda tendencia que se aparte de la ruta leninista.

Las tendencias oportunistas en el partido comunista ruso tienen en las circunstancias actuales hondas raíces objetivas: 1. El cerco burgués internacional y la estabilización parcial y transitoria del capitalismo crea una predisposición a creer en la «estabilización» completa. 2. La Nueva Política Económica, incondicionalmente necesaria como camino hacia el socialismo, al resucitar parcialmente el capitalismo, hace revivir también las fuerzas hostiles al socialismo. 3. Los elementos pequeño burgueses de un país que cuenta con una enorme mayoría de campesinos no han de dejar de penetrar, no sólo en los soviets, sino también en el partido. 4. El hecho de que el partido disfrute un monopolio en el terreno político, condición absolutamente necesaria para la revolución, crea una nueva serie de peligros especiales. El XI Congreso del partido, bajo la dirección de Lenin, señaló precisa y claramente que existían ya en nuestro partido grupos enteros de gentes (procedentes de los campesinos acomodados, las capas superiores del funcionariado y la intelligentsia) que hubieran estado en los partidos socialista revolucionario y menchevique si estos partidos no fueran ilegales. 5. El aparato del Estado manejado por el partido introduce en éste, a su vez, muchos elementos burgueses y pequeñoburgueses, que le infestan de oportunismo. 6. Por mediación de los especialistas y las categorías superiores de los empleados y la intelligentsia, aun siendo necesarios, como lo son, para nuestra obra constructiva, penetra en nuestro aparato una corriente continua de influencias no proletarias.

Por esta razón el ala oposicionista leninista del partido da la voz de alarma con tanta insistencia sobre las desviaciones notorias y cada vez más amenazadoras del grupo Stalin. Es una ligereza criminal afirmar que el gran pasado del partido y sus viejas filas de bolcheviques constituyen una garantía en todas las circunstancias y para todos los tiempos contra el peligro de la degeneración oportunista. Semejante idea no tiene nada en común con el marxismo.

No eran éstas las ideas que enseñaba Lenin. En el XI Congreso del partido, Lenin decía; «La historia conoce degeneraciones de toda índole. Confiar en la convicción; la lealtad y otras excelentes cualidades espirituales de los individuos no es nada serio en política».

Los obreros que constituían la inmensa mayoría de los partidos socialistas de Occidente antes de la guerra imperialista eran incondicionalmente contrarios a una desviación oportunista; pero no remediaron a tiempo los errores oportunistas de sus líderes, que al principio no fueron muy grandes. Estimaron en poco la significación de estos errores. No comprendieron que la primera perturbación histórica seria que siguiera a ese prolongado período de desarrollo pacífico que había dado origen a una burocracia y aristocracia obreras tan poderosas, impulsaría no sólo a los oportunistas sino también a los centristas a capitular ante la burguesía, dejando indefensas a las masas en ese momento crítico. Si algo puede reprocharse a los marxistas que constituían el ala izquierda en la II Internacional antes de la guerra, no es que exageraran el peligro del oportunismo cuando lo llamaban una política obrera liberal-nacionalista, sino que confiaran demasiado en las masas que integraban los partidos socialistas de aquel entonces. Confiaron en los instintos revolucionarios del proletariado y en la agudización de las contradicciones de clase. Se quedaron cortos apreciando el verdadero peligro y movilizaron contra él con energía insuficiente a las capas inferiores del proletariado revolucionario. Nosotros no hemos de repetir este error. Queremos rectificar a tiempo la orientación de la dirección del partido. Con este mismo hecho contestamos a la acusación de que deseamos dividir el partido y formar uno nuevo. La dictadura del proletariado exige imperiosamente un solo partido proletario indisolublemente unido que dirija a las masas obreras y a los pobres. Esta unidad, no debilitada por las contiendas de los grupos, es incondicionalmente necesaria al proletariado para el cumplimiento de su misión histórica. Esto sólo puede realizarse basándose en las enseñanzas de Marx y Lenin, libres de interpretaciones personales y no deformadas por el revisionismo.

Abogando por un ritmo definido de la industrialización como premisa de nuestra construcción socialista, contendiendo contra el desarrollo del kulak y de su aspiración a dirigir el país, luchando por un mejoramiento oportuno de las condiciones de existencia de los obreros, por la democracia dentro del partido, de los sindicatos y de los soviets, la Oposición no defiende ideas que pueden producir una separación de la clase obrera de su partido, sino que lucha, por el contrario, por un fortalecimiento de los cimientos de la verdadera unidad del partido comunista de la Unión Soviética. Sin rectificar los errores oportunistas no puede lograrse otra cosa que una unidad ficticia, que debilitará al partido ante el ataque de la naciente burguesía y le obligará, en caso de guerra, a reformar sus filas sobre la marcha y bajo el fuego del enemigo.

Cuando conozca nuestras verdaderas opiniones y proposiciones el núcleo proletario del partido —estamos seguros de ello— las aceptará y luchará por ellas, no como consignas «fracciónales», sino como la bandera misma de la unidad del partido.

Nuestro partido no ha reconocido todavía claramente, y por esa razón no los ha corregido, los errores de sus jefes. El desarrollo extraordinariamente rápido de nuestra industria durante el período de restauración ha sido una de las causas fundamentales de esa ilusión oportunista que ha fomentado sistemáticamente la mayoría del Comité Cen-tral en el partido y en la clase obrera. El pronto comienzo de un mejoramiento de la situación de los obreros en comparación con su estado durante la guerra civil hizo nacer en grandes sectores obreros la esperanza en una solución rápida y poco penosa de las contradicciones de la NEP. Esto impidió al partido ver a su debido tiempo el peligro de una desviación oportunista.

El desarrollo de la Oposición leninista en el partido ha inducido a los peores elementos de la burocracia a recurrir a métodos hasta ahora desconocidos en la práctica del bolchevismo. No pudiendo impedir por decreto la discusión de las cuestiones políticas en las secciones del partido, una parte de la burocracia recurre ahora —precisamente antes del XV Congreso— a la creación de cuadrillas cuya misión consiste en interrumpir toda discusión de los problemas del partido, gritando, silbando, apagando las luces, etcétera.

Esta pretensión de introducir en nuestro partido métodos de violencia física directa provocará la indignación de todos los elementos proletarios honrados y se volverá inevitablemente contra sus organizadores. Ninguna de las artimañas de la peor parte del aparato del partido conseguirá apartar a la masa de éste de la Oposición. Detrás de la Oposición se alzan las tradiciones leninistas de nuestro partido, la experiencia de todo el movimiento obrero internacional, el estado contemporáneo de la política inter-nacional y de nuestra obra económica de construcción tal corno lo ve el proletariado internacional. Las contradicciones de clase, al agudizarse inevitablemente después del período de restauración, confirmarán cada vez más nuestras opiniones sobre la solución de la crisis actual y consolidarán más cada vez a la vanguardia del proletariado en la lucha por el leninismo.

El creciente peligro de una guerra induce ya a los afiliados al partido a pensar más detenidamente sobre los problemas fundamentales de la revolución. Sus ideas les obligarán inevitablemente a colaborar en la tarea de rectificar los errores oportunistas.

El sector obrero de nuestro partido ha sido eliminado en gran medida de la dirección en estos últimos años. Ha sido sometido a la aniquiladora influencia de una larga campaña de calumnias, cuyo objeto era demostrar que la izquierda es la derecha y la derecha es la izquierda. Este sector obrero del partido volverá en sí y verá lo que está aconteciendo realmente. Entonces cogerá entre sus manos el destino del partido. Ayudar a la vanguardia de los obreros en este proceso es la misión de la Oposición: es la misión de esta plataforma.

La cuestión más importante, más trascendental y la única que inquieta a todos los miembros de nuestro partido es la de la unidad de éste. A decir verdad, de esta cuestión depende el destino futuro de la revolución proletaria.

Innumerables enemigos de clase del proletariado asisten atentamente a nuestras disputas internas. La escisión de nuestro partido, la formación de otro partido nuevo, significaría un peligro enorme para la revolución.

La Oposición condena de modo absoluto toda tentativa de crear un segundo partido. La consigna de los dos partidos es la consigna del grupo Stalin en sus esfuerzos por eliminar del Partido Comunista de la URSS a la Oposición leninista. Nuestra misión no es crear un nuevo partido sino enmendar la trayectoria del Partido Comunista de la URSS.

La revolución proletaria únicamente puede llegar al fin en la Unión Soviética con un partido bolchevique unido. Nosotros luchamos dentro del partido comunista por nuestras opiniones y condenamos decididamente el lema de los «dos partidos», por considerarlo el lema de los aventureros. Ese lema expresa por un lado el deseo que tienen de una escisión ciertos elementos del aparato del partido, y por otro, una actitud de desesperación y una incapacidad de comprender que la misión de los leninistas es lograr el triunfo de las ideas de Lenin dentro del partido y a pesar de todas las dificultades.

Nadie que defienda sinceramente la trayectoria de Lenin puede sustentar la idea de los dos partidos, jugar con la sugerencia de una escisión. Sólo quienes desean sustituir la orientación de Lenin por alguna otra pueden defender una escisión o un movimiento por la creación de otro partido.

Nosotros lucharemos con todas nuestras fuerzas contra la formación de dos partidos, pues el Estado obrero exige fundamentalmente un partido proletario unido. Exige un solo partido. Exige un partido proletario, es decir, un partido cuya política es determinada por los intereses de la clase obrera, y puesta en práctica por un núcleo proletario. La rectificación de la trayectoria de nuestro partido, el mejoramiento de su composición social no es el camino que conduce a la creación de dos partidos, sino el del fortalecimiento y la garantía de su unidad como partido revolucionario del proletariado.

En el X aniversario de la revolución de Octubre manifestamos nuestra convicción profunda en que la clase obrera no ha sacrificado sus víctimas innumerables y no ha derribado al capitalismo para no ponerse ahora a la misma altura ante la necesidad de rectificar los errores de su dirección, llevando hacia adelante con mano firme la revolución proletaria y defendiendo a la Unión Soviética, que es el centro de la revolución mundial.

¡Contra el oportunismo! ¡Contra una escisión! ¡Por la unidad del partido leninista!